No, el universo no se organiza misteriosamente para enviarte problemas que te sirvan de aprendizaje.
No, el universo no tiene una voluntad metafísica que te prepara artificiosamente retos y traspiés que te eduquen y así te conviertas en la mejor versión de ti mismo.
No, el universo no tiene conciencia de tu presencia ni actúa en modo alguno particular hacia ti y tu infinita naditud terrenal.
No, esa impotencia que sientes, por lo pequeño o lo inmenso, nada tiene que ver con razones o motivos del universo.
Sin embargo, cada reto que atraviesas es una excelente oportunidad para desarrollar tu Yo Vivido y ponerlo en sintonía con tu Yo Esencial (NESHAMÁ, espíritu).
Porque ante la impotencia sentida, puedes reaccionar desde el EGO y permitir que la violencia automática te invada y esparza su influjo negativo; o hacerte cargo de tu sentimiento, admitirlo, reconocerlo y luego actuar de manera racional, coherente, responsable, constructiva de SHALOM siguiendo la orientación espiritual y no la banalidad religiosa o parlanchinera.
No, Dios no está esperando a que le dictes órdenes, ni hará la parte que te corresponde exclusivamente a ti.
No, Dios no trabaja para beneficiar los deseos que te nazcan, ni siquiera para darte una mano en lo que crees justificado.
No, Dios no hace negocios contigo ni se interesa en darte ganancias si tú donas dinero a un clérigo, te esmeras en rezar, repites versos de textos sagrados, o te esfuerzas en ser excesivamente ritualista y metódico en el cumplimiento de cada acción fanática que consideras sagrada.
No, Dios no es tu esclavo, ni tus pensamientos “positivos” se verán premiados con mágicos milagros que resolverán tu vida.
Sin embargo, Dios te ha dado mandamientos que te corresponden y es tu deber cumplirlos. De ellos obtendrás satisfacción, pero no es esto el objetivo de su existencia ni el fundamento para acatarlos.
Él sostiene el universo, lo dota de vida, es su sentido; Él te ha creado con tu luz y tu sombra; Él te diseñó con NESHAMÁ y con EGO, así como todo el resto que te compone tanto como cuerpo como fuera de él.
Él es el Rey, tú el siervo.
Él es el Padre, tú el hijo.
Compórtate acorde a tu rol.
Siéntete de acuerdo a tu noble ser.
Somos mucho más que fichas en un tablero de ajedrez, si suponemos metafóricamente que la vida es la partida, que el mundo o el universo es el tablero y nosotros las fichas.
No tardaremos en darnos cuenta que el «Tablero» no cambiará sus cuadros de lugar, porque una ficha lo desee o lo demande, El tablero, seguirá siendo y no tiene poder sobre las fichas, ni ellas tienen poder sobre el. Un propósito, si… el tablero es el lugar donde las fichas se mueven.
Las fichas si que son diferentes, poseen libre albedrío, eligen como moverse, y al interior del tablero, las fichas pueden intentar conocerlo, descubrir su su arquitectura y aprender a moverse en su interior.
Es posible incluso que las fichas, puedan alcanzar la comprensión del ¿por qué? del diseño del tablero, y que sigan ciertas normas creadas por el Arquitecto del juego para guiar el movimiento que hacen de la partida o del juego algo grato, enriquecedor. Y cuyo propósito va más allá de la partida, porque allí no termina todo.
Pero quizás lo más importante es que las fichas podrán descubrir que en última instancia El Arquitecto del juego, no es el jugador…
Gracias Moré, Feliz Semana