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El consejo diario 431

“El proceso vital conlleva de por sí limitaciones, y aunque no podamos evitar del todo alguna que otra limitación, sí podremos atajarla y contrarrestarla ampliando al máximo nuestra esfera de intereses.”
Elias Canetti

Conoce tus límites y tus potenciales,
desarróllate al máximo,
admite tu debilidad,
acepta tu poder,
construye SHALOM.

El consejo diario 429

El divorcio cuerpo/espíritu, no tiene un origen en la Tradición, sino en la filosofía griega, más precisamente platónica.
Desde el comienzo se ha establecido la unidad indisoluble de lo material y espiritual, en tanto existencia en este mundo, particularmente en los humanos pero no restringido solo a nosotros.

Así, es importante saber y entender que la salud no es un concepto que afecta exclusivamente al cuerpo, sino que es multidimensional: corporal-emocional-social-mental-espiritual.
Si fallamos en alguna de nuestras dimensiones, estamos en desequilibrio, en desarmonía, faltos de salud.

La persona que pretende la vivencia íntegra, busca perfeccionarse, en la medida de lo posible, en todas sus dimensiones, sin excluir ni rebajar el valor de ninguna de ellas.

Identidades mosaicas

Hablamos en el texto previo a este del dolor cuando la conciencia despierta.
La parashá de esta semana nos trae un vivo y fascinante ejemplo, el de Moshé. Criado entre dos mundos, el de los hebreos esclavizados y el palacio del faraón de Egipto. Llegó un momento en el cual entró en conflicto interno, cuando tuvo que escoger adonde pertenecía, cuál sería su destino.

«Aconteció cierto día, cuando Moshé [Moisés] había crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas. Entonces vio a un hombre egipcio que golpeaba a un hombre hebreo, de sus hermanos. Él miró a uno y otro lado, y viendo que no había hombre, golpeó al egipcio y lo escondió en la arena.»
(Shemot / Éxodo 2:11-12)

Cuando se lee el párrafo en el original hebreo con suma atención, uno descubre que no queda para nada claro quienes son los hermanos de Moshé, con cual pueblo él se identifica.
“Él miró a uno y otro lado”, hay sabios que lo interpretan diciendo que Moshé miró para el lado de los egipcios y se sintió en casa pero extranjero, y vio para el lado de los hebreos y se sintió extranjero pero en casa.
No sabía a cuál bando pertenecía.
Estaba confundido, y eso duele.
Eso sume en la impotencia.
¿Y que hace de manera natural y automática la persona cuando siente impotencia?
Reacciona desde el EGO: llanto y/o grito y/o pataleo y/o desconexión de la realidad.
¿Qué hizo Moshé?
La respuesta está ante ti…

Tras varias aventuras, la menor de las cuales no fue hallar su identidad, finalmente logró llegar hasta el pueblo de Midián, primos lejanos de los hebreos, pues también eran descendientes de Avraham.
Allí sintió que podía quedarse y estar en paz.
Podía amoldarse a esta otra identidad, la de midianita.
Lo que queda expresado en las palabras:

«Moshé [Moisés] aceptó vivir con aquel hombre, y él dio su hija Tzipora [Séfora] a Moshé [Moisés]. Ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Guershón [Gersón], porque dijo: ‘Fui forastero en tierra extraña.'»
(Shemot / Éxodo 2:21-22)

Antes era forastero y en tierra extraña.
¿Entiendes?
Hebreo nacido en Egipto, criado en su tierna infancia como hebreo, luego como egipcio y de la nobleza más encumbrada. Más tarde tropezó con su indefinición.
Ahora, ahora era midianita, aunque su mente mantenía conceptos egipcios y su esencia más pura se preservaba hebrea (por siempre).

Cuando le llegaron los momentos de despertar, sufría.
Entonces rebuscaba para volver rápidamente a la inconsciencia, a olvidar, a vivir una vida que le era ajena con sufrimientos en apariencia más tolerables.

