El papiro 7Q5
El fragmento 7Q5 se halló en la cueva 7 de Qumrán en 1955. Los materiales encontrados en esa cueva presentaban una particularidad respecto a las otras: no había textos en hebreo o arameo, sino que todos estaban escritos en griego. Además, una de las ánforas que contenía manuscritos tenía escrita la palabra «Roma» y también era bastante diferente a las ánforas en las que aparecieron otros materiales de Qumrán. A esto se sumaba otra peculiaridad: solo aparecieron papiros y no otro tipo de material.
Esto sitúa al 7Q5 en un contexto diferenciado y relativamente peculiar entre los restantes hallazgos de Qumrán. Ahora bien, quede claro que el 7Q5 inicialmente no es ni más ni menos misterioso que bastantes fragmentos de papiro de otras cuevas, que, por sus características -en muchas ocasiones precisamente por su carácter «fragmentario»- no se pudieron clasificar, quedando todavía algunos pendientes de una identificación o interpretación definitiva.
Vayamos a otro punto del 7Q5: su datación, que se fijó entre el 50 aEC y el 50 EC. Estas fechas son, precisamente, uno de los escollos para la mayoría de biblistas (hay que diferenciar en este asunto entre biblistas y papirólogos), que no admiten una redacción de los evangelios conocidos actualmente anterior al 70 EC. Recalco lo de «conocidos actualmente». Naturalmente quedaría fuera de ello la «fuente Q», que tiene que ser muy próxima o contemporánea al propio Jesús. Obviamente, si lo que tuviésemos en el 7Q5 fuera una parte importante del texto de Marcos, la datación no significaría escollo alguno, puesto que nos encontraríamos ante un hecho, y los hechos, una vez demostrados, son incontestables. Pero lo que tenemos es un fragmento de papiro de 3,9 x 2,7 centímetros, que contiene 20 letras y, de esas veinte letras, no todas son legibles. Por tanto es obvio que el material se presta a diferentes interpretaciones. Los biblistas, repito, no apoyan la tesis neotestamentaria del texto.
Conste que se trata de criterios académicos. Aquí no entran a favor ni en contra criterios religiosos, como lo demuestra el hecho, por ejemplo, de que uno de los oponentes a la identificación del sacerdote católico O’Callaghan sea otro sacerdote católico. Se trata de criterios establecidos y muy consolidados, de modo que, cuando algo los pone en cuestión, suele ser difícil removerlos, pero hay que tener en cuenta que «uno no puede ni debe cerrarse a los nuevos conocimientos, aun en el caso de que estos resulten incómodos»(1) y eso es totalmente cierto. Aun así, la polémica y la identificación del 7Q5 no está todavía resuelta ni definitivamente cerrada.
En buena medida la datación más generalmente aceptada para el evangelio de Marcos depende de la interpretación que se realice del capítulo 13, ya que en él se menciona la destrucción del Templo de Jerusalén. Es preciso aclarar que lo que menciona es «una» destrucción, no cuál de ellas. Es más, las indicaciones del texto evangélico para vincular dicha destrucción con algún acontecimiento se dirigen hacia… la «llegada del Hijo del Hombre», cuestión a la que me referiré más adelante. Una parte de los biblistas considera que en un versículo del capítulo 13 de Marcos se hace una referencia a la destrucción del Templo durante la guerra judía, ergo…el evangelio de Marcos debió escribirse, en su versión actual, después del año 70 EC. Además, conviene recordar que el mencionado evangelio se confeccionó especialmente para los gentiles, de modo que su público, que no era judío, quedaría particularmente «impresionado» por los «castigos» infligidos a los judíos por su negativa a creer en la «Nueva Revelación».
De ahí esa referencia a una de las supuestas consecuencias ya acontecidas de su «incredulidad». Tal vez el mejor exponente de esta cuestión sea M. Laconi, cuando dice «mucho depende de la lectura del c.13: ¿Supone o no la caída de Jerusalén(2)?» Porque, en efecto, la cuestión es saber qué dice ese texto. Pero además hay otra cuestión: ¿qué dice el 7Q5?, también entraremos, porque tal vez la tormenta para los biblistas no sea tal y se reduzca a una tormenta en un vaso de agua.
