EL NOÁJIDA ADVERTIDO Parte I

¡Qué mundo en el que nos ha tocado vivir a los Noájidas de hoy! ¡Qué desafíos morales y espirituales tenemos delante de nosotros! No es una exageración advertir que nuestra generación, caracterizada por la innovación y los avances tecnológicos, se está acostumbrando a “vivir” en la oscuridad de sus mentes y a relacionarse entre sí con “códigos de manipulación, deslealtad y mentira”, siendo estos vicios los más grandes peligros para la sociedad civilizada.

Esta situación ha sido causada, entre otras cosas, por los impulsos de la mala inclinación que no han sido sometidos al temor del Eterno, como por ejemplo: avaricia, orgullo, ansias de poder, egoísmo, suscitando:
a) en el ámbito religioso: una piedad inerte e hipócrita;
b) en el ámbito legislativo: un sistema de justicia viciado y corrompido, como por ejemplo, aceptación en el juicio de testimonios falsos y/o testimonios dudosos, jueces parciales, jueces que aceptan soborno, manipulación de las leyes, entre otras formas de perversión del Derecho;
c) en el ámbito político: anarquía (por un lado) y liviandad (por el otro);
d) en la esfera familiar: pleitos, amarguras y degradación del ser hombre y de sus sueños.

De allí la relevancia que tiene el estudio y la internalización de los principios filosóficos que el Noajismo propugna y defiende a escala mundial: el orden individual y colectivo, la bondad, el esfuerzo, la libertad del pensamiento y la refinación del carácter, siendo esta última la finalidad esencial del ser Noájida, lo que en realidad significa: buscar con estricta justicia aquello que es justo y así actuar, de acuerdo a las más elevadas normas de equidad contenidas en las 7 Leyes Universales y siguiendo fielmente los Códigos de Ética que le son intrínsecos.

Para conseguirlo, el Noájida deberá enmarcarse dentro de las siguientes pautas de la moral y la ética:

1. Debe ser distinguido como un ciudadano virtuoso y conocedor de las leyes de su país, siendo cuidadoso en reconocer, señalar y combatir todo aquello que entra en la esfera de lo pernicioso y lo innoble.
2. Para ello, debe estar cercano a las necesidades de sus conciudadanos y al pueblo al cual pertenece, para instruirles en la senda de la justicia y para reprocharles y orientarles en lo que resulta ser repugnante para la comunidad. Afirma el Talmud, respecto a nuestros deberes como ciudadanos ejemplares: “Cualquiera que sea capaz de advertir reprochando a los miembros de su casa por incumplimiento y no lo hace, es castigado y considerado culpable de los pecados que estos cometan; por no advertir a la gente de su ciudad, es castigado por los pecados de la gente de su ciudad, por no advertir al mundo entero, es castigado por los pecados de todo el mundo”. (Shabat 54b).
3. Debe ser estrictamente recto y ecuánime en sus apreciaciones. Ordena el Eterno en su Palabra: “La justicia, sólo la justicia seguirás, para que vivas y tengas en posesión la tierra que el Eterno tu Dios te da.» (Deuteronomio 16: 20).
4. Si está desarrollando actividades de gerencia, debe rechazar totalmente la corrupción, por más leve que esta pudiera ser, en especial, el soborno.
5. Si es Juez, debe juzgar basado en evidencias y testimonios, objetivamente, esto es, a través del intelecto y no por emociones o presiones de otra índole, como por ejemplo, una amenaza en su contra, predisposición contra uno de los imputados, xenofobia, soborno, entre otras formas de acobardamiento. Dice el Texto Sagrado: «Cuando haya pleito entre algunos y acudan al tribunal para que los juzguen, absolverán al justo y condenarán al culpable.» (Deuteronomio 25:1). También señala: «No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos.» (Deuteronomio 16:19); y «El que justifica al impío y el que condena al justo, ambos son abominables al Eterno.» (Proverbios 17:15).
6. En fin, debe contribuir con el cumplimiento de las normas que han sido establecidas por aquellos hombres y mujeres que tienen la responsabilidad de hacerlo, reconociendo que uno de los primeros deberes del Noájida es “observar fielmente las leyes del Estado donde el Eterno lo haya destinado a vivir”, siempre y cuando no atenten contra su fidelidad al Eterno ni traiga desmejora a los Derechos Fundamentales del hombre.

Todos estos principios y normas (entre otros más) son los fundamentos sobre los cuales debemos edificar nuestra propia existencia y ayudar a nuestra familia a lograrlo, sin recurrir a bochornosas amenazas de tinte religioso, sin atropellos verbales o sicológicos, sin manipulaciones ni desmanes; sólo con la influencia positiva de nuestra palabra y conducta, que finalmente traerá, sin lugar a dudas, plenitud de libertad, seguridad jurídica y familiar en nuestra sociedad, logrando instaurar en ella, definitivamente, el Dominio del Eterno entre los hombres, cuya esencia es la justicia, la equidad y el orden, despertando en cada ciudadano su desarrollo integral, verdadera estabilidad social y la tan anhelada paz. Sólo entonces se podrá alcanzar el Estado Real, el Estado virtuoso que fuera vislumbrado y anunciado por los Profetas verdaderos de Israel.

3 comentarios sobre “EL NOÁJIDA ADVERTIDO Parte I”

  1. muy buen texto Señor Zambrano.. en estos tiempos como ud dice no solo en la politica, en la familia, sino en todos los ambitos hay desorden y corrupcion ejemplo en el ambito de la Educacion (universidades, escuelas liceos etc) (lo digo porque estudio en esta area), en el ambito de la economia, en el ambito de la religion… por eso andar de manera correcta delante de Dios primeramente y segundo ante los ojos de los ombres es nuestro propósito en esta tierra.. cumpliendo y enseñando los 7 preceptos..

    Gracias!!

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