Hasta que el Eterno lo confrontó, lo vapuleó, obligándolo a despertar para que alcanzara eventualmente su máximo potencial:

«Yo soy el Elohim de tus padres: el Elohim de Avraham [Abraham], el Elohim de Itzjac [Isaac] y el Elohim de Iaacov [Jacob]. Entonces Moshé [Moisés] cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Elohim.»
(Shemot / Éxodo 3:6)

En un primer momento tuvo miedo y se escondió.
Pero, Dios tenía un plan para él, por lo que lo llevó a cumplirlo, sin aceptar excusas ni evasivas.
Así Moshé fue el ser humano más importante de toda la historia, gracias al cual el mundo es completamente diferente a lo que fuera antes de él.

Llegado nuestro propio momento para despertar, ¿qué haremos?
¿Esconder el rosto llenos de temor?
¿Volver a la inconsciencia?
¿Escapar?
¿Inventarnos nuevas máscaras que nos perturben la conciencia?
¿Mentirnos y mentir?

Y, si no llega de fuera ese momento para el despertar, ¿cómo lo podemos motivar?

Síncope y despertar

La zona de confort es sinónimo (o casi) de parálisis, adormecimiento, embotamiento.
Tal como antes de la cirugía se procede a anestesiar al paciente, para cortar el nexo de la persona con la conciencia, para que no perciba con sus sentidos, para que se anule su sensibilidad, para evitar el conocimiento al contacto con el dolor. El paciente queda sumergido en una espesa nube de inconsciencia, como si no fuera nadie, tal como un objeto a merced de los elementos y de aquellos que se encargan de él.
Tal como ocurre cuando malvados y perversos, en un ejemplo contrario al de la cirugía, emplean drogas tremendas que anulan la conciencia de sus víctimas, como en el caso de la burundanga o escopolamina. O se aprovechan del estado de ebriedad profunda para aprovecharse y satisfacer bajas pasiones. Todo bajo el manto cobertor del desfallecimiento.

Muchos viven, vivimos embotados, como alejados de la percepción, y más aún del conocimiento, de las cosas que nos atormentan y amargan realmente.
Por ahí nos quejamos, criticamos, lamentamos, gritamos, lloramos, pataleamos, por asuntos que sí, que nos duelen, que nos martirizan. PERO, un gran PERO, eso no es más que una distracción, otro elemento más para mantenernos en la celdita mental, en embobamiento, en exilio de la realidad.

Estamos en síncope, que significa la pérdida repentina del conocimiento y de la sensibilidad. De desmayo en desmayo, dormidos, apagados, alelados, insensibles, mirando hacia otra parte, con tal de no confrontar el terrible sufrimiento, del cual huimos todo el tiempo y por lo cual estamos apresados todo el tiempo.

Cuando por algún motivo uno despierta a la realidad, sufre. Sufre como nunca antes.
Todas las quejas anteriores parecen triviales, aunque fueran por asuntos de importancia.
Todo lo conocido pierde su referencia, es como encontrarse en un mundo de cabeza, o en otro universo.
Hasta ahora X era la verdad, de pronto abrimos los ojos, nos duele muchísimo la claridad que penetra, hasta que de a poco nos acostumbramos a la claridad. Pero el dolor no se va, por el contrario, parece aumentar. Sufrimiento, por notar que tan alejados estamos de nosotros mismos, cuanto hemos desperdiciado de nuestro irrecuperable tiempo en vanidades, como nos han marcado esas decisiones cobardes y que seguimos justificando.
Duele despertar, mucho, por eso se hacen tremendos esfuerzos para seguir narcotizado, para de esa forma creer que no se sufre.

Cuando despierta, se da cuenta cuánto es el sufrimiento que estaba negando.
Si se tiene la valentía y la disposición, se avanzará, a pesar del terror, de las dudas, del conflicto con los que siguen dormidos.
No es fácil, lo sencillo es dejarse caer nuevamente, negar el sufrimiento aunque se esté en carne viva, tener un síncope para encerrarse en la celdita mental que es espantosa, asfixiante, suicida, pero brinda un poco de apariencia de paz a lo que se ve estando despierto y a la luz.

