El espléndido maestro de generaciones, el Rav Kook expresó en la introducción a “Orot haTeshuvá”:
התשובה היא תופסת את החלק היותר גדול בתורה ובחיים, עליה בנויות כל התקוות האישיות והציבוריות, היא מצות ה’ שהיא מצד אחד קלה שבקלות, שהרי הרהור תשובה הוא כבר תשובה, ומצד אחר הרי היא קשה שבקשות
(אורות התשובה הקדמה)“La TESHUVÁ ocupa la porción más grande en la Torá y en la vida, sobre ella se construyen todas las esperanzas individuales y colectivas. Es un precepto ordenado por el Eterno, que por una parte es sencilla de las sencillas, porque el deseo de TESHUVÁ ya constituye TESHUVÁ; por otra parte, es la más difícil entre las difíciles.”
En las religiones, todas ellas productos socializados del EGO, la TESHUVÁ es inexistente, o inoperante, o ineficaz, o de alcance limitado.
Porque para las religiones la libertad es un enemigo temido, ya que el hombre debe seguir esclavizado, sumiso, ignorante, orgulloso de su escaso conocimiento, imposibilitado de cuestionar críticamente, reducido a adorar del EGO en cualquiera de las formas y rituales que él codifica.
La presunta libertad que ofertan las religiones es otra forma de esclavitud. Tal como sus promesas de salvación y bendición.
Y TESHUVÁ implica necesariamente romper las cadenas dejar de estar sometidos, quebrar los ciclos tóxicos, salir de la celdita mental, aventurarse a decidir y escoger con libertad.
Es la TESHUVÁ la que nos asegura que podemos equivocarnos y no por ello condenarnos eternamente; por tanto, es la que nos ratifica la libertad.
(Recordemos que hay religiones con dioses que son seres poderos, otras son religiones sin dioses, otras anteponen sus creencias desviadas y las atribuyen al Uno y Único Dios, entre otras formas de enviciar la multidimensionalidad para apartar al hombre de su identidad verdaderamente espiritual).
Para aquellos que viven espiritualmente, y por tanto carecen de religión, el saber de la TESHUVÁ y adherirse a ella brinda consuelo, esperanza, fuerza, ánimo, confianza, poder, libertad.
Porque, el hombre es limitado, escaso su dominio, imperfecto y fácilmente tropieza y se confunde.
Si viviéramos bajo el reino de los dioses de las religiones, esa imperfección natural sería motivo para el castigo eterno, la condena más terrible.
El único escape que ofrecen las religiones es la esclavitud, el sometimiento, el dejarse caer abatido ante el dios, rogando por misericordia que no es merecida sino una gracia concedida por voluntad de la deidad, sin que opere ningún parámetro de justicia.
Ante esto se erige la TESHUVÁ que afirma que es posible el retorno a la senda correcta, que Dios está dispuesto a perdonar y ayudarnos a corregir nuestros errores.
No es necesaria la fe, ni la ceguera, ni la negación, ni el ritual, ni el sacrificio, sino la más básica de las tendencias espirituales: el anhelo por vivir de forma ética/espiritual.
Es por ello que este mandamiento (para los judíos, y gran conducta positiva para los noájidas) es considerado por el maestro como el más sencillo, ya que tendemos a él.
Está inscrito en nuestra NESHAMÁ, anhelamos establecer una armonía entre nuestro Yo Vivido y el Yo Esencial, aunque el EGO se interponga, aunque las manchas provocadas por nuestros pecados se interpongan y nos hagan sentir a oscuras y alejados de Dios.
Queremos el camino del Eterno, porque es nuestra esencia más auténtica, nuestra vida eterna. No la buscamos para obtener alguna ventaja práctica, o para satisfacer algún dictado egoísta, o por ser algo decretado obligatoriamente por el Señor. Sino que es la voluntad natural de nuestra espiritualidad.
Pero, al mismo tiempo es el mandamiento más difícil, porque el EGO nos lleva a considerarnos impotentes, incapaces, fallados, abandonados por Dios. Así es el EGO quien ocupa el sitial de dios, del rey en nuestra existencia. Nos impone la torpeza de la fe. Nos somete a ser sus esclavos. Nos hace creer que la TESHUVÁ es imaginaria y que solamente sometidos al EGO tendremos alguna salvación.
¡Cuán alejado de la verdad!
En lo posible debes evitar el pecado, es decir, desviarte del camino correcto.
Pero, si por alguna causa terminas apartándote de él, no te desesperes, no te angusties, no te des por condenado a un infierno (inexistente), no te aferres a creencias religiosas, no busques resucitados que te salven, no profundices tu exilio espiritual.
Mejor, emprende el camino del retorno, haz TESHUVÁ.
Está en ti la elección, si quieres vivir en verdad o quieres ser persona de fe.
Ambas juntas, son incompatibles.