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Fin de ciclo

En un reciente post hablamos acerca del fin de un ciclo y del comienzo de otro,simbolizado por el número ocho.
Hay algo que debemos notar, pues aporta a una mayor comprensión y por tanto posibilidad de mejor aplicación práctica.

El período de duelo tradicional judío de siete días; los siete días previos a la circuncisión; los siete días de encuentros para celebrar y bendecir con familia y amigos luego de la boda; el octavo día en el cual se inauguró el Templo en el desierto; todos ellos remiten de cierta forma a la Creación, con sus siete períodos creativos y contemplación, para posteriormente iniciar el nuevo orden, que es el universo en el cual nosotros habitamos.

Estos cinco ponen en evidencia el fin de la etapa previa, una que se termina y no retorna.

El muerto luego de su entierro, por ahora y en nuestra realidad material, ya no retorna. Sí, hay promesas de resurrección de los muertos en torno a la Era Mesiánica, así como hay vida espiritual en el Más Allá luego del pasaje por Este Mundo, pero en concreto, hasta donde sabemos y vemos, aquel que hemos depositado para su reposo físico, ya no volverá a nuestras vidas. Aceptar esto es parte del sano proceso de duelo, necesario y aconsejable para todos los dolientes. Pues, aquel que se aferra al muerto y se niega a dejarlo partir, de cierta forma está muriendo en vida y no dando paso a un reposo completo al fallecido. Aceptar el hecho, no luchar más contra lo imposible, asumir nuestra limitación, permitir que el ciclo de la vida continúe según lo planificado, todo esto es lo que mejor beneficia a la persona, viva y al que partió.

El útero es un paraíso al cual no retornaremos, la circuncisión lo establece con rotunda claridad. Muchas personas, de manera inconsciente, anhelan el regreso a ese paraíso perdido que fue el interior materno, donde todo estaba a disposición, no había necesidades insatisfechas, el esfuerzo era innecesario, todo era comodidad y placer a cero costo. La impotencia, y padecer pesadillas a causa de ella, era un imposible (supongo). Sí, ciertamente ese era el Gan Edén individual, el cual es deseado y añorado, desde las fibras íntimas ya que no desde la memoria que alcanza el pensamiento racional.
Pero esa puerta esta cerrada por siempre, no hay retorno. Los primeros siete días son de vacilación, de dudas, de peligro, quizás el niño sucumba a la vida en Este Mundo. Cuando alcanza el día octavo, es como (nunca hay certezas) si la sombra del desvanecimiento se borrara y se pudiera afirmar que el niño pertenece a esta vida. La circuncisión sella ese comienzo, el ser activo material y espiritualmente en Este Mundo.
¿Y qué pasa con las niñas? Tema para otra ocasión, pero muy interesante sin dudas.

Tras la boda, la vida en el hogar original ya no estará más, ya no será igual nunca. Ahora cada miembro de la nueva pareja ha iniciado una nueva vida, individual y colectiva. De manera saludable los lazos con su familia de origen deben modificarse, no cortarse, ni siquiera entorpecerse, pero deberá pasar a otro nivel. Esta separación debe ser llevada con paz, en armonía, entre festejos, pero que no dejan de esconder también el duelo por lo que se pierde, así como las lógicas vacilaciones por aquello que vendrá. Son siete días de celebración, en familia, con amigos, comiendo en grupo, rezando en los festejos. Pero, al día octavo, la pareja debe aceptar su realidad. Ya no son quienes eran, ahora deberán organizar una identidad diferente. El pasado no regresará, para bien o para mal.

Antes del Templo el hombre tenía un tipo de vínculo con Elohim, luego cambio para no ser jamás como antes. No me extenderé.

Tal como el proceso de Creación fue único, y que yo sepa irrepetible. Hay una constante recreación, pero el Big Bang, el caos inicial, la formación, la estructuración todo aquello quedó en el pasado sin registros. Estamos en el ciclo siguiente, el cual debemos disfrutar y perfeccionar con nuestra tarea. Soñar con rehacer el mundo es posible, siempre y cuando estemos dentro de los parámetros reales de Este Mundo, sin pretender intervenciones supernaturales. No en vano nuestra sacra Tradición menciona que los grandes sucesos que irrumpieron en la realidad, milagros estridentes, fueron creados durante el proceso de la Creación, y estaban aguardando el momento para manifestarse, cuando Dios lo planificó. Para el hombre limitado parecía una interrupción del orden natural, para el hombre cultivado, es la manifestación de la previsión de Elohim.

Hay otros períodos que se terminan pero que no involucran un no regreso, o un corte abrupto. Más bien el fin de uno posibilita el inicio de otro, en una continuidad en la que se ve reflejado aquello que se terminó, y hasta de alguna forma es posible esporádicos retrocesos. Pero, los cinco anteriores no forman parte de este tipo.

Ahora, ¿serías tan amable de analizar cómo esta información puede servirte para llevar una vida más beneficiosa, bendita, provechosa, de construcción de SHALOM? Se agradece tu participación.