Podemos despertar para volver al desmayo.
Podemos despertar para regresar a dormir y padecer pesadillas atroces sin fin.
Podemos despertar y pasar el trance del primer momento, hasta que encontremos puntos de referencia, cuando descubrimos que en verdad el dolor real es millones de veces más provechoso, beneficioso y saludable que la falsa calma de la zona de confort.

Cuando despierta y lo reconoce, está en camino de encontrar la cura a su enfermedad mortal.
¡Adelante!

Querer no es poder

Tu sector racional del cerebro, la corteza prefrontal, ha llegado a un acuerdo: cambiarás para mejorar desde ahora.
Se compromete, resuelve y anuncia de manera contundente. Su mensaje se esparce desde la boca hacia fuera, con ánimo y agitación sabe que no será sencillo avanzar fuera de su zonita de confort, pero está decidido y, como dicen los “grandes sabios místicos”, al estilo Coelho o algún personaje religioso: si piensas positivamente ya el universo (Dios, el destino, algo) se complotará para darte lo que quieres, tú solo afírmalo con ganas, decreta (es esa la palabrita poderosa que usan) que los ángeles, demonios o fuerzas sobrenaturales harán el resto.

Pero, a los dos minutos ya estás en el mismo viejo sendero, equivocándote, empeorando, amargándote por estropear tu autoestima con promesas incumplidas, te justificas, echas culpas, te declaras ateo o pecador, o miras para otro lado haciéndote el distraído.

Nos olvidamos de un pequeño detalle: el hábito, que no se evapora por la mera presencia de la intención, o los buenos deseos, ni el pensamiento positivo.
Los hábitos se forman con la repetición de conductas, una y otra y otra, hasta que finalmente se internalizan, perdemos la conciencia sobre ellas, las ejecutamos sin más.
Se consolidan de tal forma que pasan a ser como una naturaleza automática que nos gobierna.
Los hábitos positivos, así como los negativos.
Positivos: no mirar el teclado al tocar piano, o al escribir en la computadora, o poner las marchas mientras se aprieta el pedal del embrague, entre tantos cientos que nos acompañan y facilitan la vida cotidiana.
Negativos: encender el cigarro ni bien despiertos, encender el cigarro ni bien apoyado el trasero en el auto, encender el cigarro para acompañar el cafecito, creerse poca cosa, aceptar ser humillado, participar del hostigamiento hacia otros, cientos de ellos que nos perjudican y suelen dañar al prójimo.

Para empeorar el asunto, detrás de los hábitos negativos se esconde el EGO, con su escaso poder pero enorme influencia.

El EGO ataca, critica amargamente, hace sentir impotencia, somete a escarnio, pone en situaciones molestas en las cuales reaccionamos como un bebe descontrolado.
Lo hace todo el tiempo, desde el momento del nacimiento. Es parte de nuestra naturaleza terrenal, la cual se ve solidificada por la formación de los hábitos tóxicos.

Cuando se critica duramente, cuando no sabe emplear la Comunicación Auténtica consigo mismo, cuando no avanza en la TESHUVÁ, está cooperando con su fracaso.
Como fracasa, o cree/supone que lo hará, se siente en impotencia. Por lo cual, de manera natural se dispara el EGO con sus herramientas. Lo cual le pone en una situación aún más incómoda. Mayor desfallecimiento, por tanto más necesidad de ejercer respuestas desde el EGO.
Sí, es un terrible, triste y lamentable círculo pernicioso, que te hunde más y más.

