En Venezuela, y en gran parte del caribe, estamos en la temporada de béisbol. Esta es una época singular en las vidas de los ciudadanos amantes del juego de pelota, en estos días se reúnen los amigos para ir juntos al estadio, y como toda fanaticada, vivir intensamente cada segundo del juego en vivo, con el alboroto y los añadidos que vienen incluidos en las estrechas relaciones personales que se viven en estos momentos.
Pero no solamente en el estadio se vive la pasión por el béisbol, en los medios de información y difusión nos avisan cada tanto qué equipos van a la delantera, cuales son aquellos que ya no tienen oportunidad; entonces surgen los chistes y las bromas para aquellos fanáticos y aficionados a algún equipo que vaya perdiendo, orgullos que se pueden venir abajo en cualquier momento, ya que como dijo una vez un filósofo del béisbol: “la pelota es redonda, y el juego no se termina hasta el out número 26”.
El béisbol, como otros deportes, es un entretenimiento que une a la familia, a los amigos, a las ciudades, une a los aficionados, a los fanáticos, a los deportistas que se pasan casi un año, separados, el béisbol trae consigo esa chispa propia de los humanos de querer unirnos, de querer conocernos, de querer compartir.
Ya falta menos tiempo para que los países que conforman la serie del caribe volvamos a vernos, volvamos a compartir el evento donde los hermanos vecinos: Venezuela, Puerto Rico, Republica Dominicana y México nos encontraremos y demostraremos nuestras habilidades, para superarnos, para revisarnos, para divertirnos, para unirnos por medio de una de las más ricas prácticas humanas, el deporte.
Y bueno. ¡Que viva el deporte!, ¡Que viva el Béisbol!
mientras el deporte sea para crecer, para unir, para construir, ¡que viva el deporta!
pero cuando se usa para la idolatria, la demagogia, «el pan y circo», ¡hagamos algo para liberar a la persona y al deporte!
Siempre esta en nuestras manos disfrutar con sentido trascendente ó abusar de las cosas buenas, pienso igual que tú, cuando se desvirtúan los valores que nos unen, con el mismo buen propósito, es cuando debemos empezar a hacer algo.