Seguramente habrán escuchado al grupo dirigido por el treintañero de Kfar Saba.
Si no lo han hecho, les recomiendo escuchen su más reciente trabajo, "The Idan Raichel´s Project". Es verdaderamente una "nota de veinte puntos", desde Bo’ee hasta Siyaishaya Ingoma.
Un extraordinario compositor el Idan; de cada una de las piezas se desprende una rica sensación de armonías y una muy agradable atmósfera de música bien cantada impregna el ambiente cuando escuchas una canción como Hinach Yaffa ó Mi’ma’amakim.
Gracias a D’ surgen artistas como Raichel, que acompañado de sus amigos de muy buena voz, logran hacer maravillas con aquello que nos es una virtud incomparable, nuestra voz. Y es sobre eso que precisamente les traigo tema hoy. Aprovechando el reciente descubrimiento y haciendo a la vez una cuña gratiñanga al cantante y músico israelí.
La voz es nuestro sello de superioridad ante el resto de la creación, no solo porque es sonido que sale, producto del temple de las cuerdas vocales y la acción del aire que respiramos, sino porque con esta maravilla hemos conocido el habla y algo aún más grandioso, el canto. Un arte sin parangón que perdura mientras exista la persona, sin más necesidad que un oído afinado y medianamente educado. En nuestro canto, a diferencia de otras especies animales, no esta implícito el hecho meramente institivo, pues nuestro canto proviene de nuestro interior, del pensamiento y de la emoción.
Tanto así es importante nuestro canto, la voz hecha música, que el hombre ha buscado siempre agradar a D’ mediante esta herramienta exclusiva de nosotros, la raza humana. El canto además, en muchos casos, cuando es correctamente encausado, es signo de sabiduría, de búsqueda de lo trascendente, tal y como podemos corroborar viendo las bellas composiciones del Rey músico, Salomón.
La voz nos ha sido otorgada por D’ para crear, para sojuzgar sobre el resto de la creación (Génesis 2:19); lamentablemente algunos han hecho mal uso de ella, dedicandola a idolatría, profanando el don más importante que se les ha otorgado, o usándola sin un sentido constructivo, malbaratándo tan importante virtud. ¡Que bueno sería que todos los músicos y cantantes supieran cuán valiosa es la música que esta dirigida a lo trascendente y que busca la construcción y superación de valores sociales! ¿Cuándo será ese día en que podremos cantar todos, desarrollando, como en aquella épica surgida de la imaginación de J.R.R Tolkien, un canto último en el que se cante en orden y de forma ascendente hacia lo más sublime?
Mientras esperamos aquel día, tienen permiso de ir y escuchar buena música.