El Principio de Incertidumbre de Heisenberg tiene desde su puesta en escena connotaciones prácticas, filosóficas y metafísicas que sólo pueden compararse con la Teoría de la Relatividad de Einstein. Causó tanto impacto en la élite científica que el descubridor de la fórmula E=m C2, despontricó en su contra afirmando que "Dios no juega a los dados".
¿Qué afirma el Principio de Incertidumbre? ¿Por qué causó tanto revuelo? ¿Se peléa su sustancia con el sabor de la Torá?
En términos simples el principio de incertidumbre establece un límite a la capacidad de un observador macro, como un ser humano, para observar las propiedades dinámicas que determinan el comportamiento futuro de una partícula observada a partir de un instante determinado.
Mientras en Mecánica Clásica (Teoría Física que imperaba antes del advenimiento de los Quanta de Max Planck) se podía medir con certeza casi perfecta – sólo limitada por restricciones tecnológicas – las variables dinámicas de la partícula bajo estudio, en Mecánica Cuántica se provée un número explícito mediante el cual se afirma que mientras más se logra conocer sobre una magnitud dinámica (e.g. la posición), menos se puede conocer sobre otra (e.g. la velocidad).
Por tanto, la sofisticación necesaria para entender – al máximo de las posibilidades – los modelos matemáticos que la Mecánica Cuántica sugiere como apropiados para abordar el estudio de un cierto fenómeno, es mucho mayor que cuando se quieren aplicar módelos matemáticos de la Mecánica Clásica al mismo fenómeno. Uno tiene que limitarse a manejar frases como "la probabilidad de que la velocidad de la partícula esté en un rango determinado es de …." antes que afirmaciones como "la velocidad de la partícula es"…
En principio, la aplicabilidad de la Mecánica Cuántica – de la cual es ingrediente esencial el Principio de Heisenberg – va desde lo atómico (donde prueba su máxima poder) hasta lo cosmológico (donde parece diluirse para ceder paso a las deformaciones de Tiempo-Espacio de la Relatividad de Einstein). Esto quiere decir que cuando uno estudia el movimiento de un vehículo, por poner un ejemplo, uno puede darse más que satisfecho al aplicar la física de secundaria. Pero lo que pasa en el microcosmos es otro negocio…
¿Acaso dejó Dios, como irónicamente lo planteó Einstein, que las cosas sigan al azar?
¿Creó Dios el mundo para después abandonarlo a la suerte de las leyes naturales?
La respuesta viene de mano de una analogía – proceso mental predilecto de mis amigos los Físicos.
Por un lado, por la mismísima potencia de la Mecánica Cuántica para abordar fenómenos atómicos, podemos sacar a limpio – nuevamente – el hecho de que no somos capaces de predecir donde está un atómo en un momento determinado; pero, como la historia lo muestra (recuérdese Hiroshima), el ser humano al abordar el fenómeno de radiación como un todo es capaz de hacer efectiva la fórmula que liga a masa y energía, E = m C2…
Una de las diferencias entre el hombre y los animales yace en que mientras "el animal se adapta al medio, el hombre adapta el medio".
Podemos ciertamente alterar el entorno para nuestro beneficio.
Nosotros, los átomos predilectos de la creación, interactuamos entre nosotros y con nuestro entorno. Nuestras naves han llegado hasta los confines de nuestro sistema solar y con todo, muchas de las estrellas que vemos con nuestros mejores telescopios ya ni siquiera existen!
El punto es que nuestro poder es limitado.
Pero el Creador, el Infinito todo-incluyente, trata a su creación como un todo.
Y así como nosotros (muy limitadamente) hacemos explotar un Enola Gay, El provée (de manera inconmensurable) la fuerza sustentadora de vida.
Los rabinos enseñan que El prepara la cura junto a la enfermedad…
Es que El no tiene limitaciones de Espacio-Tiempo.
Y, finalmente, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg ha permitido establecer una verdad indiscutible:
"Hubo un principio, hubo un Big-Bang"…
Juan Mayorga Z.,
Matemático PhD.
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