Siempre es posible hacer un esfuerzo extra para alcanzar una meta ¿Por qué no hacerlo para servir mejor a los demás?El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para alcanzar un beneficio mayor, venciendo los propios gustos, intereses y comodidad.
Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico el término-, es un valor muy importante para superarnos en nuestra vida por la fuerza que imprime en nuestro carácter. Compromiso, perseverancia, optimismo, superación y servicio, son algunos de los valores que se perfeccionan a un mismo tiempo, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento personal.
¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Porque estamos acostumbrados a dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Dicho de otra forma: debemos luchar contra el egoísmo, la pereza y la comodidad.
Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior dependiendo de nuestros intereses: las dietas rigurosas para tener una mejor figura; trabajar horas extra e incluso fines de semana para consolidar nuestra posición profesional; quitar horas al descanso para estudiar; ahorrar en vez de salir de vacaciones… El problema central, es que no debemos movernos sólo por intereses pasajeros, debemos ser constantes en nuestra actitud.
Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar las horas con una lectura de particular interés o por nuestra mano dar mantenimiento al automóvil, suponen un esfuerzo personal -y dependiendo de su naturaleza un beneficio propio-, colaboran a vivir el valor del sacrificio, pero también es sacrificio saber dejar a tempo nuestras aficiones, aplazarlas y darles su momento, para servir a los demás y no descuidar nuestras principales obligaciones.
Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y obligaciones de forma extraordinaria, pero pocas veces llevan ese mismo esfuerzo en todos los aspectos de su vida: Pensemos en quien sólo asiste en casa los fines de semana pero se niega a convivir con la familia, salir de paseo o dedicar un tiempo a los hijos, argumentando cansancio y deseos de liberarse de la presión del trabajo. Pese a la realidad de esta situación, su sacrificio está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo extraño?. El valor del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese horario y con esas personas que desean gozar de la compañía generalmente ausente de cualquiera de los miembros.
En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a todo lo bueno que hacemos: expresar constantemente nuestro cansancio o echar en cara lo mucho que hacemos y lo poco que los demás nos comprenden. Esta forma de ser demuestra poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para evadir algunas responsabilidades.
Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes, pero pocas veces se notan cuando no existe la intención de demostrarlo: salir a trabajar habiendo pasado mala noche, o tal vez con ciertos síntomas de enfermedad; sonreír a pesar de nuestro estado de ánimo, sea de enojo o tristeza; colaborar en los cuidados de un enfermo; limpiar el piso de la oficina que se ensució por descuido; no asistir a la reunión semanal para llevar a los hijos a un evento deportivo.
Por otra parte, algunas situaciones son bastante fáciles de prever, como el compañero que siempre hace bromas pesadas; el bebé que una vez más necesita cambio de ropa; el platillo que nos desagrada; hacer fila en el supermercado… Son muchas las cosas que nos desagradan y no podemos esperar que todo sea a nuestro gusto. El verdadero valor del sacrificio consiste en sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin quejas ni remilgos.
Con todos lo ejemplos mencionados, podemos darnos cuenta que la mayoría de nuestros sacrificios están orientados a servir a los demás; tal vez, ni siquiera nos habíamos percatado de la importancia que tienen esos pequeños detalles para formar una personalidad firme y recia.
El espíritu de sacrificio no se logra con las buenas intenciones, se desarrolla haciendo pequeños esfuerzos. Por eso es necesario que tengas en mente:
– Aprende a darle un tiempo prudente a tus aficiones y descansos.
– Procura no hablar de tus esfuerzos, ni poner cara de sufrimiento para que los demás se den cuenta de lo mucho que haces.
– Haz un poco más de lo habitual: juega más con tus hijos; limpia y acomoda algo en casa; recoge la basura de los pasillos; convive con los compañeros de la oficina…
– Controla y modera tu carácter y estados de ánimo.
– Este último punto contempla de alguna manera a todos los anteriores: Haz una lista de las cosas que te desagradan y las que te cuestan más trabajo, elige tres y comienza a luchar en ellas diariamente.
Todo aquello que vale la pena requiere de sacrificio, pues querer encontrar caminos fáciles para todo, sólo existe en la mente de personas con pocas aspiraciones. Quien vive el valor del sacrificio, va por un camino de constante superación, haciendo el bien en todo lugar donde se encuentre.
bellos consejos.
es la batalla contra el EGO, alias Ietzer HaRa, para ser mejors cada dia.
parece q la gente no sabe q el placer no se obtiene en la pereza y la falta de valores, sino por el contrario en mantener bien en alto los valores que ud. esta difundiendo aqui, en HOGAR FULVIDA. GRACIAS!
Ese bichito que nos lleva a hacer lo que tenemos ganas y no lo que queremos.
Estoy aprendiendo cada día, eso hace despertar en la mañana y ver el día como una nueva oportunidad para crecer.
Un abrazo a esta peciada familia.
excelente daniel!
y a reproducirlo… difundirlo, enseñarlo, compartirlo…
tenemos q llegar a mas y mas corazones y mentes.
luego, cada uno sera libre si quiere y puede, pero nosotros tenemos q hacer nuestra parte…
Esta muy lindo todo esto que escribieron
El ayer ya paso y el mañana no esta. El hoy es el ideal para empezar
Gracias laura por este bello post
Algo no anda bien si veo mis responsabilidades como cosas por las que debo sacrificarme para hacerlas.
gracias amiga.
Hay un viejo cuento oriental en que el protagonista pide al Eterno le conceda dones.
Ya de viejo les cuenta a sus nietos el resultado.
— Pedí al Eterno que me diera fortaleza, y me puso obstáculos a superar.
— Pedí al Eterno que me diera inteligencia, y me dio problemas a resolver.
— Pedi al Eterno que me diera riquezas, y me dio trabajo a realizar.
— Pedí al Eterno que me diera salud, y me ordenó ejercicios físicos y sobriedad.
— Pedí al Eterno que me diera sabiduría y me dio textos para estudiar..
— Pedi al Eterno que me diera frutos y me regaló un azadón y tierra para cultivar.
— Pedí al Eterno que todo el mundo me quisiera y me hizo amar a todo el mundo.
— Pedí al Eterno paz y me hizo amar y comprender a todos mis semejantes,
muy bonito. muchas gracias!
Gracias Laura…
son destellos que impregnan el alma de todo aquel que se esfuerza por encontrar quello que vale la pena!
Un abrazo