¿Eres socio en la construcción?

Hablaremos hoy de un tema urticante, importante, básico pero que suele incomodar.
Trataremos de meternos en aspectos viscerales de la persona, que lo remueven.
En ámbitos oscuros, que lo llevan a no ser socio en la construcción, sino empecinados en la indiferencia o en la destrucción.

¿Cuándo ha sido la última vez que colaboraste económicamente con tu comunidad de noájidas?
¿Cuánto has dado a FULVIDA para que podamos continuar nuestra tarea sagrada?
¿Qué excusas esgrimes en lugar de abrir tu corazón y tu mano para apoyarnos con lo que precisamos para continuar nuestra labor?

Quizás no te agrade este tema, probablemente estés pensando alguna excusa más para cambiar la conversación.
No sería extraño que hasta considerarás inmoral o engreído de nuestra parte el que te recordemos que sin tu colaboración nosotros no podemos seguir trabajando para ti y para tu comunidad.

Pero, permíteme que sea la palabra profética del Padre celestial la que hable.

"El sacerdote Iehoiadá tomó un cofre, le hizo una abertura en la tapa y lo puso junto al altar, a la derecha, según uno entra en la casa del Eterno. Los sacerdotes que guardaban la puerta depositaban en él todo el dinero que era llevado a la casa del Eterno.
Y sucedía que cuando veían que había mucho dinero en el cofre, el escriba del rey y el sumo sacerdote iban y contaban el dinero que se hallaba en la casa del Eterno, y lo guardaban en bolsas.
Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían la obra, los que estaban encargados de la casa del Eterno; y ellos lo gastaban en pagar a los carpinteros y a los constructores que reparaban la casa del Eterno, a los albañiles y a los canteros, y para la compra de madera y piedra labrada, a fin de reparar las grietas de la casa del Eterno, y para todo lo que se gastaba en la reparación del templo.
Pero con el dinero que se llevaba a la casa del Eterno no hacían tazas de plata, ni despabiladeras, ni tazones, ni trompetas, ni ningún otro objeto de oro ni de plata para la casa del Eterno, porque lo daban a los que hacían la obra y con él reparaban la casa del Eterno.
Tampoco se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos era entregado el dinero para darlo a los que hacían la obra, pues ellos actuaban con honestidad."

(2 Melajim / II Reyes 12:10-16)

El lenguaje es claro, no precisa mayores comentarios.
La casa del Eterno estaba agrietada, no le habían dedicado trabajo de refacción y mantenimiento. Las goteras cundían, las baldosas quebradas, etc. Es lo que suele acontecer con los edificios cuando por un tiempo prolongado se los deja sin cuidados.
Y el dinero que entraba en las arcas del Templo no eran dirigidas a la edificación, a la reconstrucción, al crecimiento, sino que se destinaban para gastos secundarios, asuntos superflúos, aspectos que no apuntaban a la trascendencía.
Hasta que por fin, una nueva dirigencia, con renovados pensamientos, con un increíble corazón, decidieron encaminar correctamente las cosas.
Recolectaban los fondos que provenían del pueblo, de los miembros de la comunidad, de los que se beneficiaban por el servicio del Templo. Recababan fondos económicos frescos, que salían de los bolsillos de los nobles adoradores que visitaban el Templo.
Y ese dinero no lo usaban tontamente, no lo desperdiciaban no lo dedicaban a banalidades; por el contrario, lo canalizaron para las obras neceesarias para la edificación del Templo, para la gloria del Padre celestial, para bendición de los miembros de la comunidad.
Con ese dinero abonaron a los trabajadores en la obra de edificación, pagaron los gastos de arreglos, destinaron para las tareas imprescindibles para sostener el Templo y a los que en él trabajaban.
No había ni un centavo para cosas superficiales, pero hasta el último centavo para los que trabajaban en la obra del Templo, y para el Templo mismo.
Pocos fueron mezquinos de los del pueblo, pues entendían que ese dinero no estaba dirigido para engrosar la cuenta bancaria de los sacerdotes, ni para que tuvieran carros de lujo, ni mansiones suntuosas, ni vacaciones lujuriosas.
Todos, o casi todos, comprendieron que sin su dinero, sin su participación, sin su generosidad, el Templo no existiría, la dulce Palabra de Vida no podría expresarse con fortaleza, la Luz no alumbraría sus existencias.
Y contribuyeron con alegría, con abundancia, sin actuar como miserables, sin hacer cálculos de mezquinos, sin dar excusas.
Colaboraron con pasión sagrada, pues estaban compenetrados con la idea de ser parte de los edificadores del mundo.
Y confiaban que su dinero era para la causa del Eterno, por eso no pedían cuentas a los trabajadores, a los administradores, a los que fueron depositarios de su confianza. Daban y sumaban más y más. Hacían rebosar las cajas de las ofrendas. Recibían bendición en tanto prodigaban bendición.
Fueron socios en la obra de edificación de la casa del Eterno.

Ten en mente esta historia del Tanaj.
Cuando desde tu comunidad de fieles noájidas te llamen para que contribuyas, no olvides que desde Arriba te bendicen con prosperidad material para que tú puedas beneficiar a otros.
Cuando desde tu comunidad te pidan que des generosamente, no permitas que tu tendencia negativa te venza, y actúes entonces de manera miserable, pues debes saber que tu corazón es generoso, y que anhelas construir. En tu alma hay una voz que insiste para que compartas, para que te abras a tu prójimo, para que construyas en comunidad un mundo mejor.
Y tú sabes, y puedes comprobar, tu dinero no será usado para enriquecer a un pastor o a un líder, para dotarlos de una herencia pomposa a costa de tu entrega. Cada centavo será usado con fines de trascendencia, en conformidad con las normas de la Torá.

Tenemos tanto por hacer. Te doy algunos ejemplos.
Escuelas para abrir, en la cual los niños y jóvenes noájidas reciban buen alimento espiritual e intelectual. (Estamos pensando en tener escuelas para el próximo año, si Dios permite, en Viña del Mar -Chile-, y en S. Cristóbal -Venezuela).
Centros de capacitación.
Seminarios, talleres, eventos, reuniones semanales, etc.
Publicaciones, presencia en los medios de comunicación.
Hermanos noájidas que sostener, pues no están atravesando por un buen momento material.
Novias a las cuales proveer de un ajuar digno.
Enfermos a los cuales alimentar, dar para sus medicamentos, brindarles alojo.
Sueldos que abonar a los trabajadores de la comunidad, viáticos justos que abonar, gastos generales para sostén de los asuntos de la comunidad, etc.
Hermanos que andan aún en la noche de la idolatría que rescatar.
Tareas de difusión, educación, fortalecimiento de la identidad noájida, etc.
Y mil y una tarea más que conforma la casa del Eterno que como noájida tienes obligación de ayudar a construir.

Sé parte de los socios de la construcción de un mundo de paz, prosperidad, bendición, justicia y bien.
Sé parte de los que traemos Luz, porque contigo la tarea es más luminosa.

Gracias.

5 comentarios sobre “¿Eres socio en la construcción?”

  1. el ego es el principal enemigo a vencer.

    siempre estamos mirando solo hacia lo que necesitamos sin fijarnos que necesitan los demas.

    es de bien preocuparse tbn por los demas.

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