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Un mensaje de Shabat

Este día séptimo que está por comenzar, de SHABAT para los judíos, es otra oportunidad para quitar las máscaras que esconden nuestra rostro, ocultan nuestra LUZ.
Vamos a quitarnos los disfraces para vestirnos con las ropas dignas de príncipes, hijos del Eterno, que lo demuestran por vivir construyendo SHALOM.
Sin fantasías mágicas, sin palabrería, sin manipulación, sin religión, sino con lo que el Eterno pide de nosotros: bondad, justicia y lealtad.
¡Les deseo SHABAT SHALOM y FELIZ SEPTIMO!
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Pentadimensionalidad, salud, enfermedad y EGO

Si la persona que cría al niño no le ha enseñado a identificar sus emociones, sus estados de ánimo, ¿cómo hará luego para advertirlos y nombrarlos?

Si ante las variaciones “molestas” del ánimo, la persona a cargo del niño lo alimenta y lo sobre alimenta, ¿que hábito estará formando y que luego será difícil de romper?

Si se le impone un riguroso sistema de creencias, cualquiera sea ella y no solamente en lo relacionado a lo teológico/metafísico, como por ejemplo el valor de ser flaco o el asco de ser gordo, ¿se está contribuyendo a formar una persona feliz?

Si los mensajes que se transmiten al niño son contradictorios y no se le enseña a discernir, a juzgar equitativamente, a tomar con recaudo las ponencias, a evaluar racionalmente, a no admitir sin fundamento, ¿cuánta libertad se le está quitando?

Si la persona encargada del niño no se vincula emocionalmente con él, toma distancia emocional, y sobrecompensa con regalos inapropiados/injustificados, o con exigencias extremas en su control y expectativas, ¿cuáles serán las formas de vincularse que está adquiriendo ese pequeño?

Si la criadora castiga pero no como consecuencia lógica y necesaria de una acción incorrecta por parte del niño, ni con ánimo de educar, sino que lo hace como expresión de su impotencia, como revanchismo, como uso abusivo de su poder relativo, ¿qué está diciendo de sí misma y hacia donde está orientando al niño?

Si el castigo no viene acompañado por una explicación de la conducta negativa que lo ocasionó, ni con un correspondiente pedido de perdón y cambio de la actitud/conducta, y el consiguiente perdón y demostración de cariño y aceptación por parte del mayor, ¿cuáles serán las limitaciones del jovencito al crecer?

Si las rabietas son armas efectivas de manipulación, que sumen en sentimiento de impotencia al adulto a cargo y lo someten al falso poder del EGO, ¿en qué círculo negativo se está girando y a qué se está condenando a los participantes y el vínculo?

Si el silencio, el engaño, el ocultamiento, la negación, la agresión, la distracción son la forma de no comunicar, ¿cómo se podrá luego comunicar auténticamente?

Si se le prohíbe hacer caso a las señales de alerta de su cuerpo, o se las interpreta incorrectamente de forma persistente, ¿será posible una salud integral?

Si el niño pide por su espacio, sus tiempos, su ser, sus decisiones, pero la persona que lo cría le invade, no le permite desarrollarse, le somete a sus impotencias y arrebatos, ¿cuál será la respuesta probable del niño?

Si se presiona al niño para que hable, para que confiese sus ideas o sentimientos, sin respetarle, sin estar atentos activamente, ¿en qué situación se le está encasillando?

Si se satura al niño de información fantasiosa, falsa, innecesaria para su estadio, ¿a qué sistema de creencias se lo impulsa a aferrarse?

Si se le hace sentir que sus deseos son malos, que su cuerpo es pecaminoso, que sus ideas son enfermas, que su imaginación es peligrosa, ¿cuánta salud se puede esperar en su futuro?

Si se le enseña que somos cuerpo o alma, y se reniega de la pentadimensionalidad real del ser, ¿cuáles serán las dolencias y padecimientos probables mañana?

Si se refuerza el reproche en lugar de la aceptación, ¿se está ayudando a ser confiado, seguro, optimista?

Si es el llanto, grito, pataleo, desconexión de la realidad el modus operandi del mayor, ¿qué podemos esperar del niño?

Si se denuncia como malo o pecaminoso al cuerpo, o estúpido y primitivo lo espiritual (o ético, para quien no comparta la creencia en el Eterno), ¿se advierte la escisión que se está provocando?

Si el único canal que se deja para manifestar los conflictos emocionales es el cuerpo, ¿será extraño encontrar luego obesidad, depresión, angustia, malestares somáticos varios, intentos de suicidio, daños auto infligidos, agresiones, entre otras?

Si se le hace sentir excluido, no querido, en riesgo de abandono, carente de valor para los otros, un accidente de la naturaleza, ¿será raro hallar luego sentimientos de exclusión, miedo al abandono, dificultades de pareja, ser víctima de abusos conyugales y cuestiones parecidas?

Si se le insta a acumular, a poseer, a adueñarse para así tener alguna atención o sentirse querido, ¿extrañará luego la obesidad, la adicción, el desenfreno, la avaricia?

Si como escudo a la pérdida, al abandono, al anonimato se le adiestra a someterse, ¿cuánta felicidad y confianza estamos abonando en su destino?

Luego de estas consideraciones, ¿a qué conclusiones podríamos llegar?

Maneras de enfocar el estudio

Ya hemos trabajado este tema en otras oportunidades, lo retomo para darle una pequeña variación al enfoque.

