Nos sometemos al EGO y por tanto vivimos en un mundo de engaños, donde tomamos la apariencia como realidad.
En nuestro interior ruge el caos, el cual a veces percibimos, o tal vez llegamos a intuir; pero pronto retornamos a la anestesia, nos adormecemos, volvemos a la rutina y el pensamiento prefabricado que repetimos sin parar que nos brindan cierta tranquilidad, la que es propia de la inconsciencia. Nos sumergimos en lemas edulcorados, o en ácidos autocastigos, cualquier cosa que nos sirva para olvidar nuestra real identidad y mantenernos apartados de nuestro ser espiritual. Nos sirve la religión, la política, las adicciones, el entretenimiento, el trabajo, cualquier cosa viene bien a la hora de autoproclamar nuestro mentiroso orden que nos exilia del Orden.
El nuestro es un mundo interno caótico, y sin embargo, hemos ido armando un aparente orden, encajamos a la fuerza pieza sobre pieza hasta darle una especie de sentido a la esclavitud de nuestro existir. Así pasamos horas, días, meses, años, hasta que retornamos al polvo, a ser nada… y en la eternidad tenemos un escaso patrimonio del cual cosechar para disfrutar.
Precisamos las crisis para someternos al estremecimiento que nos obligue a despertar.
No pensemos que una crisis es un acontecimiento catastrófico o dramático, no es necesario ni muertes, ni enfermedades, ni despidos, ni divorcios, ni guerras, ni apocalipsis para vivir una crisis. Basta con atender a las preguntas efectivas, demoledoras, aquellas que quiebran la muralla que el EGO interpone a nuestra conciencia. Preguntas que nos conecten y nos impulsen a salir de la comodidad de la respuesta precocida que tenemos en el frízer siempre lista para ofrecer.
Crisis que invitan, por las buenas o no tanto, a dejar el sillón de la autocomplacencia, y avanzar pasitos fuera de la zonita de confort. Abriendo la puerta de la celdita mental y así suspirar en espacio de libertad.
Preguntas que nos movilicen a dejar fuera las creencias, a no tomar por válidas nuestras opiniones, a descorrer las manchas que cubren la LUZ de la NESHAMÁ.
Salir del orden aparente para entrar al conocimiento del caos, y entonces estar en posición de crear un verdadero sentido a la vida, con Orden.
Por supuesto, no todos están preparados para esto en cualquier momento, hay que ser pacientes, atentos, inteligentes para reconocer el punto adecuado a cada uno.
Es necesario ser cautelosos, porque para muchos el quedar fuera de la celdita mental no es una invitación a la libertad, sino motivo de desesperación fatal, es hundirse en el espanto y por tanto aferrarse con vehemencia suicida al EGO y sus primitivos instrumentos de dominación.
Pero, cuando el tiempo es oportuno, habrá que aprovecharlo para salir del Egipto personal y encaminarse rumbo a la Tierra Prometida.
En el trayecto no olvides ser solidario, porque el construir SHALOM es siempre un excelente tónico.
Y sigue estudiando aquello que alimenta el espíritu, pero también todas las otras dimensiones del humano.