Estar en constante posición de ataque/defensa te deja exhausto.
Duermes pero no descansas.
Comes pero no te alcanza, o te sobra a los pocos bocados. El peso varía de una forma que no te alienta.
Estás excitado, nervioso, a punto de estallar. Hasta un rasguño es sentido como un ataque feroz; una palabra o un silencio desencadena una tormenta de ira.
Señales de estrés, del malo.
Tu cerebro y cuerpo están reaccionando como si de sobrevivir dependiera, aunque en realidad la impotencia sea algo “mínimo”, como que tus hijos no te dejan escuchar el informativo, o supones que tu esposa tiene un amante, o el gobierno ha subido el impuesto, o perdiste el bus y tendrás que esperar cinco minutos, o se acabaron las golosinas que te encantan y el negocio no abre hasta mañana, o tu compañero del trabajo se hace el vivo recargándote de tareas, y así con cualquier otra cosa que no supone un riesgo real a tu existencia pero lo vives como una agresión catastrófica.
Estás transitando el círculo de la ira, hundiéndote en él, ahogándote sin encontrar resolución.
Un breve pero poderoso método para reducirlo y recodificarlo.
Son breves y simples pasos, pero no debes esperar hasta el punto de estallar para implementarlos.
Sino que deberás tomarte un tiempo todos los días para entrenar, para ejercitar, para llevarlo a un estado de óptima capacidad y listo para ayudarte cuando realmente lo precises.
Como todo lo que resulta en positivo, requiere dedicación, conciencia, voluntad y constancias. No esperes el resultado inmediato, y mucho menos si no ejercitas y esperas a la circunstancia tóxica para intentarlo.
Esto es lo que debes entrenar para superar este estrés.
- Desenfoque.
- Respiración.
- Postura.
- Gatillo liberador.
- Reenfoque.
Expliquemos.
DESENFOQUE.
Si tu cerebro sigue percibiendo aquello que siente como amenazante, una fuente de impotencia, entonces seguirán siendo disparados los servicios automáticos del EGO: llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad, así como cualquiera de sus derivados. Éstos pueden estar dirigidos hacia el interior del ser, o hacia fuera. Como sea, la agresión estará presente, dañando, consumiendo preciosa energía, requiriendo atención. Si se hace el esfuerzo de controlar las acciones, cosa que es posible y a menudo necesaria, se produce un forcejeo interno con el consiguiente mayor consumo de energías vitales, con el añadido de confundir el origen de la impotencia y no lograr una resolución eficiente y eficaz.
Entonces, es tiempo de quitar el foco puesto en aquello que te genera esta reacción.
Mira para otro lado.
Sal de la habitación.
Da un paseo.
Pide un break y atiende otra cosa.
Lo que fuera útil para la misión de no seguir con la vista y el cerebro lo que te está provocando el sentimiento de impotencia.
En ocasiones, muchas tal vez, no proviene de una fuente externa a la que visualizas, o atiendes con algún otro órgano de tus sentidos de relación con el mundo; sino que se debe a una imagen dentro de ti, una creencia, recuerdo, fantasía, o similar. Es aquí también indicado apartar la “mirada” de lo que te afecta.
¡Atención! No implica huir, negar, escapar, hacerse el tonto o cualquier cosa parecida. Lo que te estoy pidiendo es que por un ratito desenfoques tu lente de eso que te tiene atrapado en tu atención y dispara tu EGO con sus reacciones extenuantes.
¿Comprendido?
RESPIRACIÓN.
Es imprescindible que aprendas y te ejercites en realizar ciclos profundos de inhalación-exhalación. Por minuto no debieras realizar más de 4 a 6 ciclos. Por supuesto que esto es para todo momento que quieras y puedas, pero es en particular parte del método que estamos estudiando para practicar. Por tanto, tomarás tiempos cada día para entrenarte así cuando llegue la circunstancia de sentirte impotente y reaccionar negativamente, podrás recurrir a tu preparación y respirar profunda y pausadamente, con no más de 4 a 6 ciclos por minuto.
