Había una vez en una ciudad con aspecto antiguo y tenebroso un hombre muy tacaño, muy avaro y cada vez que alguien golpeaba la puerta de su casa para pedirle un poco de dinero para caridad el no ofrecía centavos como cualquier persona esperaría que hiciera una persona tan avara sino que quería entregar ¡una moneda de cartón! Todos se burlaban de él, diciendo que no podían creer que existiera un hombre tan mezquino pero como dije siempre que iban a su hogar a pedir por caridad; él con una disimulada sonrisa intentaba dar la dichosa moneda, que por cierto no era nada pequeña, esta tenia un diámetro de diez centímetros y una altura de tres centímetros y obviamente al pretender hacer esto el que iba por caridad se retiraba riendo a carcajadas diciéndole al anciano que si no tenia dinero no era necesario que le de algo inservible y se marchaba.
Un día el anciano salió a hacer unas compras al mercado cuando de pronto noto unas personas que lo señalaban y se burlaban. El octogenario se acercó a esta gente y les pregunto qué les sucedía que lo señalaban y se reían. Estas personas soportando la risa y tratando de aguantar las carcajadas le contestaron que él era una persona muy avara y que ellos no entendían cómo no le daba vergüenza. El hombre viejo les respondió que la caridad no se mide por la cantidad de objetos valiosos que se den sino por el acto caritativo. Las personas que se estaban burlando se quedaron calladas por un momento y contestaron que aun así no sirve que a alguien que pide por caridad se le de cartón y estallaron en risas y burlas. El anciano molesto les respondió si no aceptaran solo cosas que brillan, tendrían mucho mas para la buena acción además que no puedas ver el tesoro no significa que no este ahí y el hombre ya cansado se fue.
Pero una vez llego un hombre con una fama muy grande, se sabia que este individuo era famoso por recolectar grandes fortunas para caridad, del hombre mas avaro llego a sacar muchos objetos valiosos para cambiarlo por comida y otras cosas para personas necesitadas. Todos pensaron si él no puede hacer que el hombre de ochenta años no de un poco de dinero, ninguna persona puede, entonces algunas personas del pueblo le contaron la situación del octogenario tacaño. Así fue que el forastero marcho para el hogar del anciano a pedir por caridad.
Al llegar el nuevo en la ciudad obviamente golpeo la puerta, el hombre de edad le abrió y el hombre que había ido por caridad le pidió por la misma, el viejo le entrego la ya famosa moneda pero asombrosamente el forastero la acepto alegre. Mucha gente vio que el hombre volvía de la casa del anciano y le preguntaron cómo le fue. El nuevo en el la ciudad le respondió que bien, pasmosamente y enmudecidos se quedaron todos pero uno se animo y le pregunto ¿que fue lo que te dio? Y el forastero saco la moneda que el viejo le había dado y todos quedaron muy desilusionados ¡lo sabíamos! Exclamaron. Con una sonrisa en el rostro el individuo que fue a pedir por caridad les contesto esperen un momento y rompió la moneda de cartón, todos vieron que esta gran moneda contenía un pergamino que llevaba a un gran tesoro. Luego de corroborarlo e ir a donde estaba el tesoro y realmente encontrarlo mucha gente fue para lo del anciano pero al tocar la puerta y ver que no respondía, la abrieron, entraron en la habitación del hombre de ya avanzada edad y notaron que estaba ‘durmiendo’ de una manera muy especial.
Le pido al lector que escriba las conclusiones que puede obtener del texto leído.