Unidad poderosa

El problema
Es el capítulo 6 de Shemot/Éxodo.
Encontramos que el Eterno le indica a Moshé que hable con el Faraón, es parte del proceso de la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto.
El anciano hebreo no se siente capacitado para tan tremenda tarea.
Se excusa.
El Eterno igualmente le ordena ir.
Entonces, de manera abrupta el diálogo termina, o ese parece, pues la Torá trae lo que aparenta ser otro tema:

«Éstos son los jefes de sus casas paternas…»
(Shemot / Éxodo 6:14)

Hasta que llega a:

«Éste es aquel Aarón y aquel Moshé [Moisés], a quienes el Eterno dijo: ‘Sacad a los Hijos de Israel de la tierra de Egipto, según sus ejércitos.’
Ellos son los que hablaron al faraón rey de Egipto para sacar de Egipto a los Hijos de Israel. Éstos fueron Moshé [Moisés] y Aarón.»
(Shemot / Éxodo 6:26-27)

Y de inmediato, la Torá continua con la orden ya conocida, que Moshé se presente, junto con Aarón, ante Faraón para gestionar la dificultosa negociación para liberar a los judíos de la esclavitud egipcia.

¿Cómo entender esta interrupción?

Una solución
Uno de los secretos para la fortaleza hebrea, judía, de Israel, es la unidad familiar.
Estar juntos y unidos, incluso aunque haya divergencias importantes en lo externo, en rituales, en creencias, en prácticas, en ideas, igualmente mantenerse en unidad, reconociendo la pertenencia a la misma Familia. Sintiendo, si no se comprende, que se es parte de una gran NESHAMÁ, espíritu, que comprende a todos los miembros de la gran Familia Judía.
Porque, entendamos bien; Aarón era el líder antiguo, el conocido, aquel que estuvo con ellos desde siempre. El que seguía los rituales, quien hablaba su idioma, aquel que recordaba las viejas historias del clan. En tanto que Moshé, el hermano, era un extranjero en toda la medida de la palabra. Criado como egipcio gobernante, embebido de la cultura egipcia, desconectado de toda vivencia o narrativa hebrea. Luego se apartó incluso físicamente, morando durante décadas lejos, en otra región, con otras tradiciones, haciendo una vida diferente a la de los hebreos.
Tanto Aarón como Moshé eran exponentes de extremos netamente diferentes, y sin embargo eran hermanos y así son mencionados y publicitados por el Autor de la Torá.
Porque lo relevante no era adonde sus Yoes Vividos los había llevado, sino que en primera instancia lo valioso era su Yo Auténtico, ser parte cada uno de la gran NESHAMÁ colectiva de Israel.
Uno era el laico, el educado para llevar una vida social de noble gentil.
El otro era el apegado a los rituales, el docto, aquel que conocía los misterios de la tradición.
Y sin embargo, ambos eran parte fundamental en la tarea de redimir a Israel de la esclavitud.
Por ello son mencionados en este punto, recordando su pertenencia a Israel, y que sus diferencias no podían borrar en modo alguno esa realidad trascendente.
Y esta es una historia que la vemos repetirse en cada generación.

La enseñanza
Si queremos una verdadera redención, el fin del exilio, es tiempo de fomentar la unidad de la Familia Judía.
Encontrar los puentes que unen para ser fuertes en la identidad espiritual, más allá de cómo ésta llegue a expresarse luego en el Yo Vivido.
Que sea la unidad la base de la fortaleza, puesto que es el reconocimiento de la identidad esencial que unifica a cada judío, esté en donde esté, sea quien sea, haga que haga.
Amar al prójimo judío sin motivo, en lugar de estar buscando la rencilla, la envidia, la diferencia secundaria.
Porque, si estamos unidos, fortalecidos, difícilmente fracasemos.
Eso es lo que nos está enseñando Dios en esta oportunidad.

Si, sin dudas que tanto Aarón como Moshé tuvieron que limar sus ásperas cubiertas del Yo Vivido, para así sintonizar mejor cada uno con su Yo Auténtico.
Sí, también hubo gente que quedó por fuera de la redención, porque escogieron ahogarse en oscuridad y embotar así toda LUZ de la NESHAMÁ, escogiendo a Egipto en lugar de la VIDA.
Pero, en tanto se pueda, es necesario seguir desarrollándonos y estableciendo mayor unidad en todos los aspectos posibles.

Que a la mesa estén Herzl y Rav Kook, Ben Gurión y I. Leibowitz, Heschel y Frankl, R. Schach y R. Schneerson, Carlebach y Ajad Haam, Einstein y Sagan, Hilel y Shamai, Jabotinsky y Dizengoff, Jazit y Macabi… ¿entiendes la idea?
Unidad, más allá de las divergencias, o incluso gracias a ellas.
Por ello, no sé si notaste que el versículo dice en singular que “ESTE es Aarón y Moshé”, para indicar que siendo unidos, se podrá tardar, habrá dificultades, el mundo seguirá con sus locuras, pero incluso así el éxito real está asegurado.

