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Largos años

Ha pasado el tiempo… el último de los ciclos… los movimientos lentos, los finos cabellos plateados, el pausado hablar, la palabra alentadora que resume toda una vida, el consentimiento que se recibe de un suave y apacible rostro que nos dice que hay que andar despacio… y que del apuro sólo queda el cansancio… Es la vivencia, la sapiencia, la experiencia.

 

Así se resume quizás la última etapa de nuestro tránsito por este mundo, es posible que muchos lo tengan internalizado como: -“me estoy poniendo viejo” y en su mente este acontecimiento les sea desagradable y hasta reprochable; sin embargo, yo podría asegurar que la vejez es un estado mental. Es una etapa más que viene a cumplir en nosotros un ciclo como la niñez o la adolescencia.

Cuando digo que es un estado mental es precisamente porque nuestra mente es tan poderosa que todo aquellos que creemos, lo que significa que si nos creemos verdaderamente viejos y además como viejos es “normal” estar enfermos, entonces no es necesario que pasen muchos años después de generar ese pensamiento para que comience a hacerse realidad. El cuerpo, obediente a esa creencia comienza a descompensarse, sus valores saludables van en picada y se entra en una verdadera etapa de estancamiento y finalmente de descenso.

Si miramos la vida como un acontecimiento biológico-cósmico que se desarrolla por ciclos, los acontecimientos rítmicos no tienen por que producir enfermedad. Son cambios de estado importantes, sí, pero no acontecimientos dramáticos. Son edades diferentes pero no peores. Lo que ocurre es que en nuestra sociedad siempre se encuentran presentes las valoraciones de bueno-malo. Ningún momento es mejor que otro. Son diferentes. Tienen funciones diferentes. Ningún momento biológico puede ni debe usurpar otros momentos de su acontecer, no puede retroceder ni anticiparse. Debe vivir aquí y ahora. Así, es posible que descubra su esencia…

Entrar en la llamada etapa de la tercera edad es dar un paso hacia la grandeza, es el derecho y la oportunidad que se tiene para llevar bien en alto la antorcha de las vivencias, del reconocimiento de lo vivido, sin evaluaciones de bueno ó malo, simplemente es el contacto con el aquí y el ahora. Es un momento de revalorización del sí mismo, donde lo importante es lo que viene por vivir a partir de hoy, de este preciso instante, sin juicios, sin críticas, sólo desde la certeza de que el camino es para allá, con la amplitud y la apertura del merecimiento de toda la felicidad del mundo…