Dos límites

Nuestra Zona de Confort (ZC) se encuentra demarcada por dos límites:

  • el real; y
  • el imaginario.

Cuando pretendemos traspasar el límite real, nos golpeamos y no logramos atravesarlo.
Tal vez podemos encontrar alguna manera de sortearlo, sea intentando por otro lugar, con más fuerza, en otro momento, aunque tarde o temprano llegaremos al muro que es infranqueable.
Por tanto, con ingenio, creatividad, esfuerzo, dedicación, compromiso, paciencia, ejercicio, tesón, humildad, estudio seguramente que tendremos chances para dar algunos pasitos que en principio podrían resultar imposibles de concebir o caminar.
Pero, si al darnos contra el muro, el único procedimiento que usamos para cruzarlo es la repetición casi compulsiva de los mismos actos, chocando una y otra vez, sin variar, sin analizar los datos, sin buscar alternativas, sin evaluar racionalmente las posibilidades, entonces tal vez y con suerte tengamos algún avance; lo más probable es que nos llenemos de chichones y heridas de impotencia.

¿Cómo saber cuando hemos llegado al límite máximo y ya no vale la pena seguir intentando?
¿Cómo saber que es hora de probar otra cosa, dar finalizado algo, asumir nuestra limitación en ese aspecto?
¡Son excelentes y frecuentes preguntas!
Te pido que compartas conmigo y los lectores tus ideas al respecto aquí debajo, en la zona para comentarios.

El límite ilusorio está solamente en nuestra mente, tal vez se para sobre algunos aspectos pequeñitos reales, pero luego se hincha hasta abarcar terrenos en los cuales no existe ningún murallón, ni peligro cierto, y sin embargo nos paralizamos sin poder dar siquiera un paso.
Esta frontera se yergue de forma amenazadora, su irreal presencia nos llena de angustias terribles, de dudas, de impotencia mayor cada vez.
Lanza proclamas punzantes y dolorosas, en un monólogo interno y a veces hacia quien quiera oírlo, con los: no puedo, no sirvo, nunca lo hice, no podré, soy débil, soy inútil, mi madre me odia eso demuestra lo basura que soy, ya probé y fracase, mi destino es amargo, mi carta astral me lo marca, algún pecado cargo que me provoca esta vulnerabilidad, nadie me presta atención, si me muriera nadie se enteraría, quién puede quererme, etc.
Con el muro imaginario, uno de verdad no se choca, porque no hay nada ahí con lo que colisionar; y sin embargo, tiene una fuerza enorme para debilitar y tullir. Energía que es robada a la vitalidad, a la alegría, al emprender proyectos y realizarlos, al disfrute, a avanzar efectivamente, al estar en paz y en calma. Energía que se malgasta y no se invierte, sino que se diluye en intentos destinados al fracaso. Y también, energía dilapidada en tapar el daño provocado, en disimular la impotencia, en tratar de aparentar algo mejor a lo que se está viviendo, en inventar justificaciones, en quejarse, en echar culpas, en huir de la realidad, en defenderse, en agredir, en… ¡tantas cosas que sirven para mantener vigente el muro imaginario y profundizar el drama personal y de relación!
Aunque no lo parezca, los soberbios, los sabelotodo, los maltratadores, los chismosos, los perezosos, los envidiosos, los manipuladores, los que se creen merecedores de favores y dones especiales, y gente por el estilo; son típicas formaciones reactivas de gente aprisionada y agotada por sus límites fantaseados.

Contra la pared ficticia nos podemos seguir topando un millón de veces, padeciendo millones de veces, sin avanzar ni destinar las energías hacia algo productivo.
Nos consume.

Pero, ¿se puede atravesar este muro angustiante que nace en nuestras creencias?
¡Por supuesto que sí!
Porque, no tiene existencia real, aunque sus efectos son muy reales.
Al hacerte consciente de tus recursos, de tus potenciales, de tus fuerzas, así como también de tus creencias de fracaso, de tus miedos, de tus aprendizajes tóxicos; al hacerte consciente, estarás convirtiendo en humo a ese muro gigante, para poder cruzar sin problemas y ampliar así tu ZC y hacerla mucho más saludable, productiva, disfrutable.
Es necesario un trabajo de consciencia, pero necesariamente también de aplicación en la realidad. No basta con soñar, ni aprender a pensar en positivo; es indispensable actuar hacia la meta fijada, más allá del irreal muro que te detiene y angustia. El paso puede parecer doloroso, pero no lo es, por el contrario, es liberador, satisfactorio aunque no se alcance aquello anhelado.
Ya el hecho de diluir una muralla irreal, nos hace victoriosos.

Te brindaré un ejemplo de ambos casos.
1- Solicitan para un importante trabajo a una persona menor de 40, con certificado de conocimiento de inglés a nivel terciario, estudios y títulos en Recursos Humanas, y con al menos diez años de experiencia laboral en el rubro X.
Tengo 50 años, apenas si entiendo inglés, mis estudios son de jardinería y mecánica automotriz, nunca trabajé en el rubro X.
Evidentemente de estas paredes contundentes, quizás pudiera hacer algo con respecto al conocimiento de inglés, pero igualmente no podría calificar para este empleo en particular.
Son muros concretos, no dependen de mi imaginación.

2- Es la misma solicitud, pero tengo 35 años, estudié todo lo que piden y tengo certificaciones y títulos de todo ello, tengo más de diez años de experiencia; pero, de los dos últimos empleos me despidieron, y en las últimas dos ocasiones que me postulé para un trabajo no me aceptaron. Estoy seguro que algo falla en mí, no sé bien qué pudiera ser, pero evidentemente por algo me han echado y no me han vuelto a contratar. Mis amigos insisten en que me presente al llamado, pero yo estoy convencido que no sirvo, que pudiera seguir viviendo del seguro que otorga el Estado por desempleo algunos meses más y entonces ver qué hacer para mantenerme. Ya no me considero capaz de pelear por un puesto laboral de importancia, ni hacer valer mis estudios y experiencia. ME angustia la sola idea de sufrir un nuevo rechazo. Por lo cual, me enojo cuando mis amigos siguen con la misma cantinela, parece que les cuesta entender cuánto me tortura el ser un fracasado y saber con seguridad que no hay nada bueno para mí en el futuro.

Ahora, otra pregunta que resulta habitual e interesante: ¿Cómo saber que estamos ante un límite real y no imaginario?
A veces pudiera parecer difícil distinguirlos. Porque, aquello que denominamos real también llega a nuestra percepción y a nuestra conciencia a través de como desciframos “la realidad” y nos manejamos en ella. Entonces, pudiera resultar dificultoso discernir cuando estamos ante un límite u otro.
Tampoco para esta pregunta daré respuesta, ahora; sino que esperaré a que compartas conmigo y los lectores tus ideas, experiencias, lecturas, etc., que nos brinden alguna luz al respecto.

Deja una respuesta