Una de esas historias fantásticas, que se comparten con gran admiración y fascinación, afirmando con fe ciega que es de la vida real.
Que se rodea de detalles y guiños al lector/escucha, como ofreciendo así evidencias de su veracidad y verdad.
Que además se adorna de conclusiones metafísicas maravillosas, generalmente alabando hasta el infinito a algún rabino (o cualquier otro clérigo o similar), afirmando como verdad suprema que “todo es para bien”, “nada es casualidad pero todo es causalidad”, y cuestiones parecidas que endulzan el ánimo del lector/escucha y lo reafirman en sus creencias fervientes y de apego a determinada facción o sistema de creencias.
Esta historia en particular la leí en Facebook hace un par de días y es más o menos así.
Una persona ortodoxa descubre que su vecino de asiento en el vuelo tiene un apellido “judío”, como si ellos existieran. Un apellido de los muy frecuentes, estilo “Rodríguez” entre los descendientes de la cultura española. Para su sorpresa al anciano vecino le sirven el menú corriente y no la vianda “kosher”. Lo cual motiva al ortodoxo a entrometerse en la vida del vecino, suponiéndolo judío y pasible de ser encuestado.
Con reticencias el anciano saca a la luz que es un sobreviviente de la Shoá, el genocidio perpetrado por nazis y sus cómplices en contra de la familia judía alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Él es el único sobreviviente de una amplia, alegre y ortodoxa familia, la cual fuera arrancada de la vida por el odio asesino del malvado. Pero, el buen hombre no estaba rencoroso contra el Hombre y sus flaquezas, aparentemente, sino hacia Dios, el cual había tolerado y hasta quizás alentado la masacre y el sufrimiento infinito de tantos buenos inocentes. Y, seguía diciendo el anciano, lo que más quebró su “fe” fue cuando se enteró que su último hijo había sido asesinado de manera cruel y vil allá fuera, en el campamento de exterminio que ambos compartían.
Eso fue la gota que rebalsó su vaso de sufrimiento, porque él había depositado la esperanza en que el niño se salvará y fuera quien continuara la estirpe familiar.
Ahora Dios, y no los nazis, le había arrancado su último aliento de vida, por tanto él escogía repudiar a Dios y negar su vínculo con el judaísmo y lo judaico.
Así el buen hombre rehízo su vida.
El ortodoxo no pudo, no supo, no quiso, vaya uno a saber qué, pero quedó así la triste historia, que se cuenta como real y fantástica en esta historia que te estoy repitiendo, y que supuestamente pasó y por ello se publica en libros, y se repite en redes sociales, y la gente la cuenta con placer y veneración de unos a otros.
Unos pocos años más tarde el ortodoxo pasaría las Grandes Fiestas en Ierushalaim, en el barrio “Mea Shearim”, que en esta narrativa popular e inexacta es catalogada como “un lugar sumamente sagrado”, vaya uno a saber el porqué.
Iba camino a la sinagoga en Iom Kipur cuando vio a un anciano sentado en la parada del ómnibus, fumando, bebiendo, haciendo todo lo que no se debería en este día especial. Esa actitud despectiva le fastidió, pero de alguna manera reconoció al viejo sobreviviente de la Shoá, aquel que acusaba a Dios de los crímenes del hombre, el pobre hombre sin futuro y que amargado penaba por el terrible y verídico dolor que le había acontecido a él y los suyos. Se acercó y le saludó, obviamente que lo invitó a que le acompañara a la sinagoga. Porque, el ortodoxo se sentía sumamente culpable de no haber tratado de traerlo al redil aquella ocasión en el avión. Entonces ahora aprovecharía el momento, porque no hay casualidades, ¿no?
El anciano no quería saber nada de eso, ¿o acaso él no estaba aún iracundo en contra de Dios, y por ello descartó el judaísmo y sus cosas, a causa de la maldad del Hombre?
Pero el ortodoxo insistió, haciéndole ver que se rezaría el Izcor, un rito en el cual se recuerda de manera sentida y solemne a los difuntos de la familia, allegados y santos mártires de la gran familia.
Tanto machacó que al final el sobreviviente aceptó acompañarlo, aunque a regañadientes.
El oficiante entonaba con reverencia y encanto los cánticos del ritual tradicional ashkenazita del Izcor, y entonces el ortodoxo pidió al anciano el nombre del hijo fallecido, aquel que fue la culminación de su tormento en medio de la noche oscura. El anciano lo dijo débilmente, pero luego con mayor fuerza, hasta que llegó a oídos del cantor quien dijo ese nombre, pero de pronto se interrumpió, giró y miró detenidamente al viejo sobreviviente y gritó: “papá”.
¡Sí era el hijo, aquel que supuestamente había fallecido brutalmente pero nunca fue confirmado!
