Moshé era de la familia real egipcia.
Durante un tiempo tuvo importante cargo de gobierno en el imperio más poderoso de la época.
Por derecho de nacimiento, además, era miembro de una estirpe noble, directo descendiente de los patriarcas de la familia fiel a Dios.
Fue escogido por el Eterno para ser Su portavoz, el encargado de presentarse ante faraón para pedir por la liberación de Israel.
Acompañó a los israelitas en su periplo por el desierto, por su intermedio el Eterno manifestaba milagros y hacía presente Sus mandatos y designios.
Fue quien conversó “face to face” con el Eterno, en un altísimo grado de profecía inigualado por cualquier otro profeta de la santa nación.
¿Había otro hombre más poderoso, importante, elevado, espiritual, en su época?
Cuando su suegro, Itró, le dio un interesante consejo para organizar socialmente e institucionalmente al naciente pueblo de Israel, Moshé podría haber impuesto su criterio, demostrado su poder, dejado en claro que Itró era parte del pasado y había sido superado por él.
Podría, también, expulsarlo brutalmente, hacerlo callar, amenazarlo, difamarlo, presionarlo, enviar matones para atormentarlo, ignorarlo soberbiamente e incluso podría haberse burlado sin temer por ello consecuencia alguna.
Sí, está claro que ante la intromisión de su suegro en el ordenamiento de Israel, Moshé podría haber reaccionado desde el EGO, ¿por qué no? Si estaba ante una situación de impotencia, sea real o sentida, ya que era patente que el sabio y coordinado era Itró y no él.
Sí, cualquier otro probablemente mordido por la ponzoña del EGO se habría dejado llevar por las herramientas del EGO, con tal de demostrar alguna especie de control, de ejercer aunque sea la apariencia externa de poder.
Pero, no fue así con Moshé, puesto que:
«Moshé escuchó el consejo de su suegro e hizo todo lo que él dijo.»
(Shemot / Éxodo 18:24)
¿Está claro?
Escuchó atentamente, comprendió, pensó, desecho las inquietudes del EGO para expresarse con coherencia y a favor del SHALOM.
Resaltó lo positivo, puesto que atendió a su brújula ética, que es la constante vocecita de la NESHAMÁ (que es la calmada voz del espíritu que resuena en cada uno de nosotros).
Por lo cual, privilegió la respuesta saludable, la que otorgaba dignidad a su suegro, beneficios a su pueblo y tranquilidad para sí por encima de cualquier sentimiento de inferioridad que le hubiese atacado en ese instante.
Será éste uno de los motivos que la Torá establece con rotunda firmeza que:
«Y el hombre Moshé era muy humilde, más que cualquiera de los hombres sobre la faz de la tierra.»
(Bemidbar / Números 12:3)
Tal vez ésta era la virtud suprema del líder de Israel.
No su nivel profético, no los tremendos milagros obrados por su intermedio, no ser el receptor de la Torá, o cualquier otra notable cualidad y acción.
Por encima de todo lo otro, o tal vez por debajo como firme base, estaba la verdadera y genuina humildad.
Humilde, en sentido espiritual auténtico, es aquel que sabe su lugar, conoce su potencial, comprende sus limitaciones y desarrolla todo lo posible de sí mismo construyendo SHALOM (actuando con bondad Y justicia, siendo leal).
Éste era Moshé, nuestro rabino (maestro), aquel que había trabajado su Yo Vivido (personalidad) para sintonizarlo finamente con su Yo Esencial (NESHAMÁ), alcanzando así las alturas máximas conocidas por los hombres.
¡Tenemos tanto para aprender de esto!
Pero no como teoría, ni para regocijo mental, ni siquiera para ponerlo como artículo de “fe”, sino para involucrarnos en el trabajo de perfeccionamiento de nuestro ser, para llevar nuestro Yo Vivido a estar en armonía con el Yo Esencial.
¡Es una impresionante lección para todos!
Construye SHALOM, sé compasivo pero sin abandonar la justicia, sé justo pero sin dejar de lado la afabilidad.
Trabaja sin pausa por mejorar.
Comparte con el prójimo, y acepta lo que él comparte sanamente contigo y agradécele.
Rodéate de gente que te impulse a ser más positivo (en el sentido original y no en el prostituido de la New Age).
Sé espiritual y con ello estarás influencia a tu entorno a serlo también.
El resultado final, no depende de ti.
Gracias Morè.
Gran lección, gracias por extraerla, por hacerla visible y por la invitación a seguirla, y en el proceso ayudarnos a crecer.
La humildad como resultado de un adecuado equilibrio entre nuestro «yo esencial» y nuestro «yo vivido», para rescatar el verdadero potencial que como seres humanos tenemos en nuestra tarea de construir Shalom.
Gracias moré!