(Publicado en serjudio.com y replublicado aquí por su importante mensaje para la identidad noájica).

Europa, Europa

Europa no fue precisamente el paraíso para los judíos durante siglos, si no al menos milenio y medio fue una cámara de torturas de infinitas ocurrencias malignas. Desde mucho antes de llamarse Europa, cuando era la gran hermandad cristiana, las cosas no estaban bien para los judíos.
A breves períodos de calma lo rodeaban pesadillas y tormentas que parecían no tener fin.
Los judíos eran los culpables de “la muerte de dios”, representada por la fantasía de entrega, juicio y crucifixión del judío Jesús. Eso los condenaba eternamente, a los antiguos, actuales y futuros. Para colmo, se negaban tercamente a aceptar la conversión a Jesús, amistosamente ofrecida a veces, pero generalmente acompañada de la espada y el fuego.
Eran diferentes porque creían diferente, pensaban diferente, comían diferente, llevaban una vida diferente; y aunque el judío abandonara su cultura y modos de vida, aunque tratara de tapar su esencia para asimilarse con el resto; algo hacía que igualmente fuera discriminado, y no precisamente por un tema racial, ya que no hay raza judía.
Y sí, algunas veces se levantaban brillantes judíos que iluminaban los oscuros cielos con su paso triunfal, ministros, filósofos, intelectuales, escritores, científicos, artistas, consejeros de reyes, políticos, periodistas, afables charlatanes, médicos, clérigos cristianos, lo que podía presagiar el fin del drama para la Familia; pero era una ilusión pasajera, Europa seguía con un odio profundo enquistado en contra del judío y lo judío. Los judíos seguían sumergidos en los pantanos, aunque alguno levantara la cabeza. Y luego, cuando a espaldas de Napoleón la cosa pareció realmente cambiar, para bien, otras calamidades ya estaban siendo preparadas y llevadas a cabo, adrede o no.
Por ejemplo, el famoso caso del capitán Dreyfus es solamente una muestra de lo que fuera normal para el judío durante siglos. La justicia inexistente, o inoperante, o abiertamente injusta, en contra de los derechos de los judíos. el tinglado organizado para humillar al judío, abusar de él, negarle su existencia e identidad, mantenerlo en una subclase humana.

Así pues, hay que tenerlo presente, la historia de las amarguras judías no comenzó con el ascenso del inmundo Hitler en los 1930s, más bien, él y su apestosa maquinaria de exterminio judío fue una especie de culminación de un extenso proceso de deshumanización y maltratos.
Algunas de las actuales intrigas, acosos, violación de derechos y otras agresiones que sufren judíos y Estado de Israel en Europa quizás sean menos efusivamente físicas, (y solo quizás); tal vez disminuyó un tanto la inquina y el deseo sanguinario, (y solo tal vez); pero, ¿para qué ocultarlo? Algo en Europa huele a podrido hace muchísimo y sigue provocando la violencia antijudía (israelí).

La idea antijudía, antiisraelí está fuertemente arraigada en el inconsciente europeo, que hasta por medio de la bondadosa asimilación procura eliminar al judío y lo judío.
Y ahora, cuando están a punto de ser sometidos (¿o ya lo son, pero no lo saben?) al imperio árabe-musulmán, en vez de aferrarse a su aliado verdadero, Israel, escogen atarse más fuerte la soga que los arrastra al abismo, allí donde los espera la espada mora para cortarles por siempre la asqueante cabeza.
En lugar de amigarse con el Eterno, aceptar su rol como noájidas y llevar adelante la construcción de SHALOM, están en rebelión y exilio, cada vez más lejos de la LUZ.
Los pocos noájidas, supongo que no la tienen fácil en las próximas tierras del califato; la buena gente gentil europea, que pudo desvestirse del uniforme antisemita, tampoco.
¿Qué podemos hacer por ellos, como ayudarles?

¿Hay futuro luminoso para Europa?
Espero que sí, rezo por ello.

Luz en teoría y práctica

«Yo, el Eterno, te he llamado en justicia, y te asiré de la mano. Te guardaré y te pondré como pacto para el pueblo, y como luz para las naciones, a fin de que abras los ojos que están ciegos y saques de la cárcel a los presos, y de la prisión a los que moran en las tinieblas.»
(Ieshaiá / Isaías 42:6-7)