Vuelvo a recordar un dato importante: tenemos un fragmento de papiro con 20 letras no todas reconocibles. Otro dato importante: tenemos una posible -y muy discutida- identificación de ese fragmento con Marcos 6: 52-53, pero nada, absolutamente nada, de Marcos 13: 1-2 y sucesivos. De hecho no hay absolutamente nada más, ni de Marcos, ni de nadie en el fragmento. Además tenemos otra posible identificación… que no es del texto de Marcos. Por lo demás, la datación de Marcos posterior al 50 EC se vincula también a otras referencias, por ejemplo a Ireneo, que lo sitúa después de la muerte de Pedro, y eso según la tradición -y conste que es remarcable aquí lo de «tradición», porque eso es lo único que sitúa a Pedro en Roma- se produjo en 64 EC o algo después; en cualquier caso no antes. ¿Cómo entonces iba a pertenecer a Marcos un documento cuyo umbral máximo es el 50 EC?
Pero sigamos con el fragmento del papiro. En un principio se consideró «inclasificable», puesto que era en parte ilegible, y lo legible no correspondía a texto veterotestamentario alguno, ni parecía corresponder, de entrada, a ningún otro texto conocido. Por tanto desde 1955 hasta que pasó a manos del padre O’Callaghan «durmió el sueño de los justos».
La hipótesis de O’Callaghan
El jesuita Josep O’Callaghan (que, pese a su apellido, era español), se hizo cargo de algunos materiales fragmentarios de la cueva 7 de Qumrán. Su intención era lograr la identificación de los mismos en textos veterotestamentarios o esenios, que era lo habitual en los materiales de Qumrán. O’Callaghan acometió la labor con diversos fragmentos, labor que en principio resultó bastante infructuosa, ya que no existía ninguna coincidencia con los textos del Antiguo Testamento. Para ver qué sucedía intentó la comparación del fragmento con textos neotestamentarios, y entonces se produce la sorpresa: O’Callaghan empieza a ver similitudes y a formular hipótesis sobre la posible pertenencia de esos fragmentos al Nuevo Testamento. De los diferentes fragmentos, él mismo considera solo fiables la identificación del 7Q4 (posible fragmento de la Epístola a Timoteo) y el 7Q5 (posible fragmento del Evangelio de Marcos). Para O’Callaghan resulta vital la identificación unas letras que aparecen en la cuarta línea del fragmento: son «nnes», que relaciona con la palabra «Gennesaret». Respecto al resto, el propio O’Callaghan solo propone posibilidades, y de los dos «fiables» es el 7Q5 el que generara la mayor polémica. O’Callaghan plantea sus resultados a inicios de la década de los 70.
Las objeciones de «fondo» de los biblistas ya las he especificado más arriba; ahora resumiré las principales objeciones formales -de biblistas y no biblistas- a lo expuesto por O’Callaghan:
1.- El mal estado del papiro que impide una identificación clara de las letras
2.- Lo pequeño del fragmento y lo «fragmentario» del mismo (solo 20 letras).
3.- La distribución espacial del texto no es segura, pues faltan palabras aquí y allá. En concreto parecen faltar tres palabras.
4.- Existen otras posibles identificaciones con otros textos bíblicos o apócrifos
Conviene recordar que la oposición a la hipótesis de O’Callaghan es ante todo académica y científica, al igual que lo es su apoyo. No obstante, también existen posturas que pueden llamarse «espurias»; por ejemplo, uno de los principales críticos a la identificación del 7Q5 con Marcos es el sacerdote Luis Heriberto Rivas, profesor de la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, para quien el 7Q5 no es sino un fragmento del «Libro de Enoc», un apócrifo. Eso lo sostenía en noviembre de 1998. O sea, que se remite al punto 4 de las objeciones expuestas más arriba. J. Fitzmayer, por su parte, también rechaza la hipótesis de O’Callaghan y de sus defensores Thiede y Schokel. Se basa en las dimensiones del fragmento y en las pocas letras reconocibles. Fitzmayer no propone identificación alguna, sencillamente se limita a indicar que no es posible llegar a una identificación dado el estado del material en sí (en esencia, las «objeciones» 1 y 2).