Podemos encontrar cuatro maneras de encarar estudio de una temática cualquiera, pero especialmente cuando se trata de Torá:

  1. PSHAT
    Este nivel se centra en ejercitar la lectura correcta junto con la memoria mecánica. Memorizo los párrafos para luego repetirlos. No hay más que esto.
    Ejemplo: repito sin necesidad de leer “Bereshit bará Elohim etc.”.
  2. REMEZ
    Se entiende el sentido directo del texto, del hecho. Se lo decodifica quedándose en la literalidad. No se queda atrapado en el párrafo memorizado, pero tampoco avanza mucho más allá de comprender lo manifiesto y poder expresarlo llanamente y sin complejidades.
    Ejemplo: entiendo que el versículo “Bereshit bará etc.” está haciendo referencia al comienzo del universo y que éste fue creado por Dios, el que es llamado Elohim.
  3. DRASH
    Se analiza, cuestiona, pregunta, investiga, relaciona, asocia. Se rebasa el propio texto y contexto, para descubrir aquello que subyace explícita o implícitamente.
    Ejemplo: me pregunto cosas tales como: ¿qué o quién es Elohim?, ¿por qué no tiene otro orden la frase, podría ser “Elohim bareshit bará etc.”, ¿qué otra cosa es denominada reshit en el Tanaj?, ¿qué enseñanza práctica obtenemos de este versículo?, etc.
  4. SOD
    Es necesario poseer “la clave” para encontrar en el texto un subtexto que está oculto, escondido (¿adrede?) por el autor del mismo
    Si no se cuenta con la clave, o con la guía directa de un entendido, no hay posibilidad de descorrer el velo que reserva el mensaje de los ojos curiosos y ajenos.
    Ejemplo: que el apelativo usado para el Creador sea Elohim y no Ad-onai, tiene relación con la faceta bondadosa del acto creador. ¿Dónde está la Torá escondida en este primer pasaje de la misma?, etc.

Estos cuatro niveles o maneras de enfocar el estudio los podemos aplicar a cualquier estudio, sea de materias relacionadas a santidad o a las cotidianas.
Como por ejemplo:

  1. Aprendo de memoria el párrafo del libro de ciencias físicas para vomitarlo en la clase mañana.
  2. Entiendo las palabras que estudié, no solamente respondo automáticamente desde el recuerdo sino que puedo explicar la lección con sinónimos. Tiene un sentido concreto lo estudiado.
  3. Cuestiono lo que leí, lo asocio con otros temas, elaboro un organizador gráfico para plantear el párrafo de otra manera, busco información de conceptos nuevos o que no domino, puedo exponerlo y aceptar que me pregunten y tratar de elaborar ideas novedosas que no surgen exclusivamente del texto.
  4. Percibo que detrás del orden maravilloso del ecosistema debe existir un Diseñador, alguien que lo ha creado y le ha dotado de sentido, pero que no se lo ve a simple vista ni se lo puede demostrar con los instrumentos cognoscitivos de la ciencia. Admiro su obra, y me maravillo de que está pero se ha ocultado para permitirnos el libre albedrío.

También al estudio de asuntos que no son textos, sino fenómenos, situaciones, vínculos, etc.
Como por ejemplo:

  1. Digo algo que presencié: “El niño grita, llora, patalea, muerde, insulta, se tira al piso cuando la mamá le dice que vaya a dormir”.
  2. Entiendo que este chico está haciendo una rabieta y la madre no sabe muy bien cómo manejar la situación para conseguir que en orden y tranquilamente el niño vaya a la cama.
  3. Me pregunto, y trato de responder luego a cuestiones tales como: ¿Es algo frecuente? ¿Desde cuándo sucede? ¿Se intentaron otras modalidades para que se duerma? ¿El padre no participa? ¿Tiene otros momentos conflictivos similares? ¿Consultaron con un especialista? ¿Siguieron los consejos del especialista? Y puedo seguir preguntado, profundizando, respondiendo, abriendo otras puertas que no están siquiera a la vista.
  4. Reconozco la lucha por el poder que se está manifestando, veo al EGO actuar en ambos participantes, descubro las debilidades y vulnerabilidades de la madre, me doy cuenta de la habilidad del niño para hacer de su impotencia un arma de poder para manipular, etc.

Podría parecer casual, pero estos cuatro modos así explicados se corresponden con los cuatro hijos de la Hagadá, para los cuales habló la Torá:

  1. El que no sabe preguntar, repite de memoria.
  2. El simple, entiende pero no pregunta, no indaga, no duda, no contradice, simplemente toma la posta y comprende su sentido directo.
  3. El malvado, cuestiona, critica, no se queda con lo que le dicen o leyó, quiere más. En el caso de la Hagadá es el malvado, pero obviamente que se puede usar el poder mental para el bien.
  4. El sabio contiene en sí mismo a los anteriores hijos, pero además está en la búsqueda de la clave, del secreto, de reconocer la Presencia del Eterno en todos los hechos.

(Publicado originalmente para serjudio.com)

El enfoque vital

De acuerdo a lo que aprendemos en nuestra Tradición, el ser humano está formado por cinco dimensiones: física, emocional, social, mental y espiritual.
Esto lo hemos estudiado en decenas de oportunidades por lo cual no abundaremos en más datos ahora.

Es posible observar que, dado un desarrollo “normal”, la persona se posiciona con más firmeza en determinada dimensión para escoger sus conductas, o reaccionar automáticamente siguiendo este patrón:

  • Bebe: físico
  • Niño: emocional
  • Adolescente: social
  • Joven: mental
  • Adulto: espiritual (o ética, en caso de rechazar o desconocer la dimensión espiritual en sí misma)
  • Viejo: preponderancia de emocional y finalmente físico.

Es evidente que como seres humanos estamos formados por las cinco dimensiones, aunque su presentación y fortaleza no sea constante.
Así, un recién nacido también está formado por los cinco planos, pero los únicos que tienen presencia y funcionalidad efectiva son el físico y el espiritual. Un anciano que esté padeciendo de algún demencia, por ejemplo, sigue siendo íntegro en su formación pentadimensional, aunque no todas ellas estén en ejercicio o lejos de la plenitud.

El bebe responde con su cuerpo, se maneja de acuerdo a los ritmos y necesidades corporales. No tiene la capacidad para otra cosa.
Está siendo introducido en lo social, de una u otra manera; porque está inmerso en un medio humano poblado de reglas y modos de comportamiento, sean admitidos o no, conscientes o no.
Si el bebe cuenta con alguna persona cuidadora atenta y responsable, seguramente le estará ayudando a identificar sus sensaciones, a darles nombre, a aprender maneras para responder a ellas, más allá de los automatismos corporales.
También estará recibiendo, activa y pasivamente, contenidos y procedimientos que le nutren su plano mental. Pero, el desarrollo neurológico es lento, por lo cual aunque sea sobre estimulado aún no cuenta con la base biológica para aprovechar todo eso con que es entrenado, hasta que sea su tiempo adecuado.
Por un tiempo el cuerpo es su centro de vida, su única ocupación, su sentido y destino.