La nación santa de Israel ha sido elegida para servir al Eterno y servir a las naciones.
Servir al Eterno por medio del conocimiento de Su Torá y aplicación de los preceptos que Él les ha encomendado.
ServirLo, como portavoces, como emisarios, como sacerdotes, como aquellos encargados de evocar la LUZ allí en donde la oscuridad ha extendido sus redes.
Y servir a las naciones, como guía, consejero, maestro, líder, encargado de rescatarlos de las tribulaciones del EGO para encaminarlos hacia la senda del SHALOM.
Eso es ser “luz para las naciones”.
El pueblo judío lo es al conocer su propia identidad espiritual y vivir plenamente de acuerdo a ella.
Esa es la manera práctica de liderar la salvación mundial.
Es una tarea esforzada y que conlleva sacrificios, uno de los cuales es el deber de sufrir todos los males que aquejan a las naciones, para así poder realmente rescatarlas del mal a cada una de ellas.
¡Es terrible! Porque ser el pueblo elegido, entonces, no implica dominación mundial, ni ejercicio de poder, ni recibir beneficios por sobre otros. Más bien, ¡lo contrario!
Requiere una tarea de perfeccionamiento, individual y colectivo, un esfuerzo constante, adentrarse en las profundidades teóricas pero también en los abismos que pueden angustiar a las naciones.
Así queda explicado, en grandes líneas, uno de los motivos por los cuales Israel ha sido, y es, una nación perseguido, expulsada, masacrada, timada, vejada, esclavizada, agredida, repudiada, y el resto de los oprobios que sufrido y sigue padeciendo en la actualidad.
Porque el pueblo judío debió conocer el sufrimiento en carne propia, en cada una de las torturas que las naciones han padecido a lo largo de la existencia humana.
Entonces, el judío fue exiliado, para conocer el exilio del otro. Fue hostigado, para identificarse con la persecución del otro. Fue esclavizado, para tener conciencia de la vida del esclavo y no dejar que sigua ocurriendo. Fue… todos los pesares que han acontecido, para que entonces Israel ocupe en teoría y práctica su rol de luz para las naciones.
Habiendo sido ciego, Israel da vista.
Habiendo estado preso, Israel libera.
Habiendo sufrido todo tipo de tormentos y oscuridades, Israel alumbra.

«Entonces dirás al faraón: ‘Así ha dicho el Eterno: ‘Israel es mi hijo, mi primogénito.»
(Shemot / Éxodo 4:22)

Los males espantosos de la actualidad, que seguimos sufriendo los judíos así como el Estado que nos convoca en la aspiración mesiánica, son los últimos eslabones de la dorada cadena de la redención.
Ésta ya ha comenzado, la Era Mesiánica ya es una realidad, sus primeros rayos han comenzado a alumbrar.
Pero siguen estando enquistados retazos de oscuridad, que parecieran querer devorar la LUZ con fanatismo y dolor. Pero finalmente será la LUZ la que prevalezca, Israel y la nación judía las que sigan caminando por la senda.
Habrá SHALOM, redoblemos el trabajo de construirlo por medio de acciones de bondad y justicia. Confiemos en el Eterno, oremos, estudiemos, pero hagamos nuestra parte, que Dios no la hará por nosotros.
Seamos luminarias para las naciones que aún siguen perdidos en tinieblas, porque nosotros también estuvimos allí y demostramos que se puede retornar al disfrute de la bendición.

(Publicado originalmente en SERJUDIO.com, con alto contenido para los noájidas por eso compartido aquí también).

La despedida del patriarca, un legado de vida

El patriarca Iaacov/Israel se sabe próximo a su deceso, entonces se encarga de lo trascendente:

«(28) Todos éstos llegaron a ser las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo al bendecirlos; a cada uno lo bendijo con su respectiva bendición.
(29) Luego les mandó diciendo: ‘Yo voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo;
(30) en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamre, en la tierra de Canaán, la cual compró Avraham [Abraham] a Efrón el heteo, junto con el campo, para posesión de sepultura.
(31) Allí sepultaron a Avraham [Abraham] y a Sara su mujer, allí sepultaron a Itzjac [Isaac] y a Rebeca su mujer, y allí sepulté yo a Lea.
(32) El campo y la cueva que está en él fueron adquiridos de los hijos de Het.’
(33) Cuando acabó de dar instrucciones a sus hijos, recogió sus pies en la cama y expiró. Y fue reunido con sus padres.»
(Bereshit / Génesis 49:28-33)

Bendice a sus hijos, a cada uno de acuerdo a sus cualidades, a cómo se iría desarrollando en tribus.
Una bendición específica, la adecuada, que contemplaba desde la inspiración divina las necesidades y realidades del hijo y descendencia.
Una perspectiva positiva y realista, de vida.
Es comprensible esta despedida, este legado sagrado.

Sin embargo, sus últimas palabras parecen un poco extrañas.
No se dirigen a reforzar el ritualismo, ni prácticas “religiosas”, ni una identidad tribal en particular.
Ni es un pomposo estudio acerca de la divinidad y cuestiones teológicas.
Ni una prédica moralista cargada de imperativos religiosos.
Ni un quebrado corazón recurriendo a los últimos ardides del EGO para obtener compasión.
Ni un lastimero adiós a esta vida.
Miremos bien sus palabras.

