Me gusta conversar con personas de edad y prestarles atención.
Esto lo aprendí de mi abuelo. No porque él atendiera a personas mayores que él, sino porque él sabía hacerse escuchar…
Disfrutaba desde niño escuchando las aventuras de mi abuelo sobre sus viajes de Ecuador a Colombia, a pié y a caballo.
Aventuras donde aparecían gente bondadosa…
Y también de aquellas donde mi abuelo recurría a una astucia muy latinoamericana para evitar que un asesino contumaz jugara fútbol con otro cráneo más…
De hecho mis mejores recuerdos de mi abuelo, papaAntonio (que descanse en paz), son esos momentos de relatos y uno que otro partido de fútbol en la acera fuera de su negocio – una funeraria.
Esos partidos eran de aquellos entre porfiados donde yo decía que él cogió el balón fuera del área y el no daba su brazo a torcer de que fue dentro del área). Y aunque quedábamos "enojados", al día siguiente yo volvía ser su cómplice: escapábamos literalmente del menú de mediodía ordenado por mi abuela en pos de alguna golosina…
Mi abuelo asistía al médico mientras este era "bueno" con él.
Si el galeno decía que debía dejar de comer esto o aquello, inmediatamente recibía el apelativo de "sucio" y cambiaba de médico…
Hasta que el nuevo médico volvía a recomendar: "Don Antonito debe dejar de comer esto y aquello" y un nuevo "sucio" se añadía a la lista negra…
Ciertamente mi abuelo tuvo muchos defectos.
Pero era muy amable y generoso.
No tenía prejuicios hacia la población indígena.
De comunidades muy lejanas venían a nuestra ciudad para poder comprar un ataud donde don Antonito. Y mi abuelo no tenía empacho en hablarles en quechua – aunque en la sociedad eso se veía mal – y los confortaba y les brindaba una copita de aguardiente para el frío…
Debido a su carizma su descendencia tendió a copiar su ejemplo.
A veces sus hijos y nietos copiaron hasta los defectos…
Este año nos hemos propuesto con Carmen, mi esposa, observar el mandamiento de Tzedaká (que quiere decir Justicia Social y/o Comportamiento Caritativo).
Y esto me ha hecho acordar de mi abuelo.
¡Qué generoso que eras papaAntonio!
Discúlpame por no haber seguido este ejemplo tuyo durante tantos años…
Quiera Dios bendecir mi trabajo honesto y me de vida para llegar a viejo dejando un ejemplo de generosidad como el que tu me diste.
Y quiera Dios darme sabiduría para enseñarles a mis hijos el Camino del Gentil Justo.
Para que sepan discernir.
Para que superen mis buenas acciones.
Para que corrijan mis errores.
Para que sientan cofianza como tuvo en su momento mi padre, que feliz me mandaba a jugar y pasar un buen rato con mi abuelo.
Muy emotivo. Precioso texto. Seguramente que don Antonio esta resplandeciendo en este momento en el lugar reservado para los justos y piadosos.