Es muy difícil, y hasta imposible darse cuenta de la falsedad en la que creemos, sea cual sea, si no se indaga la verdad con diligencia y sin parcialidades. No se puede confiar en algo si previamente no tenemos la seguridad que es cierto. El bienestar de la confianza y la seguridad van de la mano y esto inevitablemente implica amarse a sí mismo y amar al prójimo.
La confianza y la seguridad son interdependientes, no se puede construir una casa porque así lo sugiere cualquiera o así esta escrito en cualquier lado. Para que esa casa no se nos convierta en una trampa debemos construirla con fundamentos sólidos y con la guía de expertos reconocidos. Y así cualquier otro aspecto importante de nuestras vidas debe pasar por un filtro de verificación.
El procedimiento, el camino, la religión que elegimos para relacionarnos con Dios es uno de esos aspectos primordiales en la vida del ser humano. Y si es tan importante no debería dejarse en manos de inexpertos a quienes no compete y de la fe ciega. Lo prudente y sensato sería examinar con todos los elementos necesarios si ese camino es el que realmente nos lleva a Dios. Esto implicaría tomar un camino alternativo o tal vez seguir caminos paralelos en algún momento de nuestras vidas, hasta encontrar la verdad.
En lo personal desde muy joven me preguntaba ¿cuál es la religión verdadera? ¿Quién posee la verdad acerca de lo que es correcto o incorrecto en la relación con Dios?
Cómo indagar una respuesta a estas interrogantes, no era fácil. Pero si tenia claro que a Dios debía agradarle un buen comportamiento. El buen propósito y la buena acción sin duda sería un buen comienzo en la búsqueda de establecer una relación correcta con Dios y con los demás.
Por otra parte, tomar el camino alternativo de la indagación y el escudriñamiento paralelo con la fe era otra buena idea para acercarse a la verdad.
En los años ya adulta, quedaron pendientes las respuestas a estas interrogantes y cautivada me afiancé más en el camino de la fe. Por supuesto elegí la fe que parecía correcta, para ese momento el movimiento evangélico, porque consideraba que en el catolicismo se incurría abiertamente en la idolatría adorando imágenes. Pero la diversidad de posiciones derivadas de la interpretación de los evangelios y de otras religiones me llevó a reiterar en medio de la confusión, que lo más acertado sería en lo posible un comportamiento apartado del mal.
Pero esta posición me llevó a hacerme varias interrogantes. Entre ellas, a preguntar por qué Dios había delegado su atribución, el perdón de pecados y la salvación, a un hombre, el mesias. ¿Por qué desde los inicios de la humanidad Dios exigía como requisito para el perdón el arrepentimiento sincero y el apartarse del mal, y ahora además de esto requería la fe en un mediador? Este cambio de parte de Dios debía tener algún motivo. Por ello indagué en las antiguas escrituras el sustento de este cambio.
Evidentemente corresponde a las escrituras anteriores, y no al nuevo testamento, sustentar con precisión el traspaso de facultades al mesias, para que podamos aceptarlo no por fe irracional, sino como algo dispuesto por Dios. Pero, con tristeza no encontré sustento en las viejas escrituras para esta atribución, en su lugar sí numerosas incongruencias en el supuesto nuevo testamento
Es obvio que las atribuciones del que viene, el que lo envía debe sustentarlo sin lugar a confusiones. Los fundamentos deben estar primeramente en las escrituras del que lo envía y luego en las escrituras del enviado y de ningún modo este último antagonizar, ni contraponerse al primero.
Y fue en este punto, que se hizo evidente que el único camino a seguir es honrar al Dios Creador cumpliendo con los mandamientos dados a los gentiles.
Estimado lector ¿qué te hacen pensar estas afirmaciones?
En Isaías 45:6- “…para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo… y ninguno más que yo”
Isaías 43:11- Yo, yo Dios, y fuera de mi no hay quien salve. 24- …pusiste sobre mi la carga de tus pecados me fatigaste con tus maldades 25- Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me acordaré de tus pecados
Salmo 18:31 ¿quién es Dios sino sólo Él. Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?