Es un extenso recordatorio, lleno de detalles que parecen realmente innecesarios para estar rememorando precisamente en este preciso momento.
Vamos, relee el párrafo y admite junto conmigo que parece un tanto raro que el patriarca moribundo gaste su último aliento en lo que está contando.
Pero entonces, recordamos que Dios había prometido dos cosas a Avraham: descendencia y la tierra de Israel.
Y hacemos rápidamente el enlace mental con lo que está sucediendo en este momento.
Iaacov se encargó de guiar con sus bendiciones a sus hijos, la descendencia del pacto sagrado.
Y tenía que conducir las mentes y corazones a afianzar la idea de que la alianza eterna también incluye la tierra para que moren en paz y plenitud.
Por ello se enfoca en mencionar tanto detalle, en recordar historias antiguas conocidas, en ser exacto en las descripciones; por amor a su tierra, para que esa sana pasión se preserve y fortalezca en sus continuadores.

El Eterno no había prometido una Torá a los patriarcas, ni mandamientos, ni rituales, ni un templo sagrado, ni un plan para ser “salvos” de pecados, ni la vida luego de la vida.
Él prometió y pactó la descendencia y la propiedad de la tierra de Israel.
Lo cual reiteró cabalmente cuando los israelitas salían de Egipto:

«(8) Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.»
(Shemot / Éxodo 3:8)

«(6) Por tanto, di a los Hijos de Israel: ‘Yo soy el Eterno. Yo os sacaré de debajo de las cargas de Egipto y os salvaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros.
(7) Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Elohim. Vosotros sabréis que yo soy el Eterno vuestro Elokim, que os libra de las cargas de Egipto.
(8) Yo os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Avraham [Abraham], a Itzjac [Isaac] y a Iaacov [Jacob]. Yo os la daré en posesión. Yo el Eterno.'»
(Shemot / Éxodo 6:6-8)

Y no son las únicas ocasiones en que encontramos similar mensaje: la redención de Israel se completa con ellos viviendo en la tierra de Israel redimida.
Siendo así, ¿cómo y dónde entra la Torá y los mandamientos?

(Publicado originalmente en SERJUDIO.com, compartido aquí por contar con interesantes enseñanzas para los noájidas. ¿Sabes cuáles?).

La huída de Iaacov hacía Israel

Cuando leemos:

«Iaacov [Jacob] engañó a Labán el arameo al no decirle que se iba.»
(Bereshit / Génesis 31:20)

Quizás podríamos suponer que al patriarca Iaacov le faltó valor para enfrentar a su tío/suegro para declararle que lo dejaba, para volverse a su hogar en la tierra prometida por Dios a su familia.
Si no, ¿por qué habría de huir cual si fuera un ladrón?
Sería la observación llana, obvia, casi infantil de la acción.
Y tal vez sea la respuesta correcta que explique esta conducta.

Pero Iaacov Abinu no era un niño, no actuaba como tal. Él tenía astucia pero también integridad. Podía engañar sin ruborizarse pero también reclamar por rectitud.
Bien pronto luego de este párrafo él pondría de manifiesto su lucha interna, entre su EGO y su NESHAMÁ, en el episodio en el cual lucha una noche con un ángel. Combate del cual saldría victoriosa su Esencia, dejando en claro que los rostros que había estado usando en verdad ocultaban una NESHAMÁ pura, que estaba a cargo de su vida.
Así pues, no podemos quedarnos con la sencilla explicación de imaginarlo un patancito abrumado por el miedo, que escapa para cuidar su dinero y su vida.

Tal vez no temía por él, ni por sus posesiones legalmente habidas, sino por otros que pudieran resultar perjudicados por el proceder odioso del arameo.
Eso es exactamente lo que Iaacov expresa:

» -Yo tuve miedo, pensando que quizás me arrebatarías a tus hijas.»
(Bereshit / Génesis 31:31)

Está claro que Iaacov no estaba angustiado por sí mismo, sino por lo que pudiera ocurrirle a la gente inocente e indefensa a su cargo.
Y si prestamos atención al texto, el temor del patriarca no es alejado de la realidad, pues Labán declara:

«-Las hijas son mis hijas, los hijos son mis hijos y las ovejas son mis ovejas. ¡Todo lo que tú ves es mío! ¿Qué puedo hacer hoy a estas hijas mías o a sus hijos que ellas han dado a luz?»
(Bereshit / Génesis 31:43)

En la egoísta mente de Labán todo le pertenecía, incapaz de reconocer los límites, de aceptar el derecho, de vivir con justicia.
Para él, nada era de Iaacov, ni tampoco de sus hijas.
Según creía Labán, todo lo que estaba allí, lo material y lo humano, lo que conformaba la familia y posesiones de Iaacov.
¿Cómo lidiar con un sujeto así, explicarle y que acepte que la realidad es otra?

Iaacov venía curtido de dos décadas de soportar hostigamientos, maltratos, engaños, burlas, acosos, robos por parte de Labán y sus hijos.
Tenía muy claro que si le revelaba amablemente su proyecto de partir en paz y rodeado por su familia, así como con sus bienes, Labán lo impediría a cómo diera lugar. Sea a través de estafas, amenazas, agresiones, o cualquier otro mecanismo malvado a su disposición.

