La «Teodicea» nace como una reflexión sobre la naturaleza de Dios y la cuestión del mal, en concreto el porqué un Dios que es amor y bondad, siendo omnipotente, permite la existencia del mal.
El maremoto de Lisboa fue el desencadenante de la especulación teológico-filosófica, realizada dentro del cristianismo de la época (inicios del siglo XVIII de la era común).
La Teodicea de Leibniz
Cuestión que, poco más o menos, inaugura Leibniz en los siguientes términos:
“Los antiguos errores, profesados por los que acusaban a la divinidad o suponían la existencia de un principio malo, han sido a veces renovados en nuestros días; se ha recurrido al poder irresistible de Dios, cuando debía fijarse más bien en su suprema bondad; y se ha considerado como un poder despótico el que debía concebirse como dirigido por la más perfecta sabiduría. He observado que estas opiniones, que pueden causar mucho daño, han sido sostenidas, apoyándose particularmente en nociones confusas tocantes a la libertad, a la necesidad y al destino; esto me ha movido más de una vez a tomar la pluma para aclarar puntos tan importantes, y finalmente me he visto obligado a condensar mi pensamiento sobre todas estas materias tomadas en conjunto, y darlo a conocer al público. Este es el objeto del ensayo presente sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal.”
(Gottfried Wilhelm Leibniz, “Teodicea”)
Leibniz habla aquí del problema de la existencia del mal, ese problema no lo sería sino fuese porque se conjunta con la omnipotencia de Dios, de lo cual surge la pregunta ¿cómo un Dios bondadoso y omnipotente permite la existencia del mal? La respuesta de Leibniz es la elaboración de un sistema filosófico en el cual el mal no lo ha creado Dios y no lo permite aleatoriamente, sino que lo hace con una finalidad –si se quiere hasta probatoria, en el sentido de “prueba de fuego”, de algo iniciático o “depurativo”-, no en vano “teodicea” significa “justicia de Dios” pero, también, “justificación de Dios”.
La cuestión del mal y su relación ajena a la voluntad de Dios también la trata John Milton en “El Paraíso perdido”, pero Milton “esquiva” la cuestión de la omnipotencia y permisividad divina, y se centra en la figura del “Maligno” y, en cierta medida, de la libertad de elección tanto en ángeles como en humanos. Lo curioso de Milton es que las razones que pone en boca de Satanás resultan de lo más convincentes.
La cuestión de la existencia del mal como permisión
La teodicea lo que plantea es el problema de la bondad de Dios y la presencia del mal, aunque Leibniz lo haga “justificando” a Dios. Dicho de otro modo como es posible que un Dios bondadoso y omnipotente permita la existencia del mal.
No es solo el mal introducido en la naturaleza humana a partir del pecado original sino de “todo” el mal -puesto que el mal es, en teoría, preexistente a la naturaleza humana, recordemos que se introduce externamente en ella, no nace con ella, por tanto el mal es, en principio externo y previo al hombre-.
Los axiomas que se barajan en la “Teodicea” son que Dios es bondadoso y que es omnipotente, luego el problema a resolver es el porqué del mal -que es previo y externo a la humanidad, otra cosa es que se introduzca en su naturaleza y pase a formar parte de la misma- ¿cual es el sentido de esa permisividad? eso es lo que se plantea.
Lo cierto es que la teodicea se encuentra con algunos problemas porque parte de: a) que Dios es bueno, b) que Dios es omnipotente -hay más cosas pero eso es lo básico-. Eso hace incomprensible tanto la existencia del mal como que se le permita actuar.
Con lo cual llegamos a las explicaciones. Alguna va por la vía del libre albedrío, solo que eso se encuentra con alguna pequeña paradoja, por ejemplo: un asesino escoge libremente asesinar sin embargo su víctima ve anulada su libertad -dado que no escoge ser víctima-. Otras explicaciones van por la vía de la acción del Maligno –es la vía de Milton-, pero se supone que el Maligno no es omnipotente sino que esta sujeto a la autoridad y omnipotencia de Dios, por tanto esa explicación tampoco sirve puesto que devuelve a las preguntas iniciales de la teodicea ¿cómo un Dios omnipotente y bondadoso permite la existencia y actuación del mal? Hay otra respuesta más, totalmente «ad hoc» y funcionalísima: los caminos y designios del Señor son inescrutables.
Los axiomas
No es del todo correcto identificar dogma con axioma, el axioma es un principio indemostrable sobre el que se basan los dogmas, pero no son lo mismo. El axioma es indemostrable porque se considera que no precisa demostración -la necesidad de una causa incausada de Santo Tomás es un axioma, a partir de él organiza todas las vías tomistas, es un principio indemostrable del que se considera que no precisa demostración-.
Los axiomas que utiliza el cristianismo son los relativos a la primera acepción RAE, es decir, proposiciones tan claras y evidentes que no precisan demostración. Ahora bien, se puede dudar -o poner en tela de juicio- que esas proposiciones sean tan claras y evidentes, porque una cosa es una proposición tan clara y evidente que no precisa demostración y otra una proposición «ad hoc», y muchos axiomas del cristianismo son «falsos axiomas» pues son proposiciones «ad hoc».
“Pero si el conocimiento del principio de continuidad es importante para la especulación, el de la necesidad no lo es menos para la práctica, y éste será el objeto del presente tratado, incluyendo además los puntos que se relacionan con él; a saber: la libertad del hombre y la justicia de Dios.”
(Gottfried Wilhelm Leibniz, “Teodicea”)
Leibniz ya deja claro que va a defender axiomas, sucede que en su caso introduce el concepto de “necesidad”, que viene a salvar –o a intentarlo- el reproche que, objetivamente, puede hacerse a lo “ad hoc”.
Interesante el artículo estimado Drungario, Leibniz es uno de los racionalistas que postulan que este es el mejor mundo posible, pero parece ser que en su pensamiento hay contradicción implícita, una de sus contribuciones al análisis, porque el problema queda planteado en que si este es el mejor mundo posible, ¿cómo es que detectamos ( con nuestro propios medios racionales) que puede haber uno mejor, y aún más, procuramos construirlo?. Probablemente la tesis podría replantearse en : este es el inicio del desarrollo de un mejor mundo posible … Voltaire tenía razón con el doctor Pangloss…
Hola curioso,
En relación a Leibniz y los mundos posibles hay que darle el mérito de abrir el campo de los universales platónicos y de las ideas a algo más allá: los mundos
imaginados como cosa existente en cuanto posibilidad, lo que llevará a la semántica de los mundos posibles y a la lógica modal. Lo de que «este» es el mejor mundo posible lo entiendo a partir de una doble vertiente, ciertamente existe el aspecto de «salvar» la acción del dios cristiano -como es bueno «este» es el mejor de los mundos posibles-, pero otra vertiente nos lleva a una concepción de «presente permanente», es decir «este», en cada momento, es el mejor mundo posible porque… «este» es el que tenemos, y cada vez tenemos «este» -Leibniz tenía su «este mundo» y… nosotros tenemos el nuestro, pero ni Leibniz ni nosotros podemos escapar a otro mundo que el que vivimos en cada momento-.
Pero Leibniz hace algo más, al centrarse en la posibilidad y en la libertad de elección -aunque racional, no arbitraria- abre camino en su pensamiento a la idea de la voluntad limitada y la voluntad ilimitada, lo cual nos acercaría, desde otra vertiente, a una cierta semejanza con los conceptos de «ratzón» -voluntad- y «En Sof» -infinito- y a las manifestaciones de este último a través de la primera.
Un saludo