Tu sector racional del cerebro, la corteza prefrontal, ha llegado a un acuerdo: cambiarás para mejorar desde ahora.
Se compromete, resuelve y anuncia de manera contundente. Su mensaje se esparce desde la boca hacia fuera, con ánimo y agitación sabe que no será sencillo avanzar fuera de su zonita de confort, pero está decidido y, como dicen los “grandes sabios místicos”, al estilo Coelho o algún personaje religioso: si piensas positivamente ya el universo (Dios, el destino, algo) se complotará para darte lo que quieres, tú solo afírmalo con ganas, decreta (es esa la palabrita poderosa que usan) que los ángeles, demonios o fuerzas sobrenaturales harán el resto.
Pero, a los dos minutos ya estás en el mismo viejo sendero, equivocándote, empeorando, amargándote por estropear tu autoestima con promesas incumplidas, te justificas, echas culpas, te declaras ateo o pecador, o miras para otro lado haciéndote el distraído.
Nos olvidamos de un pequeño detalle: el hábito, que no se evapora por la mera presencia de la intención, o los buenos deseos, ni el pensamiento positivo.
Los hábitos se forman con la repetición de conductas, una y otra y otra, hasta que finalmente se internalizan, perdemos la conciencia sobre ellas, las ejecutamos sin más.
Se consolidan de tal forma que pasan a ser como una naturaleza automática que nos gobierna.
Los hábitos positivos, así como los negativos.
Positivos: no mirar el teclado al tocar piano, o al escribir en la computadora, o poner las marchas mientras se aprieta el pedal del embrague, entre tantos cientos que nos acompañan y facilitan la vida cotidiana.
Negativos: encender el cigarro ni bien despiertos, encender el cigarro ni bien apoyado el trasero en el auto, encender el cigarro para acompañar el cafecito, creerse poca cosa, aceptar ser humillado, participar del hostigamiento hacia otros, cientos de ellos que nos perjudican y suelen dañar al prójimo.
Para empeorar el asunto, detrás de los hábitos negativos se esconde el EGO, con su escaso poder pero enorme influencia.
El EGO ataca, critica amargamente, hace sentir impotencia, somete a escarnio, pone en situaciones molestas en las cuales reaccionamos como un bebe descontrolado.
Lo hace todo el tiempo, desde el momento del nacimiento. Es parte de nuestra naturaleza terrenal, la cual se ve solidificada por la formación de los hábitos tóxicos.
Cuando se critica duramente, cuando no sabe emplear la Comunicación Auténtica consigo mismo, cuando no avanza en la TESHUVÁ, está cooperando con su fracaso.
Como fracasa, o cree/supone que lo hará, se siente en impotencia. Por lo cual, de manera natural se dispara el EGO con sus herramientas. Lo cual le pone en una situación aún más incómoda. Mayor desfallecimiento, por tanto más necesidad de ejercer respuestas desde el EGO.
Sí, es un terrible, triste y lamentable círculo pernicioso, que te hunde más y más.
Es bueno saberlo, para tener el control de aquello que podemos controlar. En tanto que, lo que no podemos controlar deberemos dejarlo fluir sin apegarnos a ello.
Si aparecen los pensamientos críticos demoledores, pongamos un alto; dejemos de acusarnos, maltratarnos, culparnos, amenazarnos, acusarnos, con poca realidad detrás-
Seamos compasivos, sin por ello justificar la pereza o la desidia.
Tengamos una mirada de constructor de Shalom con nosotros mismos, de bondad Y justicia, misericordia Y dureza, flexibilidad y determinación.
Pongamos en funcionamiento la atención plena, la comprensión, la aceptación hacia nosotros mismo como medios eficaces para desvirtuar la influencia del EGO, y así encaminarnos a lograr nuestros propósitos.
Mi intención es lograr X cambio en mi vida, sé que tengo una lucha feroz contra el hábito. Si quiero dejar de fumar, tengo que modificar hábitos muy fuertes, aparte de la adicción química, además de las trampas del EGO. Por lo cual, no alcanza con desear, ni planificar, ni pagar terapias caras. Mientras no elaboremos algún hábito que reemplace al negativo, estamos a merced de seguir haciendo lo mismo y peor.
El EGO se encargará de inventar excusas para desviarnos, para tropezar, para creernos muy listos por hacernos trampa al solitario. Pero después, irrumpe el sentimiento de culpa, el castigo auto impuesto, la necesidad de escondernos de la humillación, etc. Lo que nos arrastra a mayor dolor e impotencia.
Por tanto, ¡mucho cuidado!
Seamos cautelosos, al mismo tiempo que trabajadores incansables. Tengamos compasión de nosotros, sin usarlo como mecanismo para fracasar.
- Propón el cambio, es genial al menos hacerlo.
- Escríbelo y léelo.
- Tenlo siempre presente.
- Reconoce tus dificultades, no las niegues, no las maquilles, no culpes a nadie; simplemente admite pero no actúes para tropezar.
- Analiza tu mal hábito, date cuenta de aquello que lo hace disparar automáticamente y evita ese gatillo.
- Sé compasivo con tu debilidad, en tanto te entrenas para adquirir destreza y poder.
- Acepta la compasión de los demás. Admitir ante personas que construyen Shalom tu debilidad no te coloca en situación de peligro, por el contrario, recibirás el apoyo en la medida de las posibilidades. Pero claro, con gente que construye shalom.
- Recuerda que todos los miedos se reducen en el fondo a uno solo: el no poder. Somos limitados, muy limitados. Está bien que lo sepas y lo admitas. Si tienes dificultades particulares, también es bueno que lo admitas. Pero, si te dejas llevar por el miedo (que no tiene nada que ver con la cautela), estás en el camino de la derrota.
- Trátate con respeto y cariño. Si vas a acusarte por haber caído en la debilidad, hazlo como un padre amoroso con su hijo, como un amigo con su buen amigo. No asumas el papel de tremendo juez, verdugo sanguinario, déspota que maltrata para mantener la fachada de poder.
- Disfruta de lo que tienes permitido y agradece.
- Vive a pleno el aquí y ahora, sin por ello comprometer tus posibilidades del futuro.
- Haz tu parte, con acciones que sean buenas Y justas.
Al final, no sé si alcanzarás tu meta, porque nosotros podemos hacer nuestra tarea pero el resultado no depende de nosotros.
Lo que sí sé es que estarás aprovechando a pleno la bendición que llueve sobre ti, modificando tu ser para estar en sintonía con el mundo espiritual, y esa es una victoria excelente y duradera.