Bereshit / Génesis 5:1
El Eterno tiene Su morada en cada uno de nosotros, los humanos, y no depende de nuestras acciones o voluntad.
Hagamos o dejemos de hacer, pensemos o sintamos, confesemos o guardemos para lo más privado, cualquiera fuera la creencia o la renegación, nada cambia este hecho; puesto que en cero absoluto depende del hombre, solo de Dios.
Una “chispa” de Él nos da la identidad espiritual, nuestra NESHAMÁ divina.
Sin ella, no somos humanos.
Por ser ella, somos descendientes de Adam.
Todos somos hijos de nuestros padres biológicos, pero también de nuestro padre espiritual que es el Eterno.
Zejariá / Zacarías 14:9
Pero, esa residencia del Eterno no es percibida por nosotros, no hay un órgano sensorial disponible (al menos en la actualidad) para detectar y comprobar Su presencia.
Cuando el área de la profecía de nuestro cerebro se active nuevamente, en algún futuro cercano si Dios quiere, en la Era Mesiánica; entonces tendremos una sensación cierta del Eterno; obtendremos en algún grado la revelación de Su Voluntad de manera más o menos directa. Ya nadie podrá dudar de Su existencia y Su relación constante con Su creación, será el momento en que toda boca confesará que “Dios es Uno y Su Nombre Uno”.
Shemot / Éxodo 25:8
Por ahora, y sin recurrir a la inspiración profética, podemos llegar a ser conscientes de ser morada del Eterno cuando vivimos de acuerdo a los mandamientos que Él nos ordena, los Siete de las Naciones para cada uno de los gentiles (no judíos), y los que correspondan de los 613 mandamientos de la Torá para los judíos.
Shemot / Éxodo 29:45-46
No tenemos acceso a sentir a la NESHAMÁ, podemos racionalizarse o tal vez intuirla. Nuestra naturaleza nos impide acceder a captarla, no tenemos ninguna capacidad perceptiva de ella, pero sí estamos constantemente siendo esa NESHAMÁ, que nos nutre, nos orienta, nos da vida eterna. Además de nuestra incapacidad, se añaden las cáscaras y obstáculos a su LUZ, que vamos formando cada vez que nos desviamos del buen camino.
Así mismo, es inconcebible la Divina esencia, absolutamente diferente a todo lo creado, y por tanto fuera de cualquier registro intelectual, imaginativo, asociativo. Él es y el conocimiento de Su ser nos es negado por siempre.
Son grados de ocultamiento: Su esencia fue/es/será impenetrable; Su morada en nosotros, con claridad puede ser sentida por medio de la dote profética (inactiva desde hace unos 2500 años hasta la fecha); Su morada en nosotros, conocida cuando estamos actuando en total armonía con los mandamientos que nos competen; y podemos darnos cuenta de Su poder, amor, sabiduría, presencia atendiendo a Sus obras, así como a las palabras de los verdaderos profetas de antaño, aquellos cuya voz quedó registrada para las generaciones en el TANAJ.
1 Melajim / I Reyes 19:9-13
Al llevar una vida de armonía interna/externa, es decir, de cumplimiento de los mandamientos, encontramos de pronto que no estamos realizando acciones meramente con nuestro cuerpo, es decir rituales vacíos de trascendencia, o que esos actos nacen de un decreto social, o que tienen origen en el intelecto del hombre; sino que de alguna manera percibimos una realidad diferente, cotidiana pero sagrada. Es una presencia permanente, pero silenciada por el bochinche de la vida sin compromiso espiritual (que es el cumplir los mandamientos, y así unificarnos con el Eterno y Sus cosas).
Cuando logramos acallar el bochorno de la falta de espiritualidad, o de su perversión que es la religión; descubrimos un suave murmullo que proviene de la NESHAMÁ.
Es lo que el Eterno quiso que entendiera el profeta Eliahu/Elías, a las afueras de la cueva del monte Sinaí, pero lo que el profeta no consiguió hacer plenamente consciente.
Devarim / Deuteronomio 4:4
Él está con nosotros, en nosotros.
Estamos unidos a Él, sin necesidad de religarnos, porque nada rompe la ligadura brillante con Él.
Ieshaiá / Isaías 1:13-15
Pero contaminamos nuestra vida con acciones que se desvían de la ruta trazada por Él a través de sus mandamientos.
Por ejemplo los seguidores de la idolatría, como la del falso dios y falso mesías en cualquiera de sus versiones, tal como cualquier otro desvarío religioso. O los que asesinan adrede. O los que roban. O los que son infieles a su cónyuge. O los que estafan. O los que corrompen el juicio. O los que se burlan del inocente. O los que ingieren lo prohibido para ellos. O los que se esfuerzan en rituales pero están vacíos de caridad. O los que repiten lemas de textos sagrados pero no los practican en su vida cotidiana. O los que están sumergidos en corrupción. O los que anhelan el mal y lo provocan. O… toda la larga lista de pecados y errores, en cualquiera de sus cuatro grados posibles.
