En un reciente post hablamos acerca del fin de un ciclo y del comienzo de otro,simbolizado por el número ocho.
Hay algo que debemos notar, pues aporta a una mayor comprensión y por tanto posibilidad de mejor aplicación práctica.
El período de duelo tradicional judío de siete días; los siete días previos a la circuncisión; los siete días de encuentros para celebrar y bendecir con familia y amigos luego de la boda; el octavo día en el cual se inauguró el Templo en el desierto; todos ellos remiten de cierta forma a la Creación, con sus siete períodos creativos y contemplación, para posteriormente iniciar el nuevo orden, que es el universo en el cual nosotros habitamos.
Estos cinco ponen en evidencia el fin de la etapa previa, una que se termina y no retorna.
El muerto luego de su entierro, por ahora y en nuestra realidad material, ya no retorna. Sí, hay promesas de resurrección de los muertos en torno a la Era Mesiánica, así como hay vida espiritual en el Más Allá luego del pasaje por Este Mundo, pero en concreto, hasta donde sabemos y vemos, aquel que hemos depositado para su reposo físico, ya no volverá a nuestras vidas. Aceptar esto es parte del sano proceso de duelo, necesario y aconsejable para todos los dolientes. Pues, aquel que se aferra al muerto y se niega a dejarlo partir, de cierta forma está muriendo en vida y no dando paso a un reposo completo al fallecido. Aceptar el hecho, no luchar más contra lo imposible, asumir nuestra limitación, permitir que el ciclo de la vida continúe según lo planificado, todo esto es lo que mejor beneficia a la persona, viva y al que partió.
El útero es un paraíso al cual no retornaremos, la circuncisión lo establece con rotunda claridad. Muchas personas, de manera inconsciente, anhelan el regreso a ese paraíso perdido que fue el interior materno, donde todo estaba a disposición, no había necesidades insatisfechas, el esfuerzo era innecesario, todo era comodidad y placer a cero costo. La impotencia, y padecer pesadillas a causa de ella, era un imposible (supongo). Sí, ciertamente ese era el Gan Edén individual, el cual es deseado y añorado, desde las fibras íntimas ya que no desde la memoria que alcanza el pensamiento racional.
Pero esa puerta esta cerrada por siempre, no hay retorno. Los primeros siete días son de vacilación, de dudas, de peligro, quizás el niño sucumba a la vida en Este Mundo. Cuando alcanza el día octavo, es como (nunca hay certezas) si la sombra del desvanecimiento se borrara y se pudiera afirmar que el niño pertenece a esta vida. La circuncisión sella ese comienzo, el ser activo material y espiritualmente en Este Mundo.
¿Y qué pasa con las niñas? Tema para otra ocasión, pero muy interesante sin dudas.
Tras la boda, la vida en el hogar original ya no estará más, ya no será igual nunca. Ahora cada miembro de la nueva pareja ha iniciado una nueva vida, individual y colectiva. De manera saludable los lazos con su familia de origen deben modificarse, no cortarse, ni siquiera entorpecerse, pero deberá pasar a otro nivel. Esta separación debe ser llevada con paz, en armonía, entre festejos, pero que no dejan de esconder también el duelo por lo que se pierde, así como las lógicas vacilaciones por aquello que vendrá. Son siete días de celebración, en familia, con amigos, comiendo en grupo, rezando en los festejos. Pero, al día octavo, la pareja debe aceptar su realidad. Ya no son quienes eran, ahora deberán organizar una identidad diferente. El pasado no regresará, para bien o para mal.
Antes del Templo el hombre tenía un tipo de vínculo con Elohim, luego cambio para no ser jamás como antes. No me extenderé.
Tal como el proceso de Creación fue único, y que yo sepa irrepetible. Hay una constante recreación, pero el Big Bang, el caos inicial, la formación, la estructuración todo aquello quedó en el pasado sin registros. Estamos en el ciclo siguiente, el cual debemos disfrutar y perfeccionar con nuestra tarea. Soñar con rehacer el mundo es posible, siempre y cuando estemos dentro de los parámetros reales de Este Mundo, sin pretender intervenciones supernaturales. No en vano nuestra sacra Tradición menciona que los grandes sucesos que irrumpieron en la realidad, milagros estridentes, fueron creados durante el proceso de la Creación, y estaban aguardando el momento para manifestarse, cuando Dios lo planificó. Para el hombre limitado parecía una interrupción del orden natural, para el hombre cultivado, es la manifestación de la previsión de Elohim.
Hay otros períodos que se terminan pero que no involucran un no regreso, o un corte abrupto. Más bien el fin de uno posibilita el inicio de otro, en una continuidad en la que se ve reflejado aquello que se terminó, y hasta de alguna forma es posible esporádicos retrocesos. Pero, los cinco anteriores no forman parte de este tipo.
Ahora, ¿serías tan amable de analizar cómo esta información puede servirte para llevar una vida más beneficiosa, bendita, provechosa, de construcción de SHALOM? Se agradece tu participación.
existiran ciclos que se puedan anticipar, otros que no; que toman por sorpresa, y para los cuales no se tiene peparación para enfrentarlos.
Creo que la actitud con la que se les asuma, sumado al conocimiento que se vaya obteniendo de uno mismo, puede auxiliar a sobrellevar esos cambios.