Podría haber iniciado una apelación judicial Iaacov reclamando por su derecho a retornar a su patria, acompañado por su familia y por su bienes.
Pero, no solamente la ONU actual está decidida a causar daños a Israel, sino también los jueces en la localidad de Labán se confabularían para beneficiar al pillo Labán en detrimento de la justicia y del derecho. Porque, cuando el EGO está a cargo, no hay bondad ni justicia, sino solamente ataques desde la impotencia para someter al ser/colectivo y así mantener cercada a la NESHAMÁ detrás de las murallas de oscuridad que siembra el pecado.

No, Iaacov no podía esperar que el tribunal actuara con rectitud, estaba decididamente corrompido por la lujuria que proveía el arameo ricachón. Por lo cual, Iaacov debía afrontar la lucha frontal, que no temía, pero la cual resultaría en daños tremendos contra su familia y bienes. O podía actuar con astucia y evitar así males mayores.
Claro, la moralina pamplinesca, seudo progresista y santurrona tendría motivos para acusarlo por su desviado proceder, ¡pero de qué vale la imputación de los corruptos y éticamente pervertidos!
Hay momentos en los cuales se debe hacer lo que se debe hacer, sin esperar la miserable aprobación del infame o del apático.

Y eso hizo el patriarca de Israel, tomó la decisión que evaluó como menos dañosa para todos los implicados.
Creemos que acertó, aunque a primera vista surja la recriminación infantil con la que comenzamos este encuentro.

Pero el Eterno dejó bien en claro:

«Aquella noche Elohim vino en sueños a Labán el arameo, y le dijo: ‘Ten cuidado, no hables a Iaacov [Jacob] ni bien ni mal.'»
(Bereshit / Génesis 31:24)

Si Iaacov hubiera actuado incorrectamente, ¿no habría tenido Labán el derecho divino y humano para “al menos” recriminarle su acción?
Evidentemente que así es.
Pero, Elohim pone en claro que él no tiene ningún derecho aquí, nada para reclamar, ni siquiera algo para elogiar.
Silencio debería haber sido el único discurso de Labán ante “la ONU” al respecto de Israel.
Pero, Labán no pudo con su malgenio e incumplió la orden directa del Creador para tratar de embaucar nuevamente a Israel y llevarlo a la perdición.
Pero esa, ya es otra historia.

(Publicado originalmente en SERJUDIO.com pero con valor noájico por eso compartido aquí también).

Hogar y familia

Este texto ha sido escrito originalmente para SERJUDIO.com, pero contiene importantes enseñanzas que hacen a la edificación espiritual de los noájidas.

En la parashá Jaiei Sará encontramos, básicamente, dos grandes temas:

  • la adquisición por parte de Avraham, primer patriarca de los judíos, de la parcela de tierra que serviría como lugar de reposo funerario para él y su familia directa; y
  • la travesía del siervo fiel de Avraham para conseguir esposa apropiada para el hijo del patriarca, Itzjac.

Son, en apariencia, temas triviales, estrictamente privados, limitados a la importancia de cada familia.
¿Dónde quedaron esas manifestaciones majestuosas del Eterno, creando el universo, ordenando mandamientos, permitiendo las catástrofes mundiales que cambiaron el devenir de la humanidad?
¿Dónde ese Dios que postula a un hombre para que sea padre de una gran familia, y lo acompaña en sus trayectos, y le da fuerzas para vencer en grandes guerras internacionales?
¿O las negociaciones empecinadas para tratar de rescatar ciudades enteras de calamidades gigantes?
¿O las tribulaciones de confrontar los propios miedos, los sentimientos, las esperanzas ante las promesas de Dios?
Sí, ¿dónde quedaron esas tremendas enseñanzas y promesas, en estos relatos tan prosaicos y familiares?

Lo cierto es que todo ello, y mucho más, se encuentra en los dos temas de la parashá.
Porque, recordemos las promesas del Eterno para con nuestro patriarca:

«Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.»
(Bereshit / Génesis 12:2-3)

    Y:

    «A tu descendencia daré esta tierra.»
    (Bereshit / Génesis 12:7)

    Comencemos por la tierra.
    Avraham no estaba esperando una mágica concesión de la tierra prometida, por el contrario, él estaba trabajando a pleno para materializar la promesa.
    No era un espectador pasivo esperanzado en recibir dones celestiales, sino que se encargaba de adquirir la tierra para sí y para su posteridad.
    Porque Avraham podría haber dicho que simplemente le tocaba tener fe, dejar todo en manos de Dios, ¿o acaso no era el Eterno quien le había prometido la tierra?
    Pero, eso parece que no era el pensamiento ni la conducta del primero de nuestros patriarcas.
    Avraham sabía que para que la tierra fuera realmente de su descendencia, él tenía que hacer de su parte lo necesario.
    No es casualidad que cuando los judíos retornaron a su hogar, sea hace cosa de un siglo atrás como en las otras oportunidades anteriores, no estaban esperando el milagro, sino que realizaban los pasos necesarios para ser socios en la materialización del mismo.
    Si no sabes o no recuerdas de lo que te estoy comentando, sería bueno que repasaras un poco de la historia del pueblo judío para entender la propiedad original y legal que tenemos para con la tierra de Israel. Mal que le pese a ciertas religiones e ideologías, Israel es parte sustancial del pueblo judío, no solamente por gracia divina sino por derecho humano, hoy y siempre.

