El trabajo es al hombre lo que el sol es a las plantas, en sentido figurado; pues un hombre que obtiene su sustento, producto de su trabajo, es similar a una planta fecunda por la plenitud de la energía solar; es el trabajo una de las fuentes más abundantes de sabiduría, y en él reposa de una manera singular la energía creadora, que se manifiesta, si estamos en consonancia, en la prosperidad. Una palabra frecuentemente usada por algunos de los más conspicuos estafadores de la fe, la prosperidad se vende en libros de “crecimiento personal”, en “secretos” sobre cómo atraerla, en cultos y diezmos, en largos procesos de conversión a doctrinas que ensalzan el ego, y por si fuera poco, recientemente, en eternos e inacabables programas de gobierno, los cuales también se han vuelto especies de la religión. Pero, la prosperidad no se halla, como aludimos al principio, imbricada en un complejo e inescrutable manojo de creencias, supersticiones y prácticas de programación neurolingüística, más si encontramos su raíz en la confianza que tenemos en el Creador y en esa fuerza propia que empleamos en la disposición de nuestras destrezas, habilidades y virtudes al servicio de otros, en el compromiso, en la cooperación y en la ética; conceptos que tal vez no alcancen a digerir de forma total aquellos que esperan la papa pelada.
Entiendo como compromiso la disponibilidad de tiempo y energía al servicio de un fin común a otro(s), es una cualidad que pocas personas podemos lograr de seguido, pues hay compromisos entre personas y entre facetas de nuestra vida; caso del consabido día en el que, hastiados de una figura fofa en el espejo, decidimos comprometernos con bajar de peso, y a veces por otros compromisos adquiridos entonces no cumplimos con los nuestros; “me comprometo a no gritar más en momentos de ira”, pero resulta que por estar ocupados todo el día, los gajes del oficio, el tráfico urbano y quizás las típicas e ineludibles frustraciones que se presentan a lo largo de un día cualquiera, terminamos por gritarle a alguien (cercano o no, no es relevante) y rompemos nuestro compromiso. Creo que muchas veces nos pasa esto, por no estar comprometidos con el trabajo; cosa paradójica, pero plausible. Pues toda frustración es producto de una expectativa, un anhelo que probablemente no se realizó.
Entiendo como cooperación el compromiso entre dos personas inteligentes, para lograr un fin; siempre que usted quiera comprometerse, no busque gente a la que ayudar, con la que tenga que colaborar, a la que tenga que arrastrar, por decirlo duramente, encuentre gente inteligente que sea capaz de asumir sus compromisos más o menos bien y que con claridad plantee los términos y métodos a seguir. Se evitará muchas frustraciones, porque se habrá quitado de encima el peso de las expectativas; todo ha sido puesto sobre la mesa y no ha quedado nada para el detalle; no hay anhelos que no se hayan discutido y si algo llegase a fallar usted puede sentirse tranquilo o puede exigir con asertividad. De la misma manera que pasa con el compromiso, no sólo existe para las relaciones de dos o más personas; usted puede cooperar con usted mismo al cumplir efectivamente sus compromisos.
Entiendo la ética como el conjunto de normas y excepciones que componen una visión universal de la justicia; es como un marco que permite observar los pros, los contra y los aspectos interesantes de un hecho, de una condición o un proceso, para evaluarlo sistemáticamente, detallarlo con puntualidad y catalogarlo, como algo “bueno” o “malo” (justo o injusto); es absolutamente necesaria la ética para poder comprometerse sinceramente; pues la sinceridad como el resto de los valores morales universales, están comprendidos en todo código ético; para saber cooperar y para lograr la prosperidad.
Ahora no se engañe usted bajo el manto de que si hacemos las cosas más o menos bien vamos a recibir una fortuna y estaremos en la más inexplicable tranquilidad new age; seguramente si hacemos nuestro trabajo, literalmente, como D’ manda, habrá para comer, disfrutar y vivir cómodamente, con las sabidas restricciones a las que debemos someternos para percibir la libertad que emana de la armonía, del quehacer justo. Recuerde que por encima de todo, nuestro crecimiento está sujeto a la justicia que proveamos para el mundo.
Gracias Andres, es bueno leerte.
Creo que a muy pocos les agrada trabajar. Veo mucho en las redes sociales cuando llega el viernes «hoy se bebe , se rumbea , desaforre» y el Lunes «odio el lunes». Bueno en fin el ser humano esta muy amañado con el termino «vagancia».
Si se pudiera sobrevivir sin trabajar , creo que muy pocos trabajarian.
Pero en fin , a trabajar se ha dicho.
Gracias Andres.
Gracias Andrés, por compartirlo…
Dices allí muchas cosas muy interesantes, y ciertas, pero resalto ésta ´parte
«no se engañe usted bajo el manto de que si hacemos las cosas más o menos bien vamos a recibir una fortuna y estaremos en la más inexplicable tranquilidad new age; seguramente si hacemos nuestro trabajo, literalmente, como D’ manda, habrá para comer, disfrutar y vivir cómodamente, con las sabidas restricciones a las que debemos someternos para percibir la libertad que emana de la armonía, del quehacer justo»
Realmente hay un enorme beneficio en el trabajar… más allá de el valor «retribución» que se ha asignado según criterio de algunos hombres, el verdadero ingreso se vive al interior de la persona, hace parte de su crecimiento, de su compartir, al convertirse en algo más que un transeúnte, haciendo lo que bien sabe, lo que mejor puede, y en ello siendo aquello para lo cual fue creado.
Un abrazo!
Gracias, muy lindo.