Tener la última palabra… ¿no?

Un querido amigo y discípulo, Edgar, publica textos de mi autoría en Facebook de manera constante.
Es una forma que tiene para compartir el buen pan espiritual y hacer el bien a más personas.
Aprovecho ahora para agradecer una vez más tu incansable y desinteresada labor, eres ejemplo e inspiración para los nobles noájidas que aprenden de ti en tu México querido, como en todas partes gracias a la magia de la tecnología.
Que el Eterno te dé de todo lo bueno y más también.
Que el nuevo proyecto de expandir el noajismo puro y sagrado en México prospere con tu liderazgo intachable.
Gracias.

Uno sus recientes posts en FB consistía en un párrafo de mi artículo “Haciendo valer la relación” (el cual te recomiendo leer, estudiar, vivir, compartir y agradecer):

Atiende cuando hablen contigo.
El otro y su mensaje debiera ser tu foco de atención en ese momento.
No estar pensando en qué responderle, mucho menos cómo rebatirle, y aún menos que decir para tener la última palabra.”

Otro de mis apreciados amigos comentó ahí, en Facebook: “Ceder al otro la última palabra”.

Cuando lo leí, de inmediato respondí: “No necesariamente.
Tampoco ceder es el verbo
”.

Como no me expliqué, quisiera hacerlo ahora brevemente.

Cuando estamos comunicándonos auténticamente no pretendemos disputar por el poder con el otro.
No somos contrincantes.
No buscamos vencer, ni tener razón por sobre la verdad, ni aplastar al otro, ni hacer del diálogo un ejercicio del EGO monologante.

Cuando nos comunicamos auténticamente estamos construyendo SHALOM, es decir, obrando con bondad y justicia.
La intención es expresarnos al tiempo que comprendemos lo que el otro quiere expresar. Obviamente que somos limitados, tanto en conocernos a nosotros mismos, ¡cuánto más en conocer al prójimo, así como al lejano!
Por lo cual, habrá puntos ciegos, tanto en lo que es propio como en lo que es del otro.
Por ello, debemos andar con cuidado, para no herirnos, ni a uno, ni al otro, ni a ajenos.
Pero, que ello no sirva como excusa para dejar de ser auténticos.

Entonces, cuando nos hablen, atendemos.
Porque realmente queremos comprender al otro, luego sentir cómo lo que percibimos nos impacta.
De allí encontraremos qué responder, pero no con preconceptos, ni tampoco desde la respuesta automática del EGO.
Así, atender es un punto básico.
Esto incluye el respeto, pero no lo es completamente, ya que el respeto implica otras acciones.

Entonces, cuando estamos comunicando auténticamente no estaremos haciendo el gesto de ceder la última palabra, porque estaríamos actuando desde un preconcepto sin fundamento. La última palabra surgirá cuando deba ser y de quien venga. Seas tú o yo, eso no hace a la cuestión.
Pero, si o planteamos como una exigencia a priori, la última palabra la debe tener el otro, entonces ya estamos encaminados hacia un desastre, porque estaremos incitados a no atender, a no corresponder, a no comprender, sino a permitir que el otro termine la charla.
¿Se comprende lo que estoy intentando enseñar ahora?
Me encantaría saber cómo lo entiendes, para lo cual es necesario que me retroalimentes con tus comentarios en la zona dedicada para ello, aquí debajo del texto.

Además de lo anterior, cuando está en uso el verbo “ceder”, estaríamos incurriendo en otro error comunicacional, y probablemente a cargo del EGO.
Pues nos vemos en la posición de poder, aquel que cede a quien no está a cargo.
Como si dependiera de nosotros esa concesión y no brotara naturalmente del desarrollo de nuestra charla.
Entonces, no usurpemos el poder que no tenemos, no juguemos a tener el control que nos es esquivo.
Mejor estemos plenamente involucrados en el proceso de comunicación auténtica, convirtiendo ese espacio de intercambio en uno de crecimiento, de construcción activa de SHALOM.
Es de esta forma que los involucrados se ejercitan en su real poder, lo descubren en conjunto, lo aplican para el beneficio no egoísta.
¡Todo lo contrario a cuando somos manejados por las imposturas del EGO!

Recuerda, el EGO busca (no es un ser, ni una inteligencia, ni un demonio, es una zona de nuestro sistema nervioso así como una “personalidad” que hemos ido creando) mantenernos en sentimiento de impotencia, para de esa manera someternos.
Podemos sentirnos impotentes por estar en un estado de tal.
O por creernos en control de aquello que no controlamos, por lo cual tarde o temprano nos toparemos con la maciza muralla que nos demuestre nuestra tremenda debilidad.
Por ello, abstenernos la máximo de emplear las herramientas del EGO cuando éstas no son las indicadas es una demostración de fortaleza, salud y bienestar.

Nuevamente te pido que compartas tu comentario, así puedo recibir un feedback que me ayude a seguir difundiendo estas enseñanzas.
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