De a poquito es el plano emocional el que toma el liderazgo.
Obviamente el cuerpo no pierde sus requerimientos ni deja de sostener el resto de la estructura, pero ahora el eje de la existencia del niño se encuentra en sus sentimientos y emociones.
Quiere, le disgusta, se contenta, se angustia, se apena, se divierte, se enoja, se aburre, se entretiene y es en respuesta a estas ráfagas que escoge. Por supuesto que no toma en cuenta mandatos sociales ni evalúa conveniencias, mucho menos tiene un proceder ético. Simplemente es un robot gobernado por sus instintos, pero ahora especialmente por sus emociones.

El cuerpo ha crecido, se ha desarrollado, entra en la pubertad y ya el foco de su existencia se ha venido corriendo del cuerpo propio, de los padres y hermanos, para irse enfocando en el grupo, ese al cual pertenece o del cual quiere pertenecer. Es capaz de sufrir físicamente con tal de ser admitido y aprobado por el grupo, es capaz de sufrir y humillarse e incluso rechazar placer para obtener dolor, siempre y cuando se obtenga el trofeo del aplauso grupal y su recepción.
Los razonamientos, que ya existen y pueden ser hábiles e incluso brillantes, son opacados por el mandato del grupo. Se prefiere ser oveja de un rebaño, con tal de ser parte de un algo superior.

Se pasa luego a una etapa en la cual se supone toma preponderancia el pensamiento, donde se valora racialmente y no simplemente se reacciona por instinto, ni se actúa irracionalmente movido por sentimientos, ni se busca el abrazo del grupo. Ahora se consideran opciones, y se desechan las que no consiguen pasar los estándares considerados apropiados y beneficiosos. Por supuesto que el enfoque puede ser erróneo, el pensamiento puede estar secuestrado por lo emocional, se puede seguir esclavizado al grupo, pero es en la juventud el momento para que el pensamiento reflexivo, que coteja, que razona, que negocia, se ponga al mando. No se escoge la carrera por el gusto, o por la presión del entorno, sino –se supone- por tomar en consideración aspectos muchos más trascendentes.

Más tarde, debiera ser la ética la que estableciera los pasos.
Esto es bueno o es malo, no de acuerdo a mi criterio, no a lo que quiero, no por lo que temo, no porque así hacen mis amigos o me dijeron mis mayores, no porque me conviene. Esto es bueno, porque es bueno, o no lo es, porque no lo es.
Sin justificarse, sin excusarse, sin pretender usurpar la realidad con la creatividad corrupta.
La ética tiene su origen en lo espiritual, no dependiendo de lo humano, ni de modas, ni de criterios filosóficos.

Por último, a irse dando el declive corporal, probablemente se irán restringiendo los lazos sociales, la mente no estará tan fuerte y certera, los achaques del cuerpo se irán apoderando de la atención nuevamente.

Esto que hemos descrito ahora es una generalización. Es posible que un joven o adulto no haya dejado su centro focal emocional, y sea como un “nene chico” a la hora de tomar decisiones, o creer que no las toma. O que siga apresado por las órdenes que provienen de su grupo de referencia.
Podría encontrarse un niño que actúe privilegiando lo mental por sobre lo emocional, aunque esto depende en gran medida de factores biológicos que no se apresuran por la voluntad o el buen ánimo.

Como sea, cuando uno está en la plenitud de sus dimensiones, cuando se está en la juventud-adultez-principio de vejez, se esperaría que las decisiones se funden en lo ético que apareja tras de sí al resto de las dimensiones. En caso de no acceder a elecciones éticas, al menos a un apropiado pensamiento que distinga con la mayor objetividad posible el accionar para no provocar daños y conflictos que no son necesarios.

Pero, el EGO, haciendo uso de los recursos emocionales desviados, secuestra el pensamiento, perturba el resto de lo emocional, manipula lo social, bloquea o entorpece la recepción de lo espiritual, e incluso agrede a lo físico para dejarlo doblegado a su actuar. Así, estamos desenfocados, fuera de órbita, persiguiendo ilusiones de poder, generando malestar, soportando el exilio, y rotando en un círculo negativo de derrota, dolor, humillación, ira, falta de comunicación, enfermedad, miedo y sin vistas de solución.

¿Qué hacer?
¿Cómo hacer?

EL efecto de las manchas

La NESHAMÁ no se afecta negativamente por los pecados (en cualquiera de sus cuatro niveles de gravedad, de acuerdo a su motivo), ni suma luz a su LUZ por tus acciones sintonizadas con el Eterno (cumplimiento de mitzvot, u otras buenas acciones).
Su LUZ permanece invariable, provista y sostenida constantemente por la Bondad del Eterno.
Las manchas que provocan nuestros pecados no apagan su LUZ, sino que van formando alrededor de ella como cáscaras que obstaculizan el pasaje de la LUZ a las otras dimensiones de nuestro ser. Así, el efecto espiritual nocivo del pecado no corroe la NESHAMÁ sino a una o varias de nuestras otras dimensiones: física, emocional, social o mental.

Con algunas faltas es más o menos evidente.
Por ejemplo, hagamos de cuenta que le hemos mentido a una persona querida, que es pecado en el marco del judaísmo y puede ser tomado también así por los noájidas. La mentira forma su correspondiente mancha entorno a la LUZ de la NESHAMÁ, obstaculizándola en alguna forma. Nuevamente te lo digo, ni la NESHAMÁ ni la LUZ se perjudican en nada, sin embargo, esa mancha está ocultando algún gradito de LUZ, lo que podría afectar en el plano emocional, por surgirnos sentimientos amargos y de culpa, que nos podría generar pensamientos de auto-reproche, que a su vez podría hacer que evitáramos el contacto con esa persona a la que engañamos, e incluso quizás alguna úlcera estomacal. Entonces, en este tipo de pecado, puede reconocerse con bastante sencillez el efecto negativo del pecado afectando una o varias de las dimensiones.
¿Puedes hacer una lista de otros pecados (desvíos del camino correcto indicado por Dios) que afectan las dimensiones de nuestro ser?
Por lo general, en los preceptos que son entre la persona y otra persona es más fácil de identificar los perjuicios que son ocasiones por el pecado.

