Un científico descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba
imposible distinguir el original de la reproducción.
Un día se enteró de que andaba buscándole el
Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias
de sí mismo.
El Ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.
Regresó de nuevo y dijo: «Debe de ser usted un
genio, señor, para haber logrado tan perfectas
reproducciones de sí mismo, sin embargo, he
descubierto que su obra tiene un defecto, un
único y minúsculo defecto».
El científico pegó un salto y gritó: «¡Imposible!
¿Dónde está el defecto?».
«Justamente aquí», respondió el Ángel mientras
tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. «Todo lo que hace falta para descubrir al «ego» es una palabra de adulación o de crítica».
Autor Desconocido
A cuidarnos de los halagos y/o de las criticas.
Como dicen por ahi:
«En boca cerrada no entran moscas». Gracias profe.
Buena historia, me gusto.
Excelente. Gracias Jona.
Pero que hubiera pasado si fueran copias en todo sentido, conocimiento, ego, fisico ?
si fuese asi creo q jamas podrian estar juntas todas las copias en un solo sitio! Se armaria un conflicto grandisimo!!!
jejej muy bueno.