Sin embargo, la propuesta de O’Callaghan también tiene su defensa y sus defensores. En primer lugar, la defensa de O’Callaghan es… el propio O’Callaghan. En efecto, es indiscutible que el método empleado por el investigador es perfectamente adecuado y ortodoxo, así como que su hipótesis es perfectamente posible. Ahora bien, eso en cuanto a hipótesis, pero, ¿se la puede elevar a categoría de tesis? Y, sobre todo, ¿existe suficiente evidencia para poder hacerlo? Esa es la cuestión, más allá de lo circunstancial, que es lo que permite elaborar la hipótesis como hipótesis plausible. Porque no deja de ser circunstancial y algo sujeto a interpretación el ver en las letras «nnes» una parte de la palabra «Gennesaret», así como el ver en «Gennesaret» una parte de un fragmento de Marcos. ¿Es posible? Sí. ¿Es seguro? Eso ya no tanto. La situación, de hecho, la resume muy bien el profesor J. Charlesworth «sigo pensando que es improbable -solo una palabra es clara en el fragmento: «y»-, pero diría ahora que al menos es convencible»(3)(J. Charlesworth, en un artículo publicado en enero de 1992, citado por R. Albeiro Rodas).
Thiede y la papirología
Ya he mencionado también a Thiede, que a partir de 1984 es, seguramente, el principal valedor de la propuesta de O’Callaghan. Esencialmente, Thiede viene a demostrar desde la papirología -es decir, desde el análisis del propio papiro, no desde la exégesis del mismo- que la hipótesis de O’Callaghan no solo no es descabellada, sino que es perfectamente factible. Esto no significa que pueda elevarse a tesis, pero como hipótesis es asumible.
De entrada descarta que el argumento del tamaño del documento implique la imposibilidad de identificación del texto, y cita diversos ejemplos. Admite que eso supone una dificultad, pero advierte de que no es insuperable. A continuación «papiro en mano» va mostrando cómo las propuestas de letras y palabras de O’Callaghan son, igualmente, factibles a partir de la reconstrucción de renglones y de la esicometría del texto, que es el cálculo de la media de letras por renglón. Además, la «estética» del texto corresponde con el «estilo decorativo», propio del griego empleado en aquella zona hasta el año 50 EC, lo cual es un argumento paleográfico en refuerzo de la datación. En definitiva, Thiede, a partir de la aplicación de la metodología y de las técnicas propias de la papirología, viene a demostrar que O’Callaghan podía perfectamente tener razón. Ciertamente no es una demostración de que la tenga, pero sí lo es de que su hipótesis no era en absoluto descabellada, sino que, por el contrario, se formuló solidamente. A todo esto algunas otras pruebas, como el recurso al cálculo de probabilidades y a determinados programas informáticos como el «Ibycus», también favorecen la hipótesis de O’Callaghan.
El elemento circunstancial no desaparece ni de los «pros» ni de los «contras» respecto al 7Q5. Descartados los prejuicios iniciales propios de cualquier planteamiento que se considera «consolidado», no puede concluirse que O’Callaghan se equivocase o que tuviese razón: la balanza todavía hoy esta demasiado equilibrada para una cosa u otra.
Pero, en realidad, si O’Callaghan tuviera razón, ¿supondría -dejando al margen la datación- una alteración realmente significativa para los biblistas? Dicho de otro modo: ¿qué cambios implica una datación anterior al año 50 EC respecto a una posterior al 70 EC?.
De ello me ocuparé a continuación. Es más, supondré, incluso, que O’Callaghan tiene razón en la identificación de su fragmento. Analizaré qué pasa y qué tenemos. Me permito parafrasear a Celso: «Dejemos a un lado todo lo que se les puede objetar»(4).
Implicaciones de la datación de O’Callaghan
En primer lugar, veamos de qué texto estamos hablando. Los versículos completos de Marcos 6: 52-53, dicen lo siguiente:
«Pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada. Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron» (Mc 6: 52-53, versión Biblia de Jerusalén).