Es bueno saberlo, para tener el control de aquello que podemos controlar. En tanto que, lo que no podemos controlar deberemos dejarlo fluir sin apegarnos a ello.
Si aparecen los pensamientos críticos demoledores, pongamos un alto; dejemos de acusarnos, maltratarnos, culparnos, amenazarnos, acusarnos, con poca realidad detrás-
Seamos compasivos, sin por ello justificar la pereza o la desidia.
Tengamos una mirada de constructor de Shalom con nosotros mismos, de bondad Y justicia, misericordia Y dureza, flexibilidad y determinación.
Pongamos en funcionamiento la atención plena, la comprensión, la aceptación hacia nosotros mismo como medios eficaces para desvirtuar la influencia del EGO, y así encaminarnos a lograr nuestros propósitos.

Mi intención es lograr X cambio en mi vida, sé que tengo una lucha feroz contra el hábito. Si quiero dejar de fumar, tengo que modificar hábitos muy fuertes, aparte de la adicción química, además de las trampas del EGO. Por lo cual, no alcanza con desear, ni planificar, ni pagar terapias caras. Mientras no elaboremos algún hábito que reemplace al negativo, estamos a merced de seguir haciendo lo mismo y peor.
El EGO se encargará de inventar excusas para desviarnos, para tropezar, para creernos muy listos por hacernos trampa al solitario. Pero después, irrumpe el sentimiento de culpa, el castigo auto impuesto, la necesidad de escondernos de la humillación, etc. Lo que nos arrastra a mayor dolor e impotencia.
Por tanto, ¡mucho cuidado!
Seamos cautelosos, al mismo tiempo que trabajadores incansables. Tengamos compasión de nosotros, sin usarlo como mecanismo para fracasar.

  • Propón el cambio, es genial al menos hacerlo.
  • Escríbelo y léelo.
  • Tenlo siempre presente.
  • Reconoce tus dificultades, no las niegues, no las maquilles, no culpes a nadie; simplemente admite pero no actúes para tropezar.
  • Analiza tu mal hábito, date cuenta de aquello que lo hace disparar automáticamente y evita ese gatillo.
  • Sé compasivo con tu debilidad, en tanto te entrenas para adquirir destreza y poder.
  • Acepta la compasión de los demás. Admitir ante personas que construyen Shalom tu debilidad no te coloca en situación de peligro, por el contrario, recibirás el apoyo en la medida de las posibilidades. Pero claro, con gente que construye shalom.
  • Recuerda que todos los miedos se reducen en el fondo a uno solo: el no poder. Somos limitados, muy limitados. Está bien que lo sepas y lo admitas. Si tienes dificultades particulares, también es bueno que lo admitas. Pero, si te dejas llevar por el miedo (que no tiene nada que ver con la cautela), estás en el camino de la derrota.
  • Trátate con respeto y cariño. Si vas a acusarte por haber caído en la debilidad, hazlo como un padre amoroso con su hijo, como un amigo con su buen amigo. No asumas el papel de tremendo juez, verdugo sanguinario, déspota que maltrata para mantener la fachada de poder.
  • Disfruta de lo que tienes permitido y agradece.
  • Vive a pleno el aquí y ahora, sin por ello comprometer tus posibilidades del futuro.
  • Haz tu parte, con acciones que sean buenas Y justas.

Al final, no sé si alcanzarás tu meta, porque nosotros podemos hacer nuestra tarea pero el resultado no depende de nosotros.
Lo que sí sé es que estarás aprovechando a pleno la bendición que llueve sobre ti, modificando tu ser para estar en sintonía con el mundo espiritual, y esa es una victoria excelente y duradera.

Vamos a hacerlo: Manual del Buen Cambio

Recién comenzó el año gregoriano, al que también podemos conocer como civil.
Muchas personas lo usan para hacer un balance del año que pasó, o de la vida en general.
Algunos aprovechan para mentirse un poco y hacerse la película de lo geniales que son, de esa forma siguen en impotencia, hundidos en celditas mentales, pero cómodos en su zonita de confort.
Otros se proponen hacer cambios, para bien, supongo.
Están los que proyectan cambios positivos entorno a su cumpleaños, o en el aniversario de la humanidad que es Rosh haShaná.
Y están los que tras atravesar un suceso penoso, o incluso catastrófico, se proponen no volver a sentir la calamidad en su vidas, por lo cual visualizan cambios.

