El deseo de la NESHAMÁ no es, ni puede ser, ególatra.
No anhela poder ni control, tampoco supremacía o éxito.
No busca escapar del sufrimiento, ni renegar de la muerte, ofender al contrario, así como no se resiente por el acecho de la impotencia.
Es pura,
por tanto conectada a la vida,
vivifica, en lugar de agredir, corromper, paralizar y matar.
Ningún deseo o acción contraria a la conexión con la vida tiene cabida en ella.
Es creación directa del Eterno,
una chispa de la Divinidad,
por lo cual, no contiene manchas, opacidades o fisuras que puedan llevar al mal.
Desea la unidad del todo,
aun en la diferenciación,
sea ésta real o aparente.
Funciona de acuerdo al Código del Amor.
Para materializarse en este mundo,
utiliza las máscaras del Yo Vivido que sintonizan con ella.
Cuando actuamos en acuerdo,
construimos SHALOM, interno y externo,
por medio de acciones de bondad Y justicia,
siendo leales al Eterno.
Los otros deseos, los nacidos de nuestra humana naturaleza imperfecta,
no son de por sí malignos o abyectos, los cuales debiéramos repudiar.
Muchos de ellos son necesarios e indispensables.
Cuando se armonizan con el Deseo del Yo Esencial,
entonces producen disfrute, goce, bienestar.
Al terminar nuestra travesía terrenal,
dejamos sembradas las obras,
de las que cosecharemos sus frutos en nuestra vida más allá de esta vida.
Consecuencia de nuestras acciones,
adobadas con la Misericordia Divina.
La gran tarea que tenemos por delante está sintetizada en estas líneas.