Alguien dijo alguna vez que «con frecuencia lo bueno es enemigo de lo mejor».
Hace dias vi por un canal de noticias en el que reseñaban protestas reclamando ciertas cosas (vivienda, trabajo, dinero, dinero, dinero…, ¿dije dinero?) al gobierno.
Llamó especialmente mi atención que la edad promedio de las personas que protestaron se encontraba entre los 25 y 35 años de edad. Como dirian algunos sesudos, ‘la edad productiva’. Dije para mi mismo «mi mismo, no se supone que esa es la edad en que todos esos cientos de manifestantes estén dando lo mejor de ellos en lugar de estar pidiendo para ellos?».
Desconozco cómo se amasa el pan en otros lugares del planeta, pero aqui donde vivo, donde muchos creen que el mapa mundi es del tamaño de mi pais, son miles las personas que cuya filosofia de vida es «nací para me den», «vivo para que me den» y «moriré pidiendo».
– «Dame casa»
– «Dame comida»
– «Dame trabajo»
– «O mejor aun, dame dinero!»
No hace falta ser yo (snif…) para darse cuenta que existe un desequilibrio/desbalance en la vida estas personas. Algo está mal.
Anteriormente, por ejemplo, quien demandaba dinero era el mendigo conocido por todos. A ese personaje lo excusabamos porque sabiamos que era un des-graciado a quien la vida «le dio la espalda». No le exigiamos que diera nada.
Pero, contextualicemos un poco, ¿qué pasa con aquellas personas que en su búsqueda de espiritualidad, piden un poco, y luego otro poco, y luego otro poco más y más…
Cito el inicio del post «con frecuencia lo bueno es enemigo de lo mejor». Es bueno que rabino tal nos enseñe tal cosa, pero cuando creemos que esto tiene que ser asi, sí o sí, algo está mal.
Podemos pasar la vida siendo de los que piden, de los que se sientan a mendigar una «enseñancita espiritualita loco» (si le dan acento argentino suena mejor), o podemos ser parte de los que tambien dan, producen, enseñan, muestran, encaminan, ejemplifican… eso si, con acciones, con hechos tangibles. Las buenas intenciones no valen, no cambian al mundo, no mejoran a nadie.
Como noájidas recientemente salidos del horno es bueno que se nos enseñe, es bueno que se nos corrija, PERO crear dependencia de lo judio NO es lo mejor. Si lo hacemos nos perderemos de la mejor parte de ser noajidas, y es, ser noájidas.
Si creemos que el rabino X tiene que venir a decirnos qué hacer con nuestra vida, estaremos convirtiéndonos en parásitos (¿dije parásitos?) que sólo consumen lo de otros. Y de alli a habilitar el garage de la casa con unas sillas y un púlpito y hacernos llamar maestros/guias/gurues, existe un muy pequeño paso.
Al principio se vale, en algunos casos, depender de ese maestro que te está ayudando a quitar la mochila que otros te colocaron y no te habias fijado. Pero está supuesto que sea una etapa de rápida superación. Nada más y nada menos.
Recordemos «con frecuencia lo bueno es enemigo de lo mejor».