Pero, en otros casos podría costarnos más entender el daño resultante del pecado, puesto que en apariencia y tras un breve análisis no hay nada negativo para destacar.
Permíteme que te brinde un ejemplo.
La persona judía come no kasher y no siente el más mínimo tapujo o contrariedad emocional por ello, ya que no cree que sea un pecado, o sabe que no es permitido pero tiene una excelente excusa que le deja tranquilo. Además, en su habitual marco social (judío, gentil o mixto) nadie le incomoda con juicios o preguntas molestas al respecto, o hasta puede que le incentiven su conducta. Mentalmente ha racionalizado su proceder, sin que le genere el mínimo conflicto o molestia. De hecho, ya ni siquiera se lo cuestiona un instante puesto que es un hecho corriente y que a ojos vistas no provoca ningún malestar físico o de cualquier otra especie. Es más, el no cuidar la dieta kasher le facilita en su vida social integrada a la sociedad gentil o judía laica, es mucho más económica y no tiene tantos requisitos y limitaciones. Así que, muy por el contrario, este pecado no le genera prurito alguno, ni dificultades.
Igualmente, las manchas alrededor de su LUZ de la NESHAMÁ se van formando, porque éstas no dependen de si uno cree o no en la Torá, ni en la existencia de Dios, ni en el valor del marco legal judío, ni en ninguna otra cuestión individual. Las manchas provocadas por el pecado dependen de un sistema objetivo, que existe superando la voluntad personal, pero que dependen de la acción personal para ser formadas y plantarse como obstáculo a la LUZ.
Entonces, está el pecado, aunque uno no crea que lo es; está la mancha, aunque uno no crea en esto, ni sienta ninguna dolencia directamente relacionada con la falta de ese punto de LUZ.
Pero, ¿qué se aflige como consecuencia de esa carencia de ese punto de LUZ?
Obviamente la respuesta no es evidente, ni fácilmente demostrable, pero existe.
La voz de la NESHAMÁ, aunque apenas audible, aunque apagada por los gritos del EGO, aunque ignorada adrede, esa voz no deja de hablarnos y de orientarnos hacia lo que es Bueno y Justo (ambas con mayúsculas adrede).
Podremos inventar geniales justificaciones y sinceramente creernos nuestros cuentos para ocultar la verdad, pero la Verdad no deja de reclamarnos y de exhortarnos a volver a la senda correcta.
Sentimos un malestar difuso, impreciso, que no podemos determinar de dónde viene, pero indudablemente nos acompaña.
Por más que hacemos mil terapias (de las nobles y saludables, y de las enfermizas y agobiantes), y buscamos en religiones, sectas, drogas o lo que sea, ese malestar está ahí.
Nos lleva a las cosas que mencionamos anteriormente y a otras más, en una alocada carrera sin sentido, con la cual queremos escapar de un algo que no sabemos identificar qué es, y que nada de lo que hacemos nos libera de su presencia. Porque, esa presencia somos nosotros mismos, en nuestra identidad eterna, la del Yo Esencial o NESHAMÁ. Allí en donde nos ocultemos, estaremos para denunciarnos. Con lo que queramos tapar la vocecita chiquita y débil de la conciencia, ésta no dejará de sonar.
Entonces, podremos correr al centro comercial a llenarnos de cosas, en un afán consumista, pero la mancha no se borrará con ello.
Podremos decir diez mil padrenuestros y hacer doscientas volteretas religiosas, pero la mancha seguirá presente, o hasta crecerá.
Podremos llevarnos a la inconsciencia por otros mecanismos, hasta incluso el suicidio o a punto de cometerlo, pero nada de ello dejará muda la voz ni limpiará la mancha.
Y podremos decir que es otro el motivo del malestar y achacar culpas a los medios de comunicación, el narcotraficante, el vecino molesto, Dios que no nos rescata mágicamente, el judaísmo que aburre, el noajismo que no incentiva, los padres que nos hicieron traumas infantiles, la esposa que fue infiel, el marido celoso, ¡cualquier cosa! Pero, allí seguirá la mancha, que espera a ser borrada cuando hagas TESHUVÁ.

Pero, TESHUVÁ precisa ser honestos y claros en todos sus puntos.
Entonces, quizás ese afán consumista que te está corroyendo no se deba al marketing efectivo, ni a las modas sociales actuales, ni a un trauma de la infancia, ni a una personalidad infantil solamente, sino que tal vez esté escondiendo una gran cantidad de manchas en torno a tu LUZ que se han provocado por los pecados que fuiste cometiendo y de los cuales no has hecho TESHUVÁ.
Y quizás, que la sociedad de consumo en la que vivimos esté como esté, no se deba simplemente a variables económicas, necesidades de mercado, poderes políticos ocultos, o vaya uno a saber que interesante teoría sociológica, sino que en la base tal vez se encuentre una angustia imposible de identificar su origen, puesto que brota como consecuencia de manchas que ocultan la LUZ de individuos y colectivos.
¿Cómo saberlo?
Ahora que tenemos mayor conciencia de cómo estamos formados, tal vez sea tiempo para dedicarnos a investigar nuestras manchas y emprender un camino de retorno a nuestra esencia, para que la LUZ de la NESHAMÁ nos alumbre, nos llene de Bienestar, nos conduzca en los valles de sombra de muerte sin temer mal alguno.

Ecuación de la efectividad de la religión

La gente tiene (¿tenemos?) una imperiosa e impresionante necesidad de experiencias religiosas.
¡¿Cuántas veces oí “me siento vacío sin religión”?! O frases similares.

