El juicio, el juzgar, es una parte esencial de la personalidad humana.
Sin juicio estamos sometidos a las pasiones, a los preconceptos, a las emociones, a las creencias absurdas.
El juicio es indispensable, es una cualidad muy humana.
El juzgar no tiene nada de vicioso, pecaminoso, engañoso, malicioso, siempre y cuando sea hecho correctamente, con la finalidad de encontrar la verdad, para establecer la paz, para equilibrar lo que las acciones u omisiones han desequilibrado. La justicia, y por ende el juicio justo, es uno de los pilares del mundo.
Así nos enseñan los Sabios de la Verdad, por ejemplo cuando expresan: “En virtud de tres principios el mundo perdura; por la justicia, por la verdad y por la paz.“ (Pirkei Avot 1:18).
De hecho, es el propio Divino Autor quien manda a los hijos de Su nación: “Juzgarás a tu prójimo con justicia." (Vaikrá / Levítico 19:15; mitzvá 235 del sefer HaJinuj).
Cada uno tiene el derecho y el deber de llevar una vida ajustada a juicio, ¿cómo? Juzgando al prójimo con justicia. Cooperando para que la sociedad sea justa. Aportando lo que sea necesario para que la justicia reine.
No es rehuyendo el juicio, ni proclamando la falta de competencia para juzgar, o predicando que no se ha de juzgar al prójimo y a uno mismo.
Pero dentro de los parámetros correctos, sin traspasar los límites.
Una de las pautas para no caer en error del juicio injusto es: “trata de juzgar a toda persona meritoriamente” (Avot 1:6).
Luego, como uno no debe erigirse en único juez, mucho menos si es parte del asunto, es que se debe recurrir a las instituciones sociales que funcionan en el establecimiento de la justicia.
La facultad de juzgar en la sociedad recae sobre sus representantes escogidos para tal finalidad, los jueces. Éstos deben cumplir con varios requisitos que fueron estipulados en los códigos legales, para evitar corrupciones, injusticias, errores, etc. La base está en unos pocos versículos de la Torá: "Pondrás jueces y alguaciles para ti en todas las ciudades que el Eterno tu Elokim te da en tus tribus, para que juzguen al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y poseas la tierra que el Eterno tu Elokim te da." (Devarim / Deuteronomio 16:18-20).
Los jueces designados son representantes de la sociedad, dependen de ella para cumplir sus tareas. Por tanto, no hay justicia en una sociedad carente de personas justas.
Pero, el prejuicio, el pre-juicio, el juicio que no se basa en fundamentos, que no busca la verdad, que etiqueta y degrada, que oculta la razón y la luz, que se usa como arma de dominación, no debe confundirse con el juicio justo, con el juzgar con prudencia y sabiduría.
El prejuicio es la corrupción, el mal uso, el abuso del pilar de la justicia.
Muchas veces hemos oído a personas confundidas, por lo general adherentes a diversas idolatrías, que tiene como lema “no juzgar”, “no juzgues si no quieres ser juzgado”, o “solo Dios juzga”; sí, muchas veces usan ese recurso cuando no pueden sostener y responder a la mínima visión crítica de sus doctrinas corruptas, de sus acciones extraviadas que se disfrazan de santidad. Entonces se hacen pasar por santos, por divinos mensajeros, por personas que no juzgan, para acto seguido lanzar una sarta de prejuicios, agresiones verbales, falsedades, y provocaciones prejuiciosas.
Sabemos que todas las agresiones parten del mismo núcleo, del EGO que toma el control de la persona.
Entonces, cuando desviamos nuestra capacidad de juzgar para convertirlo en un arma de agresión, en un método impuro de dominación, en un mecanismo de extorsión, estamos actuando bajo el manto oscuro del EGO y no a través del manto luminoso del AMOR.
Suele ocurrir que los que prejuzgan se sienten juzgados, que son amenazados, presionados, tenidos bajo el ojo criticón y poco amable de un amo. También es probable que en su infancia hayan sido sometidos a juicios severos, a amargos castigos, a palabras injuriantes de parte de aquellos que debieran amarlos por encima de cualquier circunstancia.
Puede ser que hayas sido invisible para tus padres, o que solo te vieran para criticarte o mandarte. A veces, absolutamente invisible.
Como sea, no recibiste el AMOR que precisabas, mientras crecías crecía en ti el odio, el resentimiento, la violencia, la amargura, la necesidad de ser amado, la duda de no saber por qué no eras querido y cuidado, crecía en ti el EGO.
¿A quién lastimas cuando cargas con la mochila del rencor?
¿A quién dañas cuando sigues con el resentimiento?
¿A quién enfermas cuando te la pasas juzgando sin encontrar méritos favorables?
¿Con quién estás enojado cuando te enojas?