Ese sería el texto completo de los dos versículos de Marcos que tendríamos si el 7Q5 es realmente aquello que pensaba el padre O’Callaghan que era. Vuelvo a resaltar, además, que ese es el texto completo de ambos versículos, aunque, en realidad, el fragmento solo recogería algunas palabras de ambos versículos; pero eso es solo una precisión que carece de importancia para lo que aquí vamos a plantear y suponer.
Como dije más arriba, el problema de fondo de los biblistas es la datación del fragmento, sencillamente porque dicha datación tira por tierra sus suposiciones, que ya estaban convertidas en «materia consolidada». Esas suposiciones, que eran -y aun son- las mayoritariamente aceptadas entre los biblistas, decían que el evangelio de Marcos se escribió sobre el año 70 EC; en cualquier caso no antes del 64 EC, fecha máxima a la que algunos estaban dispuestos a aceptar. La misma tradición patrística ya incide sobre una fecha posterior al 64 EC -Ireneo, por ejemplo-. Indican también que el evangelio de Marcos se escribió para los gentiles. Además, algunos interpretan que la referencia al fin del Templo de Jerusalén (Mc 13: 1-2) refuerza esta idea, ya que eso sería una muestra de que el escrito se realizó tras la guerra judía, y el inicio de ese capítulo 13 vendría ser a la vez un ejemplo y una admonición para los gentiles. Un ejemplo de lo que les sucedió a los judíos por su incredulidad y su «impiedad» y una admonición dirigida al «público gentil» de lo que les sucede a los incrédulos y a los impíos. Además, dado que los judíos tras la guerra no eran demasiado populares en el conjunto del Imperio, también era una «buena carta de presentación» para los gentiles. Si la referencia a la destrucción del Templo se vinculaba a la guerra judía, la redacción del texto evangélico debía ser posterior al año 70. En cualquier caso posterior a la toma de Jerusalén por Tito y a la destrucción del Templo. Pero ¿es a esa destrucción a la que se refiere Marcos 13: 1-2? Como dice algún autor respecto a la datación, «mucho depende de esa interpretación». Más adelante entraré en esa interpretación, en lo que dice el texto en su propio contexto. Por otra parte ¿recoge el 7Q5 algo de MC 13: 1-2? No, en absoluto. Y eso también puede ser importante, porque el 7Q5, si es correcta la identificación de O’Callaghan, solo recoge Marcos 6: 52-53, y ya veremos las implicaciones que eso supone.
Por las razones anteriormente expuestas los biblistas se oponen casi radicalmente a la identificación de O’Callaghan, pues alegan que si Marcos se escribe después del 70 EC no puede pertenecer ningún texto del 50 EC a dicho evangelio. Pero, ¿qué sucede con sus teorías si O’Callaghan tuviera razón? ¿Realmente la «tormenta» sería tal?
En primer lugar, sabemos que existían cristianos y el cristianismo con anterioridad al año 50 EC. Eso es una obviedad, pero vale la pena recordarla porque sirve ya para bajar el nivel de la «tormenta» de los biblistas. Digamos que, de entrada, la reducimos de «huracán» a «tormenta tropical». Sabemos, además, que la fuente «Q», fuese la que fuese, ya debía existir -si existió- hacia el año 50 EC e incluso antes, pues una de las características de dicha fuente es su contemporaneidad , si no estricta, sí muy cercana, a la supuesta vida de Jesús. Por eso no tiene nada de extraño que los cristianos tuviesen sus textos, fueran los que fuesen. Así, en puridad, que el evangelio de Marcos se escribiese en el 50 EC o algo antes tampoco sería algo tan imposible -aunque se sigue datando mayoritariamente con posterioridad al 70 EC-.