Esas aparente necesidad por lo religioso y el sentimiento de vacío al estar libre de religión podrían obtener alguna satisfacción de:

  • religiones establecidas y organizadas (cristianismo, islam, etc.),
  • sectas nuevas y estrambóticas (cabalisteros, grupos new age, gurús orientales, etc.),
  • organizaciones no teológicas pero de evidente corte religioso (algunos partidos políticos, algunos grupos de entusiastas seguidores de artistas, algunas pandillas de fanáticos de equipos deportivos, “cosas” como la cienciología, etc.),
  • creencias propias, familiares, grupales que se afirman como valiosas y efectivas (supersticiones varias, iglesia maradoniana, rituales locales, etc.),
  • e incluso en aquellos ateístas férreos y convencidos que hacen de su lucha contra “dios” una forma de religión (algunos evolucionistas, algunos cientificistas, algunos debunkers, etc.),
  • sin olvidarnos de los otros ateos, esos que viven su ateísmo atrapados por sus ídolos a los cuales no llaman dioses (chavistas, leninistas, estalinistas, nazis, comunistas variopintos entre otros).

Es necesario que tengamos más o menos claro que entendemos nosotros por religión.
Es sentir que existe un corte, una interrupción, un quebranto de una conexión con algo superior.
Este algo puede ser una deidad, una potencia metafísica, una realidad supranatural, un estado de perfección o conocimiento, un pasado paradisíaco, o cualquier otra manifestación de superioridad a lo meramente humano.
Como parte de lo religioso, se siente y/o cree que el lazo perdido solamente se puede reparar, religar, solucionar por medio de adoptar unos ciertos dogmas y creencias, por tener conductas codificadas para concretar tal reunificación de lo cortado.
Entre las creencias o sentimientos se encuentra habitualmente el interés por obtener poder a través de la manipulación del algo superior, entonces, el hombre desde su impotencia encuentra rituales u otros mecanismos para hacer uso de la entidad superior y de esa forma ser (o sentirse) poderoso.

Seamos sintéticos:

  1. Sentimiento de impotencia.
  2. Sentimiento o creencia que existe una entidad poderosa interesada en dotarnos de poder.
  3. Sentimiento o creencia que con determinadas ideas, palabras, ritos, conductas se obtiene control, o al menos influencia vigorosa, sobre la entidad poderosa.
  4. Suspensión de la evaluación racional y tendiente a lo objetivo en lo que a sus creencias y sentimientos religiosos se refiere.
  5. De existir una referencia externa (iglesia, cofradía, secta, grupo, etc.) afiliarse a ella, someterse a sus dictados, asumir sus mandatos, entregarse a su voluntad en su rol de representante de la entidad poderosa.

Al visualizar con claridad esta estructura, y al estar conscientes de la naturaleza y funcionamiento del EGO, no es difícil percibir su presencia aquí.
Esto ya lo hemos trabajado en extenso en otras oportunidades y no volveremos a repetirnos ahora. Si te interesa, aquí tienes algunos textos para estudiar:

Vivimos en una prisión religiosa formada por las tensiones generadas por el EGO, y por las doctrinas y acciones que provienen de entidades religiosas con las que somos invadidos, adoctrinados, sometidos, embarullados y atormentados.
Se nos promete un paraíso perdido a recuperar, una salvación, una esperanza, una mejor vida, un mundo restaurado, un mundo perfecto, cualquier cosa que nos dé apariencia de seguridad y control.
Sí, poder, mucho poder, y ser atendidos.
Eso es lo que prometen las religiones, todas ellas, cada una según sus modismos y características.
Y al mismo tiempo se nos promete/amenaza con perdición, tormentos, infiernos, sufrimiento, pobreza, maldición, dolor, impotencia y más impotencia; si es que no nos convertimos en fieles y constantes seguidores de la religión.´
Es una ecuación bastante sencilla pero efectiva y mortal:

ECUACIÓN DE LA EFECTIVIDAD DE LA RELIGIÓN

  1. Sientes impotencia.
  2. Tus esfuerzos por alcanzar total poder y atención fallan.
  3. Te confirman que eres impotente, y eso a causa de algún pecado insolucionable por tus medios.
  4. Te ofrecen salvación  = poder.
  5. Además de brindan atención y te dan la bienvenida gratamente, te hacen sentir parte de un algo especial y poderoso.
  6. Si no aceptas lo que te ofertan, te aseguran seguirás siendo impotente y aún más por haber rechazado la salvación. Existe violencia, que puede ir desde la más evidente y grosera, hasta la sutil y hábilmente camuflada; pero nunca falta.
  7. Si aceptas, seguirás siendo adoctrinado, sometido, esclavizado y probablemente deberás ser promotor activo de la religión, para atraer a los que están por fuera o o retener a los que están en duda.
  8. Deberás realizar actos irracionales, o innobles, o tontos, o carentes de sentido real, o que implican un caro sacrificio para ti para mantenerte dentro del grupo religioso.
  9. Deberás enfocarte con fuerza en destruir, oponerte, agredir, negar, desprestigiar, aislar, etc., a lo que la religión te muestra como “el enemigo”. Nunca falta ese ser, grupo o entidad oscura a la cual hacer culpable de los males y foco de atención negativa.
  10. Si no percibes mejorías en tu vida, ni que se realicen las promesas mágicas, te responden que es tu culpa, por no esforzarte, por dudar, por pecar, por tener pensamientos herejes, o cosas similares. O te lanzan a promesas improbables, en otras vidas, otras realidades, etc., para lo cual deberás abandonar todo análisis y asumir tu sometimiento con humildad y negación de la realidad.

Más al respecto:

Hay muchísimos textos más, si te interesa continúa buscando y aprendiendo.

Nada de lo religioso es espiritual.
De hecho, la religión es un obstáculo inmenso para desarrollar una vida de plenitud y por tanto de despliegue de la espiritualidad.
Aunque se repitan infinitos lemas con la palabra “Dios” o “D-os” o cualquier otra cosa, aunque se usen símbolos sagrados, aunque se disfrace de santidad, aunque se menciona a la Torá y los profetas, no hay en la religión espíritu.
Los mercaderes de la fe lo saben, o lo intuyen, por eso se aplican a copiar lo espiritual para vender su mercancía podrida en envases de santidad.
Por tanto, ¡mucho cuidado!

En lugar de abocarse a la religión, o a la destrucción de la misma, lo interesante es llevar una vida acorde al Eterno, lejos de toda cosa que nos desvié del verdadero camino de santidad.