Sí, están esos esforzados cambistas que cada vez que pueden prometen hacer X, Y y Z, porque ahora sí harán dieta, dejarán el pucho, jugarán con sus hijos, se pondrán a trabajar, terminarán la carrera, no pondrán más cuernos a su cónyuge, emprolijarán su relación con Dios y el prójimo, no conducirán ebrios o bajo efectos de otras drogas, no jugarán hasta la ropa interior en el casino, restablecerán la relación quebrada con ese familiar, etc.
Lo triste es que llegado otro cumpleaños, otro año nuevo, otro balance anual, otro quebranto espantoso, estamos nuevamente en promesas, excusas, justificaciones, fantasías, echaderos de culpa, palabrería, santurronería, bravuconería, proyectos, buena onda, pesadumbre y seguimos como estábamos o peor.

Como es algo tan frecuente, de lo que este humilde servidor tampoco se salva, vamos a compartir como  proponer cambios positivos y convertirlos en realidad.
Aunque parezca extraño, usaremos las bases necesarias de la Comunicación Auténtica como una guía para este manual del buen cambio.

1- Se claro, concreto, específico.
«Para ser eficaces, las resoluciones y los objetivos tienen que ser muy específico«, dice Richard O’Connor, autor de «Happy at Last: The Thinking Person’s Guide to Finding Joy». 
En palabras del Sabio Shamai: “Di poco y haz mucho” (Avot 1:15).
Enseña el Talmud (Baba Metziá 87a): “Los hombres justos prometen poco, y hacen mucho, como Abraham nuestro patriarca, prometió alimentar a los huéspedes con solo pan y les trajo manteca y leche, carne de ternera  y tres medidas de harina de sémola.
Los malvados prometen mucho y no hacen ni siquiera poco.  ¿Cómo sabemos? Por Efron que le prometió darle la parcela para enterrar a Sará gratuitamente y al final exigió cuatrocientos siclos de platas.
Hemos  tratar de hacer el bien sin hablar en demasía, el justo hablará solamente para que la gente se prepare para lo que habrá de hacer.
Los malvados hablan demasiado porque en realidad no está  en sus programas realizar nada
.”

¿Quiere un cambio?
Diséñalo en tu mente, elabora su contenido, delimítalo con precisión, no dejes cuestiones amorfas sino bien definidas.
Aclara tu pensamiento, elimina lo excesivo y recargado.
Apunta y concéntrate en el blanco al cual quieres acertar. Todo el resto, desaparece a un segundo plano.

Escribe y repasa, no dejes cuestiones al azar ni dependas tampoco de la memoria. Mantén el papel, sticker, lo que uses, en un lugar visible, por el cual con frecuencia pases y puedas fijar tu mirada. Cuanto más lo refuerzas en tu lectura, más profundo se enclava en tu mente, mejor te preparas inconscientemente para cumplirlo.

Ten bien en cuenta el desafío en el cual te embarcas y deja las excusas para los perdedores.

2- Respeto.
Tu deseo debe ser respetuoso de ti, del prójimo, del entorno, de la ley.
a- Si te respetas, entonces tu objetivo no será cambiar para agradar a otros, en detrimento de tu estabilidad, salud, personalidad, etc. Sino que apuntarás a cambios acordes con tu ser y que mejoren aquello de ti que merece ser corregido y/o perfeccionado.

b- Si te respetas, tu meta no será producto de un interés pasajero y superficial, el cambiar por cambiar.
Sino, que tomarás tiempo, esfuerzo y razonamiento para considerar aquello que es pertinente y posible, sin dejarte convencer por excusas, ni tuyas ni de otros.

c- Si te respetas, harás un plan con pequeños pasos ya marcados que te conduzcan a la meta mayor.

d- Si te respetas, sabes que habrá dificultades, traspiés, errores, fallos.
Es parte de ser humano.
Admítelo, acéptalo, corrígete, perdónate y sigue para adelante.

e- Ayuda a otros, eso te será de gran ayuda a ti.
Pero, no impongas tu ayuda por sobre el prójimo. ¿Entiendes?