La tradición de Ireneo en particular, y la patrística en general, es solo eso: una tradición. Además, ¿es inmutable la datación del 50 EC del 7Q5? No tanto; en primer lugar, porque el C-14 da unos márgenes +/- para toda datación; y en segundo lugar, porque el estilo del texto podría ser, simplemente, arcaizante (ejemplos de eso hay muchísimos en la Historia), así que no deja de ser un indicador circunstancial que, en cualquier caso, no cambiaría que el fragmento fuese anterior al año 70 EC simplemente por el umbral máximo de utilización de las cuevas. Si bien hay quien apunta que no existe la seguridad total de que la cueva 7 de Qumrán no fuese utilizada durante la II Guerra Judía, arqueológicamente no es seguro del todo el sellado de la misma durante la I Guerra Judía; sin embargo, sigue siendo lo más probable. En cualquier caso, ¿es factible la existencia de textos cristianos entre el año 50 -o anteriores- y 70 EC? Sí, lo es. ¿Cambia en eso algo lo que conocemos del cristianismo primitivo? ¿Alguna alteración fundamental? No y no, luego, por ese lado tampoco hay tormenta. Ya la bajamos de «tormenta tropical» a «muy fuerte tormenta». Sigamos.
Segunda cuestión: el carácter «gentil» del evangelio de Marcos, o sea, el «público» al que va dirigido. Esa idea parece otro obstáculo en el camino de O’Callaghan. Pero, ¿por qué? En realidad solo por inercia, ya que a ese carácter no le afecta lo más mínimo que la datación de Marcos sea anterior o posterior al 70 EC. Además, no solo Marcos sino todo el Nuevo Testamento va dirigido a los gentiles más que a los judíos. Es otra obviedad, pero parece necesario recordarla, porque a esa motivación no le afecta en lo más mínimo la datación. Es evidente la voluntad proselitista del cristianismo desde el primer momento y, si hacemos caso a sus propios textos, está clarísima esa voluntad «pro-gentil» desde Pablo (recordemos que los propios textos cristianos sitúan un pseudoenfrentamiento entre Pablo y Pedro por este asunto, que se dirime a favor de las tesis de Pablo), es decir, desde los inicios.
Por tanto, tampoco aquí existe una dificultad respecto a eso por una datación de Marcos anterior al 70 EC. La «muy fuerte tormenta» queda ya en «tormenta intensa».
Y llegamos a la tercera cuestión, casi el «ojo del huracán»: ¿Qué sucede con el capítulo 13 de Marcos? ¿Qué sucede con la referencia a la destrucción del Templo de Jerusalén? Pues veamos qué sucede. Recordemos qué tenemos con el 7Q5, si damos por buena la hipótesis de O’Callaghan: un fragmento de Marcos 6: 52-53. Ni más ni menos. Solo eso. ¿Alguna referencia a la cuestión del Templo? Pues no: ninguna. Eso es lo que hay. Veamos qué puede implicar eso.
En primer lugar, que, aun dando por buena la idea de O’Callaghan, no sabríamos para nada lo que decía o dejaba de decir el resto del texto del 50 EC, supuestamente de Marcos. Dicho de otra manera: no tendríamos la menor idea de si el episodio del Templo -o cualquier otro- lo recogía o no esa primitiva versión de Marcos. Existe algo llamado «interpolaciones», que son muy habituales en copias antiguas de textos anteriores a la copia. La intencionalidad de las mismas puede ser muy diversa y más o menos inocente y, dado lo escasísimo del texto que muestra el 7Q5, no podríamos saber en ningún caso, por la vía del estilo, la composición, etc., si el pasaje del Templo -o cualquier otro- corresponde o no al mismo autor que realizó el escrito del 7Q5.
Pondré un ejemplo de lo que digo: existe una edición de «El Príncipe», de Nicolás Maquiavelo, comentada por Napoleón Bonaparte. Algunos de esos comentarios en sí mismos no dan pistas para saber si son contemporáneos a la obra original o no. Nosotros, evidentemente, sabemos que no, pero el texto en sí no lo indica. Bien, supongamos que en un futuro lejano queda solo en nebulosa quién era Maquiavelo, pero se sabe quién era Napoleón. Supongamos que solo se tuviese el texto comentado por Napoleón y que alguien descubre un fragmento de «El Príncipe» -solo un fragmento- anterior al siglo XIX. Naturalmente cualquier hipótesis de que «El Príncipe» fuese del siglo XIX caería por tierra. Sin embargo, no significaría nada más allá de un cambio de datación, solo significaría que «El Príncipe» se escribió antes del siglo XIX -cosa que, evidentemente, nosotros sabemos- y que esa versión anterior del texto no tendría los comentarios de Napoleón.