Pero, ocurre que mucha gente que ha podido tomar un sorbo de vida, al apartarse de la religión, pronto se siente vacía, como si les faltara algo, como si extrañaran el peso de la religión.
Entonces, lamentablemente vuelven a ella.
Sea a la organización religiosa que habían abandonado, a cualquier otra, o a formas religiosas particulares pero tan perniciosas como la religión organizada. Incluso fabrican sectas a su medida, con elementos del judaísmo y/o del noajismo (que recordemos ninguna de ambas es una religión, aunque se confundan con ellas).
Los motivos no te los diré, porque ya te los expresé en la “ecuación de la efectividad de la religión” más arriba. ¿Te animas a comentarnos cuáles elementos de esa ecuación provocan que la persona se sienta vacía, sin religión, y entonces neciamente opten por volver a paralizarse en alguna de ellas?

Ideas a mitad de Pesaj

Sobreviene la impotencia.
Se siente el “no poder”.
¿A quién no le sucede?
Cada día, incluso a cada hora, y hasta a cada minuto estamos a merced de carencia de poder.
Puede ser un fenómeno mínimo, casi imperceptible, pero que afecta de manera desproporcionada. O puede darse a la inversa, no hay reglas exactas ni determinismo.

La única regla es que ante ella se dispara amargura, desesperación, tristeza, abandono, violencia, caos. También incomprensión, dudas, ignorancia, oscuridad, sometimiento, angustia, sufrimiento.
Entonces, automáticamente se tiende a despegarse a cómo dé lugar de la realidad. Pueden ser evitaciones, evasiones, excusas, justificaciones, engaños, mentiras, verdades a medias, resistencia, rebeldía, obstrucción, renuencia, desobediencia, obstinación, intransigencia, negaciones, delirios, ensoñaciones, fantasías, farsas de poder, locura, suicidio. Poco y nada solucionan, en realidad engrosan la ansiedad, estrés, ira, el descontrol aunque no estalle de inmediato; el problema se agudiza, se multiplican las dificultades y se alejan las resoluciones.
Probablemente la desconexión de la realidad sea acompañada por llantos, gritos, pataleos y/o cualquiera de las acciones que se deriven de ellos. Estos mecanismos pudieran servir para recibir un poco de atención ajena, que en cierta medida restableciera el orden allí en donde el caos brotó a causa de la falta de poder. Pero, es muy probable que incrementen los grados de malestar, al inducir en otras personas estados de impotencia, provocar manipulaciones emocionales, culpar, amenazar, prometer salvación falsamente, incordiar, mover a situaciones lamentables.

Sí, los remedios parecen que resultan más dolorosos que la enfermedad.
Y sin embargo, se sigue en un ciclo negativo repitiendo lo que no ayuda ni mejora.
Convirtiendo la mala respuesta en un pésimo hábito. Generando una dura costra que impide el disfrute, que oscurece la LUZ vital, que impone una forma de ser rígida y poco adaptativa.

No es éste el camino para obtener la felicidad del momento ni para cosechar la gran felicidad posteriormente.
Si estamos destinados a ser felices, no es así como lo lograremos.
No puede coexistir la felicidad con el engaño, la violencia, la ira, el caos; porque se anulan mutuamente.

Entonces, ¿qué hacer?
Tal vez tomar la decisión de reaccionar de forma diferente sea la respuesta.
Porque el suceso ocurrirá, con tu aprobación o no; la ola de impotencia está viniendo. Si te preparas para surfearla lograrás crecer y añadir felicidad. Si simplemente te dejas llevar por el oleaje, estarás revolcado y en rotura, exiliado de ti mismo.

Sí, claro, tienes miedo a cambiar.
En verdad, tienes miedo.
¿Y qué es eso?
Suponer la impotencia de mañana y reaccionar a esa fantasía malgastando la energía y la oportunidad de hoy.

Recibe cada ola como viene, surféala.
Atiende cada cosa en su tiempo y lugar.
Aprende, convierte los eventos en experiencia.
Los éxitos y fracasos en aprendizajes.
Deja el pasado allí, y el futuro allá.
El miedo evapóralo, pero cuida la precaución.
Reza, pero no pretendas controlar al Eterno.
Ayuda al prójimo, sin despreciar tu personalidad, ni la de él.
Despójate de las caretas que te abruman, pero resalta aquellas que te representan en tu mejor forma.
Admite tu impotencia, y comienza a construir desde tu poder.

La conquista de las religiones

Las religiones, falsas todas ellas, y sin embargo conquistan a miles de millones, una y otra vez.
(Recuerdo que noajismo y judaísmo NO son religiones, aunque algunos las vivan como tales y se use muchas veces esta palabra para hacer referencia a ellos).

Presento ahora algunas de las pistas para resolver este misterio.

1- El origen material de todas las religiones es el EGO. Los dioses, ángeles, salvadores, etc., son representaciones de ese salvador/destructor interno que todos poseemos, ya que es una zona de nuestro cerebro. Buscamos con desespero tener el control, superar las sensaciones de impotencia, para lo cual disponemos incorrectamente de las herramientas del EGO, las cuales no sirven para esta finalidad, por lo cual no obtenemos realmente lo que perseguimos. Seguimos faltos de control, impotentes, y confundidos. Sin embargo, nos ilusionamos con ser todopoderosos, con dominar a los elementos, aunque a duras penas dominamos alguna cosita de nuestra existencia.
Allí, en el rostro de cada dios, está el EGO.
(Recordemos que Dios no es uno de esos dioses, ni representa al EGO, aunque para muchos sea sentido como tal, por desgracia).

2- El origen espiritual de las religiones es la NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial), que nos forma a cada uno de nosotros.
Somos NESHAMÁ, pero no tenemos órganos sensoriales para captarla. Percibimos los ecos de su tenue voz. Sentimos su LUZ, pero es menoscabada por nuestras acciones/omisiones que nos desvían del camino espiritual. Como resultado se interponen cáscaras y máscaras entre la LUZ y nuestra conciencia.
De los retazos de chispas que llegamos a captar entre ensoñaciones se va formando una intuición de “algo diferente”, “otra cosa”, “un algo sobrenatural”. Si siguiéramos la senda espiritual, sincronizando las máscaras del Yo Vivido con el rostro del Yo Esencial, si quitáramos las manchas de nuestros errores/pecados por medio de la TESHUVÁ, si lleváramos una existencia plena en cada una de las dimensiones, entonces no disfrazaríamos los retazos percibidos de la NESHAMÁ como dioses y salvadores, sino que entenderíamos nuestra real conexión con el Uno y Único, desapareciendo así por completo toda religión y superstición.

