«…oyeron la voz del Eterno Elohim que se paseaba en el jardín en el fresco del día…» (Bereshit / Génesis 3:8).
En un principio, el hombre tenía conciencia del Eterno, recibía Sus mensajes de manera fluida. La NESHAMÁ, como siempre y sin pausa ni cambio, emitía su LUZ la cual alcanzaba la conciencia activa, lo que permitía estar despierto a la Divina Voluntad y Presencia.
Pero, no somos solamente NESHAMÁ, en tanto estamos en este mundo también estamos formados por otras cuatro dimensiones.
Cada una de ellas a su manera nos aísla de nuestra ser de LUZ, de nuestro Yo Esencial.
Por lo cual, nos vamos revistiendo de máscaras, nos cubrimos con disfraces y vamos llevando una vida alternativa, que deja de estar enfocada en el espíritu y bailotea entre otras cosas, que pueden ser importantes y valiosas, ¿por qué no?
Nos vamos formando una identidad, o varias, que nos permiten manejarnos en este mundo pero que nos desconectan de nuestra verdadera identidad. Así se construye nuestro Yo Vivido, que es el que solemos llamar “yo” a secas.
Así es como hemos sido creados, multidimensionales, complejos y complicados. Esto no es un defecto ni algo para lamentarse, ¡es como somos! De hecho, si mantuviéramos la conexión entre las dimensiones, la armonía, el equilibrio, y orientados siempre por NESHAMÁ, sería todo lo perfecto que lo humano puede llegar a ser.
Sin embargo, algo quiebra la armonía y establece el conflicto, el exilio.
«Oí Tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí.» (Bereshit / Génesis 3:10).
La existencia multidimensional nos deja sin tener a disposición el uso del poder ilimitado de la NESHAMÁ. Por ello, la conexión con el Eterno parece perdida, aunque en realidad es imposible que se corte.
Las limitaciones le hacían sentir insatisfecho y necesitado, aunque tuviera todo para ser feliz. Entonces, emergió el sufrimiento y al mismo tiempo el miedo, que es la expectativa de impotencia, el presentimiento de algo nefasto que nos deje agotados, indefensos, imposibilitados de vencer. ¡No queremos volver a experimentar el espanto de sufrir, por eso nos llenamos de miedos!
El hombre sentía impotencia, se supo desnudo, limitado, de cierta forma desconectado del poder. Entonces, de forma natural y automática se dispara el EGO con sus herramientas habituales: llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad.
Esto le llevó a esconderse de Dios, porque estaba ya en exilio de su Yo Esencial, que es su NESHAMÁ.
«El hombre respondió: -La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí.» (Bereshit / Génesis 3:12).
Entonces, fue poblando su mente con fantasías acerca de Dios y el poder, anhelando alcanzar un estado superior, donde no se sintiera defectuoso a causa de su naturaleza humana. Si él se sentía poderoso y fantaseaba con serlo, si podía achacar la culpa a otros, sacarse de encima la responsabilidad de sus errores, hacer de cuenta que es el amo y señor… lo que fuera, con tal de no padecer ni ahogarse en su miedo. Pero, algo le decía que en cualquier momento le podría sobrevenir aquello que le dejaba indefenso y débil, algo podría suceder. Estamos a merced de los elementos materiales, de la naturaleza, de lo que otros hacen y dejan de hacer, de nuestros propios instintos, ¡de tantas cosas!
Nos sentimos muy débiles y vulnerables, y con razón.
Pero, fantaseamos con el poder, lo perseguimos, aparentamos tenerlo cuando manipulamos, presionamos, somos violentos, hacemos cosas supersticiosas, creemos en delirantes propuestas del EGO, etc.
«Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda al Eterno.» (Bereshit / Génesis 4:3).
Creamos la religión, nos llenamos de rituales y dogmas que mantienen aferrados a creencias y cada vez más lejanos de Él.
En tiempos originales, tenían la intención de experimentar el contacto con Dios, sentir de manera material eso que sentían en lo profundo de su ser, que es la conexión constante de la NESHAMÁ. Es decir, sus corazones no estaban dedicados a la adoración de falsas deidades, poderes aparentes, sino que buscaban al Eterno.
«Caín habló con su hermano Abel. Y sucedió que estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató.
Entonces el Eterno preguntó a Caín: -¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: -No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»
(Bereshit / Génesis 4:8-9).
Pero, al poco tiempo la buena intención sin contenido saludable degeneró y se convirtió en otro instrumento del EGO para mantenernos enajenados, exiliados de nosotros mismos y creyendo que nos abraza Dios estamos sin Dios. Muere el hombre, queda inerme el hombre, se esclaviza el hombre, gracias a la religión en todos sus aspectos y formatos.
Si queremos identificar el peor obstáculo para el espíritu, no lo busquemos en el cuerpo, sino en todas y cada una de las religiones.
¿Cuál es el camino para retornar a la armonía interna y externa?
¿Cómo conseguir que sea la LUZ de la NESHAMÁ la que oriente y guíe nuestras vidas?
¿Cómo evitar que el EGO siga a cargo?