La «tormenta intensa» queda ya solo en «lluvia intensa», pero aun la calificaremos de tal, pues aún quedaría la duda respecto a qué sucede si, al final, Mc 13: 1-2, es anterior al año 50 EC. Veámoslo.
Para ello volvamos al 7Q5 y vayamos un poco más allá con el capítulo 13 de Marcos. ¿Qué sucedería si, en efecto, el texto de Marcos anterior al 70 EC contuviese ya el capítulo 13? Porque, para esa cuestión, vale como pista lo dicho por M. Laconi «Mucho depende de la lectura del c.13: ¿supone o no la caída de Jerusalén?». Para saber eso vuelvo a parafrasear a Celso «examinemos, a pesar del despecho de la falta de fundamentos serios (…) el contenido de lo que se proclama»(5). Veamos que dice Marcos 13: 1-2 a la luz del contexto del propio texto y a la luz del contexto de los restantes evangelios.
La referencia al Templo en el capítulo 13 de Marcos y los evangelios sinópticos
La mejor manera de poder entender el significado de Marcos 13: 1-2 es realizar un análisis del mismo dentro de su contexto, tanto de la totalidad del capítulo 13, como en el modo en que es tratado el episodio de la profecía de la destrucción del Templo de Jerusalén en los restantes evangelios sinópticos. Utilizaré para ello la versión de la Biblia de Jerusalén de 1976. Bien, comencemos por ver que dice Marcos 13: 1-2, es lo siguiente:
1: Al salir del Templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones.»
2: Jesús le dijo: «¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»
Esa es la referencia a la destrucción del Templo de Jerusalén en Marcos 13: 1-2. Se trata de una clara indicación de que el Templo desaparecerá. Ahora bien, ¿dice el texto algo más? ¿algo indica a que posibles acontecimientos acarrearan la destrucción del Templo? Veámoslo en la continuación del capítulo:
3: Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo, le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan y Andrés:
4: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse.»
Aquí puede observarse, sin lugar a dudas, cómo los discípulos preguntan «cuándo sucederá» y «cuál será la señal». Y lo hacen, según describe expresamente el autor, «sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo». Queda claro que le están preguntando cuándo sucederá la desaparición del Templo y qué señales y acontecimientos comportará tal cosa. Veamos cual es la respuesta:
5: Jesús empezó a decirles: «Mirad que no os engañe nadie.
6: Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos.
7: Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin.
8: Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.
9: «Pero vosotros mirad por vosotros mismos; os entregarán a los tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos.
10: Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones.
11: «Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de qué vais a hablar; sino hablad lo que se os comunique en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo.
12: Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán.
13: Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
14: «Pero cuando veáis la abominación de la desolación erigida donde no debe (el que lea, que entienda), entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes;
15: el que esté en el terrado, no baje ni entre a recoger algo de su casa,
16: y el que esté por el campo, no regrese en busca de su manto.
17: ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
18: Orad para que no suceda en invierno.
19: Porque aquellos días habrá una tribulación cual no la hubo desde el principio de la creación, que hizo Dios, hasta el presente, ni la volverá a haber.
20: Y si el Señor no abreviase aquellos días, no se salvaría nadie, pero en atención a los elegidos que él escogió, ha abreviado los días.
21: Entonces, si alguno os dice: «Mirad, el Cristo aquí» «Miradlo allí», no lo creáis.
22: Pues surgirán falsos cristos y falsos profetas y realizarán señales y prodigios con el propósito de engañar, si fuera posible, a los elegidos.
23: Vosotros, pues, estad sobre aviso; mirad que os lo he predicho todo.
24: «Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor,
25: las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas.
