Tu EGO es lo que te impide disfrutar de las cosas buenas de tu vida.
No es la falta de fe, ni alguna arbitraria deidad enojada, o un ente metafísico extraño, ni tu incapacidad moral a causa de taras espirituales. ¡Nada de eso!
Es el EGO, esa parte nuestra, natural, necesaria en su justa medida y función, que se ha convertido en un comandante cuando debiera ser un servidor.
El EGO se activa naturalmente cuando estamos en situación de impotencia.
Reacciona automáticamente para proveernos de mecanismos básicos, instintivos, para sortear ciertas situaciones peligrosas. Entre sus herramientas se incluye el llamar la atención a como dé lugar, para de esa forma obtener la asistencia de alguna persona –entidad- supuesta como salvadora y con poder.
El problema radica cuando ante sentimientos o sensaciones de impotencia se disparan las reacciones automáticas del EGO.
Como son solo sensaciones o sentimientos, como no hay algo real, material, que pueda modificarse para obtener algún relativo poder, la persona reacciona y sigue en sensación de impotencia. O se empeora, porque algo que ha hecho generó una incomodidad, una impotencia real, ya no solamente sentida.
El problema empeora cuando estamos en constante estrés, sintiendo continua impotencia, y no hay factores externos que la generen. Somos nosotros, nuestras emociones secuestrando los sentidos y los pensamientos que nos llevan a saturarnos de insatisfacción, amargura, incapacidad, debilidad y el tren de malestares que se forman por las reacciones provocadas por las herramientas del EGO.
Y el problema es todavía mayor cuando el EGO es el que ocupa el lugar de los otros funciones, particularmente las racionales adultas, decidiendo, actuando, tomando las riendas cuando solo debiera ser un componente de segundo orden.
Entonces, cuando uno podría estar gozando de lo bueno que cada día trae y haciendo todo lo posible por mejorar un poco, se tropieza en críticas amargas, quejas, demandas, obsesiones, miedos, provocaciones, amarguras inmotivadas, agresiones, amenazas, manipulación, ausentismo, celos agobiantes y una nutrida cantidad de otras conductas/creencias que conducen a la impotencia y a las reacciones del EGO.
No se disfruta de lo permitido, sino que se abraza a lo prohibido.
Y te repito, no es por falta de fe o por algún defecto “espiritual”, sino por no tener en claro el trabajo del EGO y cómo hacer para esfumar su dominio sobre nosotros.
Entonces, repetir y aburrir con esta temática se convierte en un pilar fundamental para una buena vida, para una existencia plena, llena de espíritu y por tanto de Dios.