Esperar a que el otro sea perfecto para respetarlo, que sea como queremos para amarlo, que nos brinde lo que queremos para aprobarlo, es propio de la infantilidad del EGO. Es otra forma de rechazar la vida y abrazar la muerte. Es otra manera de ser infeliz, cargado con oscuridad, encerrado en tu celdita mental.
Recuerda que tú, al igual que el otro, en el interior llevas/eres una luz pura, una esencia divina, un espíritu intachable. El Yo Esencial de cada uno es bello, bueno, noble, amable, digno. El tuyo y el del prójimo. Solo que nos revestimos con disfraces, con antifaces, con caricaturas del Yo Vivido. Eso nos hace actuar con malicia, con pobreza moral, con resentimiento, con rencor, con falta de solidaridad, con EGO.
Si dejamos de lado el juicio inútil, la excusa para el odio y el alejamiento, entonces podremos llevar una mejor vida.
Perdonar, sin dejar de lado el recurso de la justicia institucional.
Pedir perdón, como parte de un proceso de auténtico arrepentimiento.
Dejar fluir lo que no es posible, ni dable, controlar.
Dar menos importancia al EGO para que reine el AMOR.
Suena muy ilusorio, muy romántico y poco práctico y practicable en el mundo.
Pero es posible, de a poco, paso a paso. Ir soltando el dolor, juzgar menos y comprender más, perdonar más sin por ello obstaculizar el trabajo de la justicia, reclamar menos, criticar amargamente menos, apreciar más lo bueno (oculto o manifiesto).
http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/dulcificar-el-juicio
Qué buen texto querido Moré, personalmente me reconforta mucho poder leerlo y comprenderlo de la manera tan clara como usted lo expone.
He tenido experiencias muy fuertes que me han puesto en situaciones en donde el EGO me ha dominado y los prejuicios han salido a flote: el juzgamiento sin parámetros donde la venda del dolor y el resentimiento me han esclavizado. Sólo gracias a aferrarme a HaShem, y el perseguir la justicia -aunque sea sumamente difícil y «poco práctico» como usted lo dice- sólo de esa manera he logrado sobreponerme y dominar el EGO…
…y aún así, ese es un ejercicio continuo, porque estamos tan expuestos a lo negativo durante nuestro día que es difícil no juzgar de manera errónea; al vecino, a la pareja, al amigo, al familiar, hasta a los misioneros que viven cegados por prejuicios debemos saber juzgar para no caer en su juego de egoísmo y manipulación.
No por nada uno de nuestros preceptos que el Eterno nos dio es: «Establecer cortes de justicia».
Gracias Moré.
Saludo a los amigos de esta familia Noájida.
Gracias More por este Post, es un buen complemento para entender una de nuestras 7 leyes.
Grácias Moré. Que bueno. No habia leido un documento en este hogar sobre el prejuicio, confieso que me faltan muchos por leer. En algún momento recuerdo al menos un documento donde observé una carga de prejuicio tanto en el texto como en sus comentarios. Entonces a leerlo varias veces, que muchos necesitamos este pan para meditar y asimilarlo en nuestra conducta. Saludos a todos.
Creo que en mayor o menor medida estamos llenos de prejuicios, decir que no es como decir que no tenemos EGO.
Pero bueno, a conocernos mejor y a trabajar por mejorarnos,
gracias Moré.
En Chile hoy estamos entrampados en si es o no posible juzgar y hacer que respondan ante las leyes los menores de edad que delinquen, estos, que saben su condición, están cada día más malos y sus actividades criminales están comenzando cada vez más temprano en sus vidas, y claro, se amparan en las ideas de un verdadero ejército de “especialistas” que los protegen , por lo tanto como resultado tenemos impunidad, una desagradable sensación de impunidad, de no poder hacer nada y estar a merced de jóvenes-niños cada día más violentos. Un artículo mío aparece en mi blog bajo el titulo “Los dolores que vienen del Byron”.
Este texto debería formar parte de los textos introductorios a la judicatura en cualquier escuela judicial y de Derecho también
Gracias querido moré
«Si dejamos de lado el juicio inútil, la excusa para el odio y el alejamiento, entonces podremos llevar una mejor vida.
Perdonar, sin dejar de lado el recurso de la justicia institucional.
Pedir perdón, como parte de un proceso de auténtico arrepentimiento.
Dejar fluir lo que no es posible, ni dable, controlar.
Dar menos importancia al EGO para que reine el AMOR»
Que gran concejo, suena sencillo pero requiere de un verdadero trabajo personal por encontrarnos con ese «algo de divinidad» que todos albergamos, … «Todos»
y por supuesto nunca olvidarnos de nuestro Ego y del que pertenece al prójimo… dejaremos entonce de señalar, o dado el caso de devolver señalamientos (aunque bajo otras formas dañinas y nocivas), para encontrarnos con el otro en lo posible, también.
Un abrazo, y gracias!!!
Gracias Morè.