26: Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria;
27: entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Esto es lo que dice el capítulo respecto a los acontecimientos que sucederán y las señales que se darán. ¿Respecto a qué? Pues respecto a la pregunta. ¿Y cuál era la pregunta? La que, en privado, le formulan cuatro de los discípulos, que no es otra que «cuándo sucederá y cuál será la señal» que indique que del Templo de Jerusalén «no quedará piedra sobre piedra». Esa era la cuestión inicial, no otra. Y a esa cuestión se responde con una descripción de los acontecimientos que señalaran el fin de los tiempos y la llegada del «Hijo del Hombre», es decir: la Segunda Venida de Cristo. Luego, entre los acontecimientos que señalarán todo eso figura la propia desaparición del Templo. Esa es la respuesta respecto a en qué circunstancias desaparecerá el Templo, y esas circunstancias, llenas de tribulaciones previas, están directamente conectadas por el propio texto con la llegada del «Hijo del Hombre, que viene entre nubes con gran poder y gloria».
Si esa es la respuesta respecto al «cómo», veamos cual es respecto al «cuándo»:
28: «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29: Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas.
30: Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
31: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32: Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
33: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.
34: Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele;
35: velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada.
36: No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.
37: Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»
La respuesta esta clara: el lapso de tiempo será el de «esta generación». Ahora bien, el momento concreto no se sabe, ya que el «día y hora» sólo lo sabe «el Padre», por tanto la respuesta al «cuándo» es «esta generación». Y con ese «cuándo» (y, por tanto, con la desaparición del Templo, que es el comentario que origina las preguntas de los discípulos) se relaciona, indudablemente, la llegada del «Hijo del Hombre». El texto dice «Él está cerca, a las puertas».
A la luz del texto ¿qué acontecimientos se relacionan con la aludida desaparición del Templo? Pues el fin de los tiempos y la Segunda Venida de Cristo, y eso se vaticina para «esta generación». De hecho, sabemos que los primeros cristianos consideraban inminente ese fin del mundo y esa llegada de Cristo; el propio Pablo así lo creía y así lo dejan entrever algunos de sus textos, por ejemplo, cuando en los consejos de alguna de sus epístolas considera que hay cosas que no merecen la pena por la brevedad intrínseca de los tiempos.
El texto de Marcos no establece relación alguna entre la destrucción del Templo de Jerusalén y la Guerra Judía; la única relación que establece con ese acontecimiento es el fin del mundo y la Segunda Venida de Cristo, luego el propio texto evangélico contesta a la pregunta de Laconi «¿Supone o no el c 13 la caída de Jerusalén en relación a la Guerra Judía?» La respuesta del texto es un rotundo no; en él sólo se relaciona el fin del Templo con el fin del mundo y… con la nueva llegada de Cristo. Eso y no otra cosa es lo que dice el texto. Es obvio que tal cosa no aconteció, si la profecía se remite al «fin de los tiempos» durante la generación del propio Jesús. Por lo demás, tampoco aconteció la destrucción del Templo en esa generación, ya que la Guerra Judía implica no a la generación de Jesús sino a la siguiente.
Pero veamos también, más brevemente, cómo es tratado este episodio en los restantes evangelios sinópticos.
En Mateo 24:
1: Salió Jesús del Templo y, cuando se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle las construcciones del Templo.
2: Pero él les respondió: «¿Veis todo esto? Yo os aseguro no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.»
3: Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él en privado sus discípulos, y le dijeron: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo.»
Y la respuesta:
4: Jesús les respondió: «Mirad que no os engañe nadie.
5: Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy el Cristo», y engañarán a muchos.
6: Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin.
7: Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos.
8: Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento. …
25: ¡Mirad que os lo he predicho!
26: «Así que si os dicen: «Está en el desierto», no salgáis; «Está en los aposentos», no lo creáis.
27: Porque como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre.
28: Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.
29: «Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
30: Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria.
31: El enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro.
32: «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
33: Así también vosotros, cuando veáis todo esto, sabed que El está cerca, a las puertas.
34: Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
35: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36: Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
En Lucas 21:
5: Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: 6: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.» 7: Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»
La respuesta:
8: El dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy» y «el tiempo está cerca». No les sigáis.
9: Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.»
