El Conde y El Judio que vendia alfombras

Un Shabat a la noche estaba con su familia, en la comida sabática. De repente golpearon a la puerta y entro un mensajero del conde.

-Perdonadme la interrupción -dijo el mensajero-. Me ha enviado el conde pues hoy a la noche tiene una gran fiesta en el palacio y quiere obsequiar a sus invitado con alfombras. He venido para que usted se las envíe enseguida.

-Lo siento mucho, pero no podré complacer el pedido del conde. Para nosotros, los judíos, hoy es el santo Shabat y tendrá que esperar hasta mañana a la noche.

-¿Que clase de respuesta es esta?, dijo el mensajero riendo, ¿Como va a esperar el conde hasta mañana si es hoy cuando las necesita?

-Pues yo no puedo dárselas hoy, ya que en Shabat esta prohibido negociar, dijo el comerciante. Que el conde me perdone. El mensajero se fue, pero regreso a poco tiempo con una carta de su amo.

«Necesito sin falta las alfombras -escribía el conde- te pagare el doble o el triple de su valor, pues no puedo conseguirlas en ningún lado. Pero, si no me las das te arrepentirás, piensa bien lo que haces. No te conviene perder un cliente como yo.»

El judío leyó la carta y respondió al mensajero.

-Dile al conde que hay Alguien Superior a el y al que debo obedecer. No quiero perder un cliente tan bueno, pero no puedo hacer otra cosa.

Al finalizar el sábado el comerciante recibió una notificación para que se presentara en el palacio del conde.

Su familia estaba asustada y rogó para que no le pasara nada.

El hombre con valentía, se encamino hacia el palacio.

Ante su gran sorpresa, el conde salió a recibirlo y lo saludo amablemente.

-Perdonadme -le dijo el conde-, por haberte molestado. Tengo un amigo, continuo el conde, que me dijo que el no tenia confianza en los judíos, que ellos solo buscan el dinero y por el dinero eran capaces de vender su fe. Decidí entonces probarte y has pasado muy bien la prueba.

Pude demostrarle a mi amigo lo equivocado que estaba, te agradezco mucho.

Así el conde y el judío siguieron siendo muy buenos amigos.

Enseñanza para la vida del noajida: Cuando hay verdadero compromiso no hay EGO que valga.

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