Desde que nace el sol en Paria, bañando de luces y creando un juego de sombras en las metálicas aguas de caños y ríos que van a depositar el inmenso caudal de aguas vivas en el grande océano, hasta que va muriendo el astro rey más allá de la Sierra de Perijá, dejando estelas rojizas en el claro cielo zuliano, matizado en escalas de color que le dan un aire de nostalgia al inicio de la noche, en la cual brillará el enigmático Relámpago del Catatumbo; podemos vislumbrar aquellas palabras del Almirante Colón cuando escribe en su bitácora de viaje: “Grandes indicios son estos del Paraíso Terrenal, porque el sitio es conforme a la opinión de estos santos y sanos teólogos, y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así adentro y vecina con la salada; y en ello ayuda asimismo la suavísima temperancia, y si de allí no procede el Paraíso, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan hondo”
Venezuela, tierra de gracia, es tan hondo el amor que siento por ti, como lo es el padre Orinoco, es tan alta la estima que guardo por ti, como la cima del Tope de mi país, el Pico Bolívar, es tan mística la pasión que me embarga cuando escucho el himno nacional como lo es el Autana, el árbol de la vida; es tan enérgica la fuerza con la cual lucharía, y daría, sin pensarlo, mi vida por ti, como lo es el Churún Merú. Venezuela, mi país, mi terruño, mi patria, mi cuna, mi lecho de muerte, mi todo; no concibo la vida sin ese espacio, sin ese aire, sin ese sol, sin la imponencia del Ávila, desde cuya cima se ve la grandeza de nuestro país: Bosques tupidos, pinares, laderas, alamedas, un gran valle, y del otro lado, el mar, el infinito mar caribe, el mar de los ancestrales guerreros que dieron su nombre, que guardaron su memoria en estas tierras, en estas islas, en nuestras islas, las antillas de sotavento.
D’, en su infinita sabiduría nos ha hecho el más grande regalo, nos ha dado un espacio en el ancho mundo, donde lo que impera es la Eterna Primavera.
Un idilio es mi país, un Paraíso, flanqueado por desiertos en su punto más septentrional, protegido por tupidas selvas en el punto más austral, resguardado por altas y encumbradas montañas en su punto más occidental y abierto al oriente, al nacimiento de la luz, al surgimiento de la vida, en el hermoso y dadivoso delta del mar de aguas dulces que le regalamos al mundo.
Pero un país no se hace de bellos paisajes, un país no es solamente sus recursos naturales, un país no basa su estructura de Estado en nada más que su rico potencial para dar. Un país es libertad, justicia, equidad, respeto, tolerancia, amor, es un conjunto de valores que solo su recurso humano puede darle.