10: Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11: Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.
20: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación.
21: Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella;
22: porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
23: ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo;
24: y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.
25: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26: muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27: Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28: Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.»
29: Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles.
30: Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca.
31: Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca.
32: Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
Estas son las referencias al episodio del Templo y su contextualización en los sinópticos. Como puede observarse en todos ellos hay una relación directa entre el comentario sobre la futura desaparición del Templo y los acontecimientos que desencadenarán el fin del mundo, cuyo punto álgido, el que marcara el fin de las «tribulaciones», será la llegada del «Hijo del Hombre». Ninguno de los sinópticos muestra desconexión alguna entre la destrucción del Templo y el fin del mundo; por el contrario, hay una conexión directa a través de las muy concretas preguntas de los discípulos, ¿cuándo y cómo?. El único de los tres que hace unas referencias que podrían interpretarse en relación a la Guerra Judía es el evangelio de Lucas -al mencionar el cerco de Jerusalén en Lc 21: 20-24- , no obstante, ni siquiera esta interpretación esta clara, pues tal cerco sigue relacionándose en el texto con los acontecimientos que marcaran «el fin de los tiempos» -Lc 21: 25-32-, fin que, expresamente, se declara que acontecerá durante «esta generación» -Lc: 31-32-. Y, además, sucede otra cosa con el evangelio de Lucas: su datación mayoritariamente aceptada lo sitúa entre los años 70-80 EC, es decir, después de la Guerra Judía.
Volvemos al problema inicial de la datación: ¿Qué sucede si la totalidad del texto de Marcos, tal y como ahora lo conocemos, hubiese sido escrito en el año 50 EC o antes? Pues no sucede nada, porque lo que está claro es que el texto de Marcos contesta al interrogante de Laconi: no habla de la caída de Jerusalén, el c 13 habla de la llegada del Hijo del Hombre y del fin de los tiempos. Sucede que la interpretación de la referencia a la destrucción del Templo como una alusión a la Guerra Judía convenía a los biblistas, pues, aparentemente, reforzaba la tesis de la elaboración del evangelio de Marcos posterior al año 70 EC, pero no deja de ser una interpretación forzada, muy forzada, de lo que dice el propio texto en su totalidad, como pienso que aquí he expuesto. Pero, en el fondo, no sucede nada si la datación de dicho evangelio se sitúa en el año 50 EC o antes -a partir, por ejemplo, del 7Q5- porque el resto de la exégesis sobre ese evangelio permanece intacta. Solo habría que modificar la datación a una fecha anterior, nada más, no existe ninguna otra implicación. Luego pensamos que ya podemos reducir la «lluvia intensa» a «ligera llovizna». En eso queda todo el «huracán» de los biblistas, si O’Callaghan tuviese razón.
Notas
(1) Werner Keller, «Y la Biblia tenía razón», de su prólogo a la edición revisada de 1978, edición española de 1985.
(2) Se refiere a la caída durante la Guerra Judía, M. Laconi «Vangeli Sinottici e Atti degli Apostoli», pág. 143, citado por R. Albeiro Rodas)
(3) J. Charlesworth, en un artículo publicado en enero de 1992, citado por R. Albeiro Rodas.
(4) Celso, «El discurso verdadero contra los cristianos», 62.
(5) Celso, «El verdadero discurso contra los cristianos», 66.
Bibliografía
Albeiro Rodas, R., Comentario sobre el papiro 7Q5 de Qumran, Febrero – Septiembre del 2002
Biblia de Jerusalén, edición de 1976
Biblia Reina-Valera, edición de 1960
Celso, El discurso verdadero contra los cristianos, Alianza Editorial, Madrid
Keller, W., «Y la Biblia tenía razón», edición de 1978
O’Callaghan, Josep, ¿Papiro neotestamentarios en la cueva 7 de Qumrán?, Biblica, 1972. Roma
Laconi, Mauro e collaboratori. Vangeli Sinoticci e Atti degli Apostoli
Thiede, Carsten Peter e Matthew D’Ancona. Testimone oculare di Gesù. 1° edizione. Edizione Piemme. Milano, 1996