Estaba vivo y era feliz y pleno en Ierushalaim, adoctrinando a su familia en los encantos de Mea Shearim.
El viejo revivió en aquel instante, alabó al Eterno, rearmó su vida ahora como plenamente ortodoxo, extremadamente fanatizado, lleno de fe en Dios y alegría por la vida, rodeado de sus nietos, bisnietos y la nueva comunidad que le albergó en su despertar actual.
Esa era más o menos la historia, presuntamente real y verdadera.
Que, como te mencioné más arriba esta narración es decorada con todo tipo de conclusiones, alabanzas, maravilladas admiraciones, comentarios laudatorios, y es compartido fervientemente con gran fe y esperanza por las buenas gentes, llenas de inocente y cándida simpleza.
De manera herética, con tus disculpas, me planteó unas pocas observaciones.
Espero no ofenderte por usar un ratito ese don maravilloso que nos brinda Dios, el raciocinio y la intención de ser críticamente objetivos.
1- ¿Se puede proveer de datos exactos para identificar a las personas en cuestión?
2- ¿Se puede brindar maneras de comunicarse con ellos, para conversar directamente con los implicados?
3- ¿Se podría obtener la historia narrada de primera mano por el anciano?
4- Es bonito y produce felicidad el reencuentro del padre con el hijo, emociona y gratifica a toda persona de bien, sin dudas. Ahora, ¿eso hace olvidar la matanza del resto de la familia y de los otros millones de inocentes?
5- ¿Solo por volver a encontrar a su último hijo, de repente regresa la fe del buen hombre?
6- ¿Y todos los años, décadas, sumergido en angustia, deseos de muerte, rencor, se borraron mágicamente?
7- ¿Todo es para bien? ¿Se le puede explicar eso a los millones de inocentes muertos y a los otros millones que sufrieron y sufren las consecuencias de la maldad del Hombre?
8- ¿Todo es para bien? Y las cinco, o más, décadas que el hombre sobrevivió a su propia tortura emocional/mental, ¿fueron para bien?
9- Que el hijo se críe alejado de su sobreviviente padre, aunque haya llevado una vida estupenda anteriormente, ¿disculpa la desgracia del pobre viejo de no saber de su hijo y penar hasta el infinito por creerlo muerto?
10- ¿Culpar a Dios y rechazar Sus cosas en lugar de acusar al verdadero culpable y tratar de hacer algo al respecto?
11- Supongamos que en verdad no existen las casualidades, entonces podemos concluir que Dios es un malvado que permite y alienta y produce genocidios y roturas de familias, los nazis, árabes y otros asesinos son meros inocentes en manos de un despiadado Dios.
12- Hagamos de cuenta que la maravillosa historia es verdadera, cosa de que te habrás dado cuenta dudo, entonces ¡cómo no indignarse con Dios! Deja que un pobre viejo enloquezca de dolor durante décadas y no es capaz de producir el no casual encuentro muchos años antes. ¿Era necesarias tantas décadas de miseria y terror, solo para que se puede contar esta historia?
13- ¿No hubiera sido maravilloso que el ortodoxo sentado junto al viejo en el avión fuera el hijo?
14- ¿No hubiera sido aún más “mágico” que la Shoá no hubiera acaecido, si de últimas nada es casualidad y todo es para bien?
15- ¿Cómo disculpar el dolor y la amargura con la fórmula mágica “todo es para bien”? ¿Acaso eso cancela la posibilidad de que el mal se padezca de forma muy real?
16- Si se quiere convencer a la gente de cuestiones místicas, ¿por qué recurrir a estos golpes bajos sentimentales, en lugar de apelar a la inteligencia, al pensamiento crítico, a la creatividad encaminada por los preceptos?
17- ¿Qué obliga a la gente a aferrarse con tanta fuerza a estos cuentos y venerar a los “santos” que imparten su luz metafísica? ¿Es un apego que proviene de la NESHAMÁ o del EGO?
18- ¿Por qué hay gente que en verdad padeció terriblemente y escogen dejar el judaísmo, y a Dios, cuando a primera (y segunda) vista es el Hombre, o causas naturales, los que causaron su sufrimiento?
19- Si se lo hace culpable, o responsable, a Dios de todos los males, incluso de aquellos que evidentemente son obra del Hombre; ¿por qué no se lo hace “culpable” de todo lo bueno, que supera infinitamente a lo malo que sucede?
20 – ¿Cómo puede haber gente que sigue pidiendo explicaciones a Dios por la Shá, o atrocidades similares; y preguntando dónde estaba; como si eso fuera de inteligente y ético? Cuando no es de Dios la pregunta, ni tampoco la respuesta; sino que se debería cuestionar de principio a fin al Hombre.
21- ¿Qué otras cosas podemos criticar de esta fábula con apariencia de realidad?
22- ¿Qué opinas tú?
23- ¿Qué sientes?