pero vives el presente
para construir un mejor futuro.
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#serjudio.com /#
Al perdonar a tu prójimo,
te reconcilias con tu propio pasado,
y dejas de pelear por modificar aquello que ya está petrificado.
El rico no es quien tiene mucho,
sino el que disfruta sinceramente de aquello que le ha tocado.
Puedes dejar crecer los yuyos en tu jardín,
a la espera de que el tiempo lo limpie
y que la naturaleza haga su trabajo de embellecerlo.
Pero la experiencia indica que tu jardín
se perderá debajo de sucias malezas y feos yuyos.
El cielo abrió las puertas de la ciencia en los últimos dos siglos, pero el hombre cerró las de la convivencia,
parece increíble pero en este tiempo, donde la técnica se impone, donde la ciencia parece haber alcanzado niveles insospechados "al servicio del hombre", sucede en la mayoría de los casos, todo lo contrario. La cantidad de artilugios y aparatejos lograron aislarnos a tal punto, que socializar se volvió un "verdadero lujo". El quiebre de valores nos hace correr, desde que nacemos, hacia lo material exclusivamente, dejando de lado las necesidades fundamentales como seres humanos, sociables. Hace no mucho tiempo nadie andaba preocupado o mejor angustiado por conseguir pareja, ni mucho menos porque no iban a poder subsistir, con mucho menos abundancia material, lograban permanecer toda una vida juntos trabajando, con abnegación, convivencia, entrega total. No había planificación familiar, pues la estima propia era tan alta, que sabían que El Cielo se encargaría de proveerles con todo lo necesario para los suyos. Vivían, de lejos, en un estado de armonía con la naturaleza, la que dominaban, sin maltratarla, y sacaban provecho de ella a su vez para su manutención. La abundancia era más espiritual, pues lo esencial es más "visible", cuando lo efímero no lo está cubriendo. Existía conciencia del otro, pues se identificaban mutuamente como seres sociables, y similares. Las clases sociales no eran más que funciones dentro de una sociedad bien engranada, ahora nos cuesta a pesar de la "abundancia", sostenernos en pie. La materia es un medio, pero se ha vuelto el fin. Si pudiéramos tener una pequeña muestra de lo que podemos tener sin acudir a agentes externos, quizás pudiéramos gozar de la unidad y la prosperidad que mana directamente de EL.
Estamos tan llenos de complejos y complejidades,
que es hora de simplificar…
“Vivimos, en general, indolentes frente a la muerte ajena, a la que en alguna forma u otra no se relaciona con nosotros, a la que ocurre fuera del alrededor de nuestro afecto o de nuestro conocimiento, sin volvernos dolientes en algún grado, sin imponernos cierta cuota de obligado luto… Todo esto lo comencé a considerar muy seriamente cuando al finalizar la segunda guerra mundial, y hacerse la liquidación de la tenebrosa, despiadada, espeluznante, empresa del nazismo hitleriano, arrojó el impresionante saldo de seis millones de judíos muertos. ¡Seis millones!… Eso era más menos, por entonces, toda la población de mi patria. Era como si hubiese sido asesinada toda, absolutamente toda la población de mi patria (Chile)… Todo un país de muertos. Seis millones de judíos monstruosamente asesinados. No eran sombras, no siempre fueron muertos. Eran vivos, tenían un nombre, un rostro. Reconozcámoslos.” Julio Barrenechea, “Israel: un árbol por cada muerto”
Los libros siempre han sido uno de mis deleites preferidos. El buen cine también me motiva pero nunca negociaría el placer de un buen libro a cambio de la correspondiente película. Por ello, cuando vivía en Santiago de Chile, uno de mis paseos más entretenidos era caminar por el Paseo Ahumada los días domingos, pasando revista al material disponible en cada uno de los puestitos de libros usados que adornan la vía peatonal
Hace algún tiempo encontré en uno de estos paseos familiares el libro “Israel: un árbol por cada muerto” del poeta chileno, Premio Nacional de Literatura, Julio Barrenechea. Por menos de tres dólares me llevé el ejemplar a casa, como niño al que le han comprado juguete nuevo. Al leer y repasar las aventuras allí contadas sintonizo con el pensamiento del autor, “una fuerza misteriosa, tal vez el destino, me ha vinculado en las distintas etapas de mi vida con las personas y los hechos del pueblo judío”; pero, diferencia no menor, donde Julio Barrenechea hallaba carne y hueso, cuando muchacho yo veía seres enigmáticos que surgían como héroes de los libros de ciencia y de revistas de ajedrez.
El antisemitismo – mejor llamado Judeofobia (véase el estudio del Prof. Gustavo Perednik sobre este tema) – es una enfermedad social que no discrimina entre razas ni colores ni ideologías. A mi modo de ver, un denominador común entre los antisemitas es un alejamiento del concepto de moderación. Los extremistas tienden a apartarse de todos quienes no comulgan con su enfermedad pues los ven como “demonios a los que hay que combatir”. Por otro lado, independiente de si se es liberal o socialista (como lo fue el poeta chileno), de izquierda o derecha, cuando la palabra moderación está en el horizonte de ruta de la persona, ésta termina reconociendo, como lo enuncia el autor, que “los judíos no es que posean ciertas condiciones negativas como propiedad privada. Ellas son comunes al ser humano. Lo que ocurre es que el judío está enfocado, para el juzgamiento minucioso de sus actos sociales”.
El nazismo hitleriano que menciona el autor en el extracto presentado al principio de este artículo tenía su base de operaciones en una ideología de extrema derecha. El nazismo actual, tan común en la extrema izquierda, es mojigato. Se escuda en una retórica que busca confundir al ciudadano común, quiere transformar a la víctima en victimario, al terrorista en héroe, al ciudadano común en blanco legítimo en aras de una causa, a aquel que amenaza con otro holocausto y con borrar a un Estado de la faz de la tierra con una especie de abanderado de algún tipo de resistencia. Como lo dice Barrenechea, “El pueblo judío ha vivido a la defensiva, preservando su propia personalidad, con mayor fuerza que otros, debido que hasta hace poco, no contaba con el fundamento de un Estado. Y también ha necesitado cuidarse de sus enemigos, o sea, del antisemitismo internacional, que está constituido, fundamentalmente, por todas las personas del mundo que buscan las causas de su incapacidad en la existencia de la capacidad ajena”.
Mi afición a la lectura fue inculcado por mi madre. Ella solía decirme que “todo ser humano es como un libro abierto donde se van escribiendo sus acciones”. Libros vivientes somos. No somos dueños de nuestras vidas pero, en su infinita sabiduría, Dios nos dio el privilegio de administrar nuestras vidas para que escribamos en ellas ya sea nuestra trascendencia a lo eterno y valioso o bien hacia la podredumbre. Depende de nosotros. Sí. Depende de nosotros no cerrar los ojos a la historia para no cometer las equivocaciones de nuestros ancestros. Nunca más callar ante el dolor ajeno. Nunca más un Holocausto, no más atrocidades en Darfur. Nunca más callar condescendientemente ante gobernantes totalitarios. Nunca más permitamos que seis millones de libros vivientes sean quemados.
No confundas ser simple
con ser simplista o tonto.
Si buscas la perfección,
trabaja para ser simple.
Procura dominar menos,
presionar menos,
ansiar menos
y encontrarás que eres
poderoso.