La empresa española Aisoy Robotics presentó el miércoles en Valencia a Aisoy 1, descrito como el primer robot «emocional» dirigido al mercado de consumo capaz de expresar tristeza, alegría o miedo mediante palabras, gestos y un código de colores.
«Es el primer robot con capacidad de sentir emociones, de relacionarse con nosotros con la misma inteligencia emocional que nosotros», dijo el director de ingeniería de la compañía, Diego García, durante su presentación en Campus Party en Valencia. Fuente
Aplaudimos los avances tecnológicos que el ser humano ha desarrollado en las recientes generaciones, nos alegramos cada vez que sabemos que en algun lugar del orbe la ciencia ha alcanzado lo que antes se consideraba imposible.
Haciendo a un lado el gran avance que esto implica pensemos, un robot capaz de sentir y expresar emociones. ¿Y qué de nosotros?
¿Sabemos expresar nuestra emociones adecuadamente?
¿Le damos la debida importancia que éstas tienen, ni más ni menos?
¿Cómo reaccionamos ante situaciones que implican el sufrimiento de un tercero?
¿Somos capaces de, por ejemplo, decir a la esposa e hijos que los amamos y las razones de ese amor?
Para nadie es un secreto que la sociedad en general se ha vuelto más fria en cuanto a sus emociones, incluso mostrarlas en público se ha llegado a ver como una señal de debilidad. «Los hombres no lloran», «Una mujer tiene que evitar mostrarse débil ante los demás», etc.
Continuamente los medios de comunicación nos bombardean con imágenes crudas que tienen el potencial de cauterizar nuestra sensibilidad cuando experimentos momentos en que las emociones son la única via para drenar lo que estamos sintiendo, sea bueno o malo.
Darle a las emociones más importancia de la que merecen o restarles la importancia que se merecen, es una señal de que algo anda mal. Bien ensenó nuestro maestro:
«Cuando la Cultura pretende cercenar alguna de estas dimensiones humanas, o exacerbarla desmedidamente, algo no está funcionando armoniosamente.» Fuente
Enfatizo, alegrémonos porque la humanidad inventó una máquina capaz de expresar emociones, pero preocupémonos cuando creamos que éstas deben ser puestas en una máquina y quitadas de un ser humano. O peor aun, creer que no es necesario el afecto humano, y que una máquina será capaz de reemplazar este último.