    Sigamos con la descendencia.
    Avraham no esperaba que fuera Dios quien se encargara de otorgar hijos a su hijo, que una paloma preñara mágicamente a una chica para que su estirpe se continuara.
    El patriarca sabía claramente que la familia se construye y precisa de atención, intención, esfuerzo, dedicación, respeto, amor, tolerancia, negociación, diálogo, etc. Y sí, también puede que se precise un poco de ayuda celestial, pero no podemos quedarnos acomodados en el sofá esperando a que Dios haga de casamentera y luego de partera y niñera.
    Por ello, Avraham evaluó la contingencias y peligros que habría para la continuidad de su naciente familia si la pareja de su hijo no era la adecuada. Es muy fácil marchitar la plantita si no se cuida con esmero y pasión. Entonces, el larguísimo y repetitivo relato del encuentro de la esposa idónea para Itzjac nos pone en evidencia el cariño y atención que debemos involucrar en la edificación de un hogar en donde irradie la santidad.

    Vemos como los dos temas de aparente superficialidad son realmente baluartes de la identidad del judaísmo, con su hogar y su familia.
    Tenemos tanto por aprender, como también por des-aprender.
    Tanto para hacer en la tarea de establecer hogares individuales y colectivos que sean los idóneos para la continuidad del judaísmo.

    No depende de la fe, ni de milagros, ni de buenas intenciones, sino de acciones concretas sustentadas en el conocimiento correcto.
    Cuando Israel, la familia, habita en paz en la tierra; es entonces que todos los pueblos de la tierra pueden llegar a la plenitud de la bendición que les depara el Eterno.

    Abraham, el patriarca

    Abraham NO FUE:

    • el primer judío, los judíos descienden de Yehudá, quien fue uno de sus bisnietos;
    • el primer israelita, los israelitas descienden de Israel, quien fue su nieto;
    • el primer hebreo, ya que los hebreos descienden de Eber, quien fuera padre de su tatarabuelo;
    • el primer monoteísta, hubo multitud de personas anteriores a él que lo fueron, así como otros que eran sus contemporáneos;
    • el primero en recibir la Palabra de Dios directamente, porque antes otros también fueron contactados por el Eterno;
    • el padre de las religiones monoteístas, porque el camino espiritual repele las religiones.

    Abraham SÍ FUE/ES:

    • el primer agnóstico, pues él supo entender que existía una deidad pero fue incapaz de definirla hasta que tiempo después fue enseñado por gente que mantenía la tradición monoteísta original, además luego recibió el mensaje directamente de parte del Eterno;
    • el primer patriarca de los judíos, ya que su linaje sagrado se continuó a través de Itzjac, luego Iaacov y más adelante los padres de las tribus de Israel;
    • el primero en circuncidarse como señal de la alianza eterna que Dios había sellado con él y su descendencia;
    • el primero en predicar abiertamente el monoteísmo en contra de la religión opresora;
    • el primero en recibir la promesa que la tierra de Israel sería para sus descendientes, los judíos, por siempre;
    • el primero sionista espiritual realizador, dispuesto a dejar todo por morar en la tierra que estaba en armonía con su ser, y laborioso para que quedara como herencia bendita para su descendencia;
    • el primero en confrontar respetuosamente a Dios en busca de lo que él creía justo y misericordioso;
    • un activo noájida, consciente de su identidad espiritual, ferviente en el cumplimiento de los siete mandamientos para las naciones, promotor incansable de ese pacto sagrado y eterno entre Dios y todos los hijos de las naciones.

    Errores que se repiten…

    Dios le dice a Avram: «Vete (solo) de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Bereshit / Génesis 12:1), pero resulta que: «Avram [Abram] tomó a Sarai su mujer, a Lot su sobrino y todos los bienes que habían acumulado y al alma que hicieron en Jarán [Harán]; y partieron hacia la tierra de Canaán. Después llegaron a la tierra de Canaán» (Bereshit / Génesis 12:5).
    Marchó acompañado por montón de personas, lleno de bienes y con un destino marcado (por sus ideas y pasado), el cual era la tierra de sus antepasados hebreos (la que conocemos como Israel).
    Cuando debía ir solo, despojado, confiando únicamente en la brújula del Eterno que le indicaría la tierra en la cual asentarse.
    Por ello Dios le dice rigurosamente: «A tu descendencia daré esta tierra.» (Bereshit / Génesis 12:7).
    Es decir, la tierra y las promesas del Eterno no era para todos esos seguidores, los “abramistas” que iban con él (noájidas plenos, que llegaron a la conciencia y dedicación gracias a Avram); sino para la nación judía, que nacería siglos más tarde.
    De cierta forma le estaba indicando expresamente el Eterno que Avram estaba actuando según su criterio y no de acuerdo a lo que Él estaba ordenando que hiciera, lo cual podría conducir a problemas.

