Siempre habrá por lo menos uno. Están por doquier. No hay necesidad de llamarlos. Y es que no es malo contar con criticones de oficio (muchas veces hasta yo me considero uno de ellos).
Claro, hay que hacer la diferencia entre los que hacen críticas constructivas, y los que hacen críticas destructivas.
¿Y cuál es la diferencia?
Los que hacen críticas constructivas presenta el problema luego de haber profundizado en él, y a continuación presentan las potenciales soluciones, o las posibles maneras de encarar el problema.
Los que presentan críticas destructivas presentan unicamente los problemas.
Enseñan los Sabios: «No racionalices el habla destructiva. Excusas como «pero es verdad» o «sólo estoy bromeando» o «le puedo decir a mi esposa/o todo» – debes dejarlas a un lado».
El que presenta críticas constructivas aporta soluciones, te permite que crezcas, ofrece perspectivas distintas, ofrece otro punto de vista.
El que presenta críticas destructivas aporta cizaña, malas influencias, envidia, egoismo.
El que aporta criticas constructivas no personaliza, no coloca nombre y apellido, hace distinción entre la persona y la situación.
El que presenta criticas destructivas ama irse en contra de la persona.
En días pasado alguien, palabras más palabras menos, escribía en uno de mis articulos: “Eso que haces es malo». Pregunto yo: ¿Y entonces? ¿Qué hago para hacer cosas buenas?
Quizás hoy alguien te diga:
«Ese color no te queda bien». ¿Y cuál color queda bien?
«No hables de esa manera». ¿Cómo se debe hablar?
«Eres malo». ¿Cómo ser bueno?
Los constructores de Shalom construyen incluso con sus criticas.
Y tu, ¿qué tipo de críticas haces?