En la situación desencadenante puedes hacerlo por un par de minutos, hasta que te sientas en control de aquello que puedes controlar.
Así pues, conjugas el desenfoque con la respiración. Quizás hasta puedes dirigir tu atención a tu ciclo respiratorio, para sacar tu atención de lo que te produce tensión e impotencia.
¿Qué debes hacer?
Toma aire, si puedes por la nariz, y llena tu “panza”. No te quedes con el aire retenido a la altura del pecho, impúlsalo hacia abajo. Lo más abajo que puedas. Inhala profunda y lentamente. Siente tu “panza” extenderse con el aire que se acumula allí. Sostén la respiración unos pocos segundos. Luego expele el aire lentamente, si puedes por la boca. Lentamente. Si puedes ten a la vista un cronómetro o segundero, comprueba que estás armonizando tu ciclo respiratorio para que no sean más de 4 a 6 por minuto.
No es bueno que hagas apneas, es decir, que te tragues el aire y no lo sueltes. Es un ciclo sin forzarte, introduce el aire, retenlo brevemente, expúlsalo lentamente.
Probablemente no puedas hacerlo de inmediato, es por ello que deberás ejercitarte. Cuanto más entrenado estés, más sencillo y efectivo serás.
POSTURA.
Tu cuerpo está preparado para el ataque/defensa. Tal vez no de forma evidente, pero es una reacción automática que sigue al sentimiento de impotencia.
Por ello, de forma voluntaria y consciente relájate, oblígate amablemente a tomar una postura laxa, cómoda, pero NO de debilidad.
Tu espalda debe estar lo más derecha que puedas, para que la energía corra con menos obstáculos, para que el proceso respiratorio sea facilitado.
Debes tener una postura relajada pero de poder; de firmeza, no de agresión; de seguridad y confianza, no de defensa.
Como lo anterior, también deberás entrenar en los momentos que no estés enfrentado a la impotencia.
Toma conciencia de tu cuerpo, obsérvalo, siéntelo, atiende sus mensajes; luego introduce las modificaciones que te favorecen.
GATILLO LIBERADOR.
Deberás escoger una palabra que te sea agradable, que sea respetuosa, y que sea poderosa. Visualízala. Dirige tu atención a ella. Obsérvala como se dibuja en tu mente. Juega con ella. Pronúnciala con firme reverencia. Hazla parte de una melodía que te vibre profundamente. Repite, repite. Atiende a su forma. Mientras tocas un punto accesible de tu cuerpo, que sea factible tocarlo con facilidad y sin inconvenientes (físicos, sociales, etc.). Por ejemplo, un lóbulo de una oreja, la punta de la nariz, la yema de uno de los dedos, un codo, cualquiera sirve. En tanto respiras como te mencione más arriba, mientras visualizas la palabra de poder y calma.
Debes crear un nexo cerebral entre todos estos aspectos, que al tocar ese punto el cerebro automáticamente reconozca que debe entrar en fase de relajación, confianza y poder.
No me canso de repetir, es cuestión de práctica. Si lo haces una vez, no alcanza. Diez tampoco. Cien, por ahí estarás comenzando. Repite, repite, repite, repite, repite. Estarás generando un cambio positivo en tu cerebro, que deviene en cambios beneficiosos en tu conducta.
REENFOQUE.
Luego de que hayas hecho lo anterior, llega el tiempo de evaluar con mayor objetividad, serenidad, confianza, voluntad, consciencia lo que te induce a impotencia, así como la acción que tomarás a continuación.
Ahora estarás enfocando la cuestión desde otra perspectiva, ya no la automática e inconsciente, sino con más precisión, adecuación, control.
Tal vez descubras que lo que sentiste no provenía de eso que te molestaba, sino de otra cosa. O reconoces que tienes alternativas más provechosas. O lo que sea que el nuevo encuadre y perspectiva te brinden.
Estás en control.
http://fulvida.com/2015/06/17/respirar-y-ser/