Hay mandatos familiares que se pasan de una generación a la siguiente.
Están los explícitos, aquellos que son marcados y codificados, decretados y grabados a fuego. Esto es lo que debes, esto es lo que no debes. Esas son las reglas de esta familia. Cual barrotes de una prisión, determinan, limitan, marcan la pertenencia.
Y están los mandatos que no son explícitos. Son transmitidos por gestos, insinuaciones, tonos, silencios, rituales sin explicación, repeticiones sin contexto ni sentido, palabras que encubren significados, secretos de familia.
Entonces, los miembros del grupo se encuentran enredados, en esa tela pegajosa que los tiene atrapados, inmovilizados, ahuecados, inmóviles pero al mismo tiempo golpeando al vacío para destruir fantasmas enemigos.
Así podemos descubrir diversos personajes que viven y reviven similares situaciones, como si estuvieran detenidos en un espejo que congela el tiempo.
Gente que vive sus propias circunstancias, pero de acuerdo a los reglamentos que les inscribieron y ellos adoptaron como verdad; sin resolver las cuestiones, puesto que no las enfrentan en verdad, sino solamente como referencias a esos asuntos familiares que les dan forma. Con finalidades que les son ajenas, aunque pudieran sentir el éxito y la victoria como propios.
Sin saberlo, sin reconocerlo, lo habitual es continuar repitiendo esas tradiciones familiares, al pensar, sentir, hablar, criar, actuar, responder, huir, etc.
Sin preguntas, sin cuestiones, sin evaluaciones, solamente cumpliendo el programa armado con los mandatos, más las reacciones que se producen de manera natural desde el EGO.
Quien se queja, sufre el destierro.
Quien pregunta, es un enfermo.
Quien cambia, un rebelde.
Quien rompe el mandato, alguien merecedor del peor destino.
Así, los lemas que mantienen la manipulación se fortalecen.
Uno es parte del sistema de sometimiento, sometiendo a otros, sometiéndose a otros, sometiendo la propia conciencia al mandato.
Hay maneras de crear una realidad alternativa.
Una de ellas la provee este pasaje (parte de la Haftará de esta semana, parashá Terumá):
«Entonces vino la palabra del Eterno a Shelomó [Salomón], diciendo:
‘Respecto a este templo que tú edificas, si caminas en Mis estatutos, y pones por obra Mis decretos, y guardas todos Mis mandamientos andando de acuerdo con ellos, Yo cumpliré contigo Mi palabra que hablé a tu padre David: Habitaré en medio de los Hijos de Israel, y no abandonaré a Mi pueblo Israel.'»
(1 Melajim / I Reyes 6:11-13)
Supongo que lo que he explicado en estas pocas líneas debe ser bastante denso, de dificultosa captación, por lo cual te pediré que comentes aquí debajo qué es lo que has podido entender hasta ahora de esta temática. Gracias.
(Escrito originalmente para ser publicado en SERJUDIO.com, pero considero que contiene enseñanzas de importancia para la identidad del noájida).
El cumplimiento de la Ley.
Una vez mas el Eterno vuelve a recordar por medio de sus Profetas, que el camino a seguir esta marcado por sus mandamientos. Aunque recordado una y otra vez a lo largo de la historia, innumerables veces hemos hecho caso omiso con sus terribles consecuencias. Todos nuestros pensamientos, palabras y obras deben ser leales a nuestro Creador. Ese es el camino.
Gracias Moré
asi es, sin olvidar que los mandamientos de la tora son para los judios, en tanto que los gentiles tienen los siete mandamientos para las naciones.