3- Sinceridad, pero sin excesos.
a- Limita tus propuestas a un número reducido, manejable.
Están los que aseguran que en tres meses dejarán de fumar, bajarán 50kgs, harán deporte seis días por semana, ayudarán en las tareas del hogar, serán puntuales para llegar a todos lados, y 35 cosas más. Al final, no cumplen con ninguna.

Sé sincero contigo, con el mundo.
Si sabes que te cuesta muchísimo, entonces, ¿por qué hacer todo lo que tienes al alcance para fracasar desde antes del inicio?

Mejor concentrarte en bajar 10kgs y dejar de comer con sal. El resto de las cosas, vendrán después.
¿Te parece?

b- No luches contra la tentación, porque es probable que pierdas.
En su lugar, reconoce tu debilidad, sincérate en esto también. Acepta tu debilidad y no te enfoques ni en ella, ni en la tentación.
Elabora otros temas a los cuales abocarte, que te sirvan como impulso en tu avance al mismo tiempo que te distraen de lo que te invita a la frustración.

c- Si sabes que X es un tipo negativo, siempre poniendo peros a todo, criticando con pasión y sin alentar a ningún éxito: ¿tienes que hacerlo partícipe de tu plan de cambio?
Si Z es una persona crítica, pero que encuentra vueltas para salir del embrollo. Que ve las sombras, sin dejar de reconocer la luz: ¿vale la pena contarle?
Si W es de esos que todo lo suponen rosado, que no tiene ni idea de la maldad que subyace en muchos lados, que para todo encuentra justificación con tal de no estremecer un poco las cosas en busca de justica: ¿es el indicado para ser parte de tu plan?

4- No presupongas, pregunta.
a- Averigua exactamente qué es lo que quieres hacer y cómo conseguirlo.
Investiga con aquellos que pueden servirte de modelos, sea por su conducta positiva o a causa de su pusilánime fracaso.
Pide asesoramiento a personas con conocimiento y experiencia.
Delega, cuando sea necesario y corresponda.
Evalúa los consejos que te brinden y no te apresures a prometer o comenzar, pero tampoco te atrases por demás.

b- Pero además, no te creas que sabes todo. Apenas sabes un poquito de algo. Y muchas veces, ni eso.
(Me incluyo).
Pero, ese poquito que sabes, ¡hazlo valer!

c- Es también oportuno, a veces, no presuponer las causas y motivos para nuestro fracaso actual, para nuestro empecinamiento en mantenernos en nuestra zona de confort.
Para lo cual, es conveniente pedir ayuda a especialistas en conducta humana, o en psicología, o coaching, etc.
Quizás no con el ánimo de introducirse en una terapia, pero sí en un viajecito de auto conocimiento, lo suficiente como para estar atento a no seguir en la ruta ruinosa.

d- Algunas veces está en la fuerza que se brindan mutuamente los miembros de un grupo la clave para avanzar.
Por lo cual, pregunta a la gente de tu entorno si quieren embarcarse contigo en tal cambio: la dieta, el dejar de fumar, el salir a caminar, el estudiar, etc.
No sabes a priori lo que te responderán, tal vez obtengas colegas en le trayecto de crecimiento y les des tú a ellos una mano también para crecer.

Te planteo ahora unas consideraciones adicionales a la Comunicación Auténtica que también aplican a este manual.

El cambio que te propones:

1. ¿Es verdadero?

2. ¿Construirá shalom? Es decir, ¿será bueno Y justo?

3. ¿Habrá algún provecho real y válido, sin maltratar los derechos reales y válidos de otros?