    Luego, hay un conflicto territorial entre sus empleados y los de su sobrino Lot.
    Avram debiera haber explicado su patrimonio territorial, por derecho Divino, y pedido que Lot fuera a otra tierra, para así evitar el conflicto.
    Sin embargo, Avram dice: «Por favor, no haya contiendas entre tú y yo, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos parientes. ¿No está delante de ti toda la tierra? Por favor, sepárate de mí. Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si tú vas a la derecha, yo iré a la izquierda.» (Bereshit / Génesis 13:8-9).
    ¿Cuál fue la respuesta del Eterno a esta generosidad innecesaria, y tal vez errónea?
    Él dijo al patriarca: «Alza tus ojos y mira desde el lugar donde estás, hacia el norte, el sur, el este y el oeste. Porque toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia, para siempre.» (Bereshit / Génesis 13:14-15).
    ¿Está claro, o se precisa más?
    La tierra de Israel era de Avram y para sus descendientes, para siempre. ¿Cómo iba Avram a alentar para que otro, aunque fuera un pariente, decidiera tomarla en posesión (ilegal) y hacerla suya?
    Dios le estaba diciendo clarito que Avram no debía seguir por esa ruta, de entregar la propiedad otorgada por Dios a él y sus descendientes. No era para los parientes de Avram, tampoco para sus leales seguidores espirituales. Era, y es, patrimonio sagrado de los hijos de Israel, quienes somos los judíos.

    Es una lección que parece no cala aún en la mente y corazón de todos los descendientes de Abraham, pues sigue habiendo gente dispuesta a regalar lo que no les pertenece a aquellos que no corresponde.
    Tal vez, si en lugar de concesiones al malvado se exigiera respeto a las leyes (universales, emanadas del Eterno), entonces viviríamos más armoniosamente, en la Era Mesiánica construida por los propios hombres.

    Lej Lejá 5776–sionismo pleno

    Comienza la parashá con una orden clara, contundente y directa de Dios a Abraham (aún llamado solamente Avram): «Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.» (Bereshit / Génesis 12:1).
    Cuánta confianza debía de tener nuestro patriarca para hacer caso a esa voz, que por primera vez oía (que nosotros sabemos era la de Dios), para dejar todo y aventurarse a radicarse en una tierra que todavía era misteriosa para él. Cuenta el Midrash que él había estado allí en varias ocasiones, pero una cosa es ser visitante o turista, y otra muy diferente saber que a partir de ahora ese sería su hogar.

    Sus antiguos antepasados habían vivido en aquel amado lugar, que nosotros conocemos como Israel, pues de allí provenía su tatarabuelo Ever. Por algún motivo se habían debido mudar hacia la región de las actuales Irak-Turquía.
    Ya Teraj, el padre de Abraham, había deseado retornar a la tierra de los Ivrim (hebreos) y había emprendido el viaje con su familia. Sin embargo, por esto o aquello se detuvo a mitad de marcha.

    Ahora Abraham retomaba el camino, confiando en la voz que escuchó en su interior, el llamado de Dios que le indicaba que su lugar estaba en Israel. Fue el primer sionista-espiritual, cuyo objetivo es vivir y embellecer la tierra santa para que reluzca la Luz del Eterno desde allí.
    Tal vez fue la primera, pero sin dudas no fue la última en que los descendientes hebreos tienen puesta su mente, corazón y empeño por su hogar milenario. Algunos quedan en el camino, en tanto otros siguen a pesar de todos los inconvenientes y contratiempos hasta alcanzar esa meta anhelada.
    Releamos el HATIKVA: “Mientras en lo profundo del corazón palpite un alma judía, y dirigiéndose hacia el Oriente un ojo aviste a Sion, no se habrá perdido nuestra esperanza;
    la esperanza de dos mil años, de ser un pueblo libre en nuestra tierra: la tierra de Sión y Jerusalén.”
    .
    Tal vez podemos identificar en estas palabras, con las modificaciones obvias del caso, lo que también pasaba dentro de Abraham.
    ¿Te das cuenta?

    La orden divina fue acompañada por unas promesas: «Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.» (Bereshit / Génesis 12:2-3).
    ¿Qué significa exactamente cada una de estas promesas de Dios?
    ¿Hasta dónde se han cumplido?
    ¿Qué es lo que falta?
    ¿Qué podríamos hacer nosotros, como judíos o noájidas, para hacerlas realidad, si es que aún no lo son?
    ¿Fueron éstas las que movieron a Abraham a radicarse en la tierra de la familia judía?
    ¿Cuáles pudieran ser las enseñanzas para los noájidas en su vida cotidiana y en la práctica?

    La parashá continúa luego con gran cantidad de temas de importancia, algunos con absoluta vigencia y actualidad, por lo que te invito a que los busques y estudies, y si quieres nos lo compartas luego.