3- Los emisores y sostenes de las religiones se encargan de elaborar y mantener ese pan podrido que les alimenta su EGO. Emplean las herramientas del mismo: llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad, con todos sus derivados.
Particularmente hacen uso de la manipulación emocional a través de tremendas amenazas para la vida en este mundo así como para una vida posterior; además hacen creer que la persona es pecadora, corrupta, destinada al sufrimiento eterno sin remedio en sus manos y sin forma de limpiarse por actos; pero prometen salvación única y exclusivamente a través de las ideas, creencias y rituales que ellos impulsan.
Es una terrible cárcel en la cual al prisionero (en verdad, rehén) no se le permite demostrar su inocencia, ni se le habilita a un juicio justo, no se le concede clemencia, ni se le permuta su condena a cambio de una vida ejemplar, ni se le libera tras de su muerte; solamente se es “libre” esclavizándose a la religión.
Incluso cuando la persona es inteligente, emocionalmente centrada, cae ante esta espantosa máquina de extorsión, puesto que es un mensaje que se repite insistentemente, desde siempre, que no perdona, que no permite la disidencia, que no habilita el pensamiento divergente, que condena y machaca sin piedad. Así, el intelecto se deja secuestrar por la emoción, y la emoción se embota detrás del EGO.
Pero, si la persona se somete, si deja de molestar con preguntas, si se arrodilla en impotencia, entonces es recompensado con promesas fantásticas. Se le premia con idiotizantes fantasías, pero que llenan de cierto sentimiento de poder, de complacencia, de al final ser “más que vencedor”, cuando ciertamente no es más que un perdedor y que se pierde en su desvío.

4- Tal como el niño desesperado por la atención de los padres, estamos todos nosotros por sentir la Presencia del Padre.
Suele pasar que el niñito que comete fechorías, miente, se burla, es descuidado, no estudia, etc., es recompensado por los padres que le prestan entonces atención a sus malas conductas. Entonces el niñito aprende que si quiere que sus padres le atiendan, debe portarse mal. No habrá vuelta atrás sencilla, cuando se instala la rutina de portarse negativamente y a cambio obtener el premio de la atención de los mayores. La rutina se convierte en un hábito, una segunda naturaleza, que actúa automáticamente.
Entonces, la persona prefiere ser llamada pecadora, que le traten como pecador, que le endilguen acciones que no cometió, que le amenacen con el infierno, que le llenen de miedo con dioses castradores y siempre vigilando desde el enojo; porque eso al menos tiene como recompensa que hay un dios atento, prestando atención.
Entonces, es un cierto elogio cuando el gurú de turno le escupe al rostro para marcarlo como pecador, puesto que al menos demuestra que está siendo alguien para ese dios.
No le sirve el mensaje liberador del noajismo y del judaísmo, en donde la responsabilidad y el compromiso están en la acción personal, en la construcción de SHALOM, por medio de acciones de bondad y justicia. Prefiere el bailoteo infantil y enfermizo, la palabrería hueca y pomposa, los rituales complejos y ridículos, la sumisión cansina y absurda, el maltrato evidente y sutil, el regalar hasta lo que no tiene para llenar la panza inflada de su gurú, prefiere cualquier cosa rastrera siempre y cuando se obtenga a cambio la atención del dios.

5- Las religiones se encargan de hacer pasar el plano emocional como si fuera el espiritual, en una grosera y malparida confusión.
Así, llenan a sus seguidores de mensajes que embotan la emotividad, que la llenan de éxtasis para al minuto siguiente desinflarla con pesadillas y terrores, para luego levantarla hasta los cielos con melodías y gritos eufóricos, para patearla luego por los pisos de la culpa y el remordimiento. Es un juego perverso, una montaña rusa emocional, de llanto mezclado con risotadas, de parranda lujuriosa mal encubierta con mediocre santurronería monacal. Todo batido y mezclado para que sea la emoción la que comande, que secuestre al pensamiento, que el cuerpo se alborote, que el plano social se convierta al mismo tiempo en prisión y tela de araña. Entonces, muy lejos queda la LUZ, bloqueada afanosamente por estas técnicas ensayadas hace milenios, desde el principio de la religión organizada, allí con el rey Nimrod.
Desaparece la espiritualidad de la vida, y es suplantada con lo emocional. Entonces, se considera espiritual el sentimentalismo, las sensaciones alborozadas, la música persuasiva, los gritos “aleluyescos”, y toda la parafernalia religiosa, que es eso, religiosa pero no espiritual.

6- Se somete al cuerpo también, sea a excesos para un lado así como para el otro.
No debe quedar ninguno de nuestros cinco planos equilibrado y correctamente nutrido, sino que el caos debe liderar. Allí donde no hay sincronía ni comunicación, es mucho más sencillo someter.

7- Se toman elementos genuinamente espirituales pero se los disfrazan para que sean parte de la religión.
Entonces, la Torá es la biblia, la cual es manipulada a gusto y disgusto del gurú.
Shabat, es el día de reposo, para hacer con él un motivo de agobio.
Las relaciones sexuales matrimoniales, un vicio malicioso que debe ser evitado o sostenido con el gurú, a espaldas del marido/esposa.
Así con todo lo que es sagrado que es usurpado y corrompido para estar en el arsenal mortificante de los amos de la religión.

8- Por supuesto, la invención de personajes antagónicos, que promueven los valores contrarios a la religión y que deben ser combatidos y exterminados.
Cualquiera que sean esos demonios, sean seres metafísicos o personas de carne y hueso, gente real o imaginaria; se precisan para tener un enemigo contra el cual luchar y desviar la atención de todos los puntos anteriores, entre otros beneficios oscuros que se obtiene con estas delirantes imágenes.
La batalla se puede librar en supuestos campos sobrenaturales, sin consecuencias directas visibles; o pueden ser las terribles manifestaciones como la Yihad, las cruzadas, la inquisición, o todo otro tipo de barbarie similar.

