Hablamos en el texto previo a este del dolor cuando la conciencia despierta.
La parashá de esta semana nos trae un vivo y fascinante ejemplo, el de Moshé. Criado entre dos mundos, el de los hebreos esclavizados y el palacio del faraón de Egipto. Llegó un momento en el cual entró en conflicto interno, cuando tuvo que escoger adonde pertenecía, cuál sería su destino.
«Aconteció cierto día, cuando Moshé [Moisés] había crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas. Entonces vio a un hombre egipcio que golpeaba a un hombre hebreo, de sus hermanos. Él miró a uno y otro lado, y viendo que no había hombre, golpeó al egipcio y lo escondió en la arena.»
(Shemot / Éxodo 2:11-12)
Cuando se lee el párrafo en el original hebreo con suma atención, uno descubre que no queda para nada claro quienes son los hermanos de Moshé, con cual pueblo él se identifica.
“Él miró a uno y otro lado”, hay sabios que lo interpretan diciendo que Moshé miró para el lado de los egipcios y se sintió en casa pero extranjero, y vio para el lado de los hebreos y se sintió extranjero pero en casa.
No sabía a cuál bando pertenecía.
Estaba confundido, y eso duele.
Eso sume en la impotencia.
¿Y que hace de manera natural y automática la persona cuando siente impotencia?
Reacciona desde el EGO: llanto y/o grito y/o pataleo y/o desconexión de la realidad.
¿Qué hizo Moshé?
La respuesta está ante ti…
Tras varias aventuras, la menor de las cuales no fue hallar su identidad, finalmente logró llegar hasta el pueblo de Midián, primos lejanos de los hebreos, pues también eran descendientes de Avraham.
Allí sintió que podía quedarse y estar en paz.
Podía amoldarse a esta otra identidad, la de midianita.
Lo que queda expresado en las palabras:
«Moshé [Moisés] aceptó vivir con aquel hombre, y él dio su hija Tzipora [Séfora] a Moshé [Moisés]. Ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Guershón [Gersón], porque dijo: ‘Fui forastero en tierra extraña.'»
(Shemot / Éxodo 2:21-22)
Antes era forastero y en tierra extraña.
¿Entiendes?
Hebreo nacido en Egipto, criado en su tierna infancia como hebreo, luego como egipcio y de la nobleza más encumbrada. Más tarde tropezó con su indefinición.
Ahora, ahora era midianita, aunque su mente mantenía conceptos egipcios y su esencia más pura se preservaba hebrea (por siempre).
Cuando le llegaron los momentos de despertar, sufría.
Entonces rebuscaba para volver rápidamente a la inconsciencia, a olvidar, a vivir una vida que le era ajena con sufrimientos en apariencia más tolerables.
Hasta que el Eterno lo confrontó, lo vapuleó, obligándolo a despertar para que alcanzara eventualmente su máximo potencial:
«Yo soy el Elohim de tus padres: el Elohim de Avraham [Abraham], el Elohim de Itzjac [Isaac] y el Elohim de Iaacov [Jacob]. Entonces Moshé [Moisés] cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Elohim.»
(Shemot / Éxodo 3:6)
En un primer momento tuvo miedo y se escondió.
Pero, Dios tenía un plan para él, por lo que lo llevó a cumplirlo, sin aceptar excusas ni evasivas.
Así Moshé fue el ser humano más importante de toda la historia, gracias al cual el mundo es completamente diferente a lo que fuera antes de él.
Llegado nuestro propio momento para despertar, ¿qué haremos?
¿Esconder el rosto llenos de temor?
¿Volver a la inconsciencia?
¿Escapar?
¿Inventarnos nuevas máscaras que nos perturben la conciencia?
¿Mentirnos y mentir?
Y, si no llega de fuera ese momento para el despertar, ¿cómo lo podemos motivar?