Europa, Europa

Europa no fue precisamente el paraíso para los judíos durante siglos, si no al menos milenio y medio fue una cámara de torturas de infinitas ocurrencias malignas. Desde mucho antes de llamarse Europa, cuando era la gran hermandad cristiana, las cosas no estaban bien para los judíos.
A breves períodos de calma lo rodeaban pesadillas y tormentas que parecían no tener fin.
Los judíos eran los culpables de “la muerte de dios”, representada por la fantasía de entrega, juicio y crucifixión del judío Jesús. Eso los condenaba eternamente, a los antiguos, actuales y futuros. Para colmo, se negaban tercamente a aceptar la conversión a Jesús, amistosamente ofrecida a veces, pero generalmente acompañada de la espada y el fuego.
Eran diferentes porque creían diferente, pensaban diferente, comían diferente, llevaban una vida diferente; y aunque el judío abandonara su cultura y modos de vida, aunque tratara de tapar su esencia para asimilarse con el resto; algo hacía que igualmente fuera discriminado, y no precisamente por un tema racial, ya que no hay raza judía.
Y sí, algunas veces se levantaban brillantes judíos que iluminaban los oscuros cielos con su paso triunfal, ministros, filósofos, intelectuales, escritores, científicos, artistas, consejeros de reyes, políticos, periodistas, afables charlatanes, médicos, clérigos cristianos, lo que podía presagiar el fin del drama para la Familia; pero era una ilusión pasajera, Europa seguía con un odio profundo enquistado en contra del judío y lo judío. Los judíos seguían sumergidos en los pantanos, aunque alguno levantara la cabeza. Y luego, cuando a espaldas de Napoleón la cosa pareció realmente cambiar, para bien, otras calamidades ya estaban siendo preparadas y llevadas a cabo, adrede o no.
Por ejemplo, el famoso caso del capitán Dreyfus es solamente una muestra de lo que fuera normal para el judío durante siglos. La justicia inexistente, o inoperante, o abiertamente injusta, en contra de los derechos de los judíos. el tinglado organizado para humillar al judío, abusar de él, negarle su existencia e identidad, mantenerlo en una subclase humana.

Así pues, hay que tenerlo presente, la historia de las amarguras judías no comenzó con el ascenso del inmundo Hitler en los 1930s, más bien, él y su apestosa maquinaria de exterminio judío fue una especie de culminación de un extenso proceso de deshumanización y maltratos.
Algunas de las actuales intrigas, acosos, violación de derechos y otras agresiones que sufren judíos y Estado de Israel en Europa quizás sean menos efusivamente físicas, (y solo quizás); tal vez disminuyó un tanto la inquina y el deseo sanguinario, (y solo tal vez); pero, ¿para qué ocultarlo? Algo en Europa huele a podrido hace muchísimo y sigue provocando la violencia antijudía (israelí).

La idea antijudía, antiisraelí está fuertemente arraigada en el inconsciente europeo, que hasta por medio de la bondadosa asimilación procura eliminar al judío y lo judío.
Y ahora, cuando están a punto de ser sometidos (¿o ya lo son, pero no lo saben?) al imperio árabe-musulmán, en vez de aferrarse a su aliado verdadero, Israel, escogen atarse más fuerte la soga que los arrastra al abismo, allí donde los espera la espada mora para cortarles por siempre la asqueante cabeza.
En lugar de amigarse con el Eterno, aceptar su rol como noájidas y llevar adelante la construcción de SHALOM, están en rebelión y exilio, cada vez más lejos de la LUZ.
Los pocos noájidas, supongo que no la tienen fácil en las próximas tierras del califato; la buena gente gentil europea, que pudo desvestirse del uniforme antisemita, tampoco.
¿Qué podemos hacer por ellos, como ayudarles?

¿Hay futuro luminoso para Europa?
Espero que sí, rezo por ello.

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