Ahora, algunas preguntas que me gustaría leer sus respuestas de tu parte:

  1. ¿Te sientes capaz de determinar cuáles de estos ítems corresponden a tu religión?
  2. ¿Será que existen religiones, o son todas variantes de la misma religión?
  3. ¿Fenómenos sociales tales como el nazismo, tienen algo diferente a las religiones?
  4. ¿Cómo hacer para no vivir en una religión?

Miedo al abandono

Uno de nuestros cinco miedos básicos es el del abandono, cosa que tarde o temprano sufriremos realmente.
Todos somos abandonados en algún momento de nuestra vida, sea que el otro quiera o no hacerlo. Porque, somos mortales, porque somos limitados, terminamos siendo abandonados o abandonando.
Por más que nos esforcemos en no sentir ese miedo, allí se anida, como sus cuatro hermanos que forman la base de todos nuestros miedos.
Y nutriendo todo el sistema de miedo, la expectativa al no poder, a no tener el control, a estar a merced de otro, sea éste un ser vivo o un elemento inerte, sea que adrede se nos someta a impotencia o sin ninguna intervención consciente.

El miedo al abandono suele producir alguna de las siguientes respuestas automáticas, cual si fueran mecanismos mágicos para evitarlo, contenerlo, minimizarlo, negarlo:

  • Abandonar antes de ser abandonado.
  • Ser sumiso, hasta grados inconcebibles, con tal de mantener al otro a nuestro lado.
  • No formar ningún vínculo emocional, porque si nadie nos quiere y no queremos a nadie, nadie nos abandonará.
  • Obligar a ser abandonado con una constante conducta displicente, ofensiva, desagradable, molesta, pero que nunca da el paso de activamente abandonar.
  • Estar pero no estar: te quiero, pero te maltrato; estoy contigo, pero añoro a otra pareja; estoy casado, pero le soy infiel; detesto mi vida contigo, hasta tu nombre me repulsa; pero sigo a tu lado.

Cualquiera de estas produce miseria, sufrimiento y por supuesto ¡abandono! Sea durante la relación, o posteriormente. No cura el malestar, lo empeora. No brinda satisfacción, la aleja. No espanta el miedo, lo aumenta.

Esta cuestión no se circunscribe a relaciones familiares, incluye noviazgos, amistades, e incluso relaciones laborales.
Ésta última pudiera parecer ajena, porque supuestamente no debiera incluirse en las que están cargadas emocionalmente. Pero, muchas  veces se generan vínculos afectivos por la gente del trabajo, por la empresa, pero también está el dinero y las emociones que éste conlleva.
Por lo cual, debemos atender con atención para descubrir hasta dónde el miedo al abandono está pautando nuestras relaciones personales en todos los ámbitos.
Luego de identificado, quizás podremos hacer para librarnos y disfrutar de la compañía y también de la soledad.

Humildad es la clave

Es muy frecuente que nos acordemos de Dios al momento de pedir, pero muy raro hacerlo presente cuando disfrutamos de lo que tenemos.
Porque, sentimos que estamos en control, que nuestro es el poder, que tenemos derecho y que somos dignos de recibir y de que nos agradezcan; ¿cómo vamos a menoscabar nuestro sentimiento de poderío siendo humildes ante el Señor?
¡Cuando mayor debiera ser nuestra cercanía con la LUZ, pareciera que abrimos más las ventanas para que ingrese la oscuridad!
Ponemos al Yo en el lugar de Dios, como si de esa manera tuviéramos mayor posibilidad de gozar y no sentir nuestra finitud, que pronto lo bueno también se acaba.

¡Cómo cambian las cosas cuando surge la falta, cuando sufrimos del hambre y no hay qué lo extinga, cuando luchamos débilmente y seguimos sometidos a la impotencia!
Nos arrebata la ira, nos enfurecemos, rugimos, gritamos, insultamos, golpeamos, nos quejamos, nos lamentamos, lloramos, nos encerramos en un silencio quebrado por el suspiro insolente, destrozamos llenos de agresividad; y entre esto y aquello, nos viene a la mente que podemos manipular al Creador con rituales, con petitorios que suenan a mandatos, con reclamos en formas de rezos, con extorsiones mágicas de apariencia espiritual.
Hacemos pactos, negociamos, ordenamos que el Cosmos se ponga en marcha según nuestra infantil mirada de las cosas; porque en nuestra impotencia y limitación, tenemos la trastornada idea que podemos usar a Dios como si fuera un títere sometido a nuestro servicio.

¿Te suena conocido?
¿Es lo que haces?
¿Lo has visto en otros?

A veces, nuestra desesperación y enojo llega al punto de la ruptura con la Deidad.
No queremos saber nada de ese Dios que permite que A NOSOTROS nos pase cosas malas. ¿Cómo se atreve ese Dios? ¿Acaso Él también es impotente que no actúa para librarnos del mal? ¿Somos tan insignificantes que no merecemos milagros y salvaciones mágicas celestiales? ¿Cómo vamos a adorar o siquiera creer en un Dios que demuestra que no puede, y si puede, no quiere ayudarnos? ¡Porque somos el centro del universo y ese Dios debiera saberlo y actuar en consonancia!
Así, nos abstenemos de Dios, de tanta impotencia que sentimos, de tanto afán de control que abruptamente todo se descontrola.

¿Conoces gente así?
¿Te pasa a ti?
¿Lo has vivido en carne propia?

Humildad es la clave.
Para poder estar feliz por el disfrute de nuestro éxito material, con orgullo y alegría; pero sin por ello dejar de agradecer y bendecir al Aquel que permitió que sucediera.
Humildad en los momentos de quiebre, para sobrepasar la automática respuesta furibunda del EGO, y no envolvernos en un ciclo negativo de mayor impotencia-agresión.

Humildad, para actuar con bondad Y justicia, como constructor de SHALOM, en las buenas y en las no tan buenas.
¿Sabes quién obtiene beneficios siendo así?

(Humildad: tomar conciencia y admitir los propios límites, reconociendo lo positivo así como lo negativo, descubriendo el potencial para hacer lo posible para desarrollarlo. Es hacer sin prometer, sin hacer demostraciones, sin reclamar la atención).