Incluso, o especialmente, aunque estemos llenos de piedad externa, o sinceramente nos creamos santos y consagrados, pero realmente no llevamos a la práctica los mandamientos que nos corresponden.
Irmiá / Jeremías 2:32
Los pecados y errores tienen efectos negativos multinivel, entre otros provocar cáscaras y máscaras que van impidiendo que que Su Luz nos alcance.
Así, faltos de conciencia y entendimiento, podemos imaginar que estamos sin Dios; o que se ha roto nuestro lazo; o que cargamos una culpa colectiva por un supuesto pecado original; o que Él no existe; o quizás nos detesta y abandonó a nuestro destino; o que es una deidad perversa que nos castiga con una Ley imposible de ser cumplida; o quizás que algún fantástico dios dio su vida para nuestra salvación y con ello volvemos por mera fe a ser aceptados por el Padre… ¡todo estas ideas erróneas son producto de la ignorancia de las cosas del Eterno y Sus caminos!
Porque, aunque estemos hasta el tope hundidos en pecados, Él sigue siendo nuestro Padre; puede tener oculto “Su rostro”, pero no nos despoja de nuestro lugar de ser Sus hijos, y como tal mantiene siempre abierta la puerta del retorno, de la TESHUVÁ. Que no implica fe, ni sacrificios sanguinarios, ni adoración teológica, ni piruetas para explicar lo ridículo, ni ceguera de la razón, ni negar nuestras dimensiones, ni aferrarse a figuras de autoridad eclesial, ni nada de lo que habitualmente mercan las religiones para seguir obteniendo poder.Sino, simplemente el camino de la TESHUVÁ, del verdadero retorno a nuestra identidad esencial, que es el regreso a tomar la mayor conciencia posible del Eterno.
Ieshaiá / Isaías 1:16-20
Él aguarda, con paciencia, a que retornemos a la senda.
No por medio del vacío de la fe; ni con extraños sacrificios; ni por medio de rituales y malabares teológicos; nada de esto es lo que Él propone como remedio para el hijo que anda extraviado y debe volver al hogar.
El camino del retorno se llama TESHUVÁ, y está abierto, por lo general, para todos.
No hace falta fe, ni creencias complejas, ni amargar la vida con pensamientos rebuscados y malabares intelectuales.
Simplemente hace falta reconocer nuestra lejanía del camino del bien, decidir abandonar el mal, ¡hacerlo! Es necesario enmendar lo dañado, reparar al que hemos lastimado, confesar nuestro desvío para que tengamos claro el compromiso de no volver a caer en el opacamiento de nuestra Luz.
Tehilim / Salmos 34:15
Apartarse del mal para hacer el bien.
Y luego seguir confiados y convencidos, construyendo SHALOM por medio de acciones leales de bondad Y justicia.
Mishlei / Proverbios 12:15
Para muchos esta verdad clara que hemos expuesto con sencillez, será incomprensible, puesto que chocarán contra un muro durísimo, debido a estar encarcelados en sus celditas mentales, producto de los aprendizajes y del adoctrinamiento al cual se han visto sometidos.
Se les inyectó el veneno de la fe en la magia, en dioses al servicio del hombre, en la fantasía del querer es poder, en la efectividad de la superstición, en la reverencia incondicional a textos o personajes religiosos, en otros delirios que nacen del EGO y se aprovechan del intelecto secuestrado y de las emociones desequilibradas. Son religiosos en lugar de vivir su espiritualidad a pleno.
Creen, y por creer ya tienen por seguro que sus creencias son las que valen, y quien las ponga en duda o las contradiga, es un infiel, maldito, hereje, digno de terribles escarmientos. Con esa creencia necia y ciega, se cierran también a sí mismos la posibilidad de pensar y librarse. Viven bajo la amenaza que ellos mismos lanzan hacia los demás.
Mishlei / Proverbios 1:33
Es necesario desaprender lo que ha aprendido en los antros de instrucción religiosa/sectaria, o en los postulados sociales que con mayor o menor disimulo sostienen los mandatos religiosos patrocinados por el EGO.
Es necesario dejar de lado la repetición de creencias erróneas y que afean el alma, y dedicarse a construir SHALOM, interno consigo mismo, y con el entorno.
Menos religión y más espíritu.
Menos orto-doxia y más orto-praxia.
Cuando lo haga, seguramente no tendrá dudas acerca de la existencia y presencia del Eterno.
¿Es claro?
(Texto originalmente escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, replicado aquí por su importante sentido para el crecimiento de cada noájida).