No tienes la obligación de perdonar a quien te hizo mal
y se empecina para no cambiar su negativa postura.
Pero tienes que ser fuerte y no guardar rencor ni deseos de venganza.
Y debes perdonar al que sinceramente te pide perdón y cambia de actitud.
No tienes la obligación de perdonar a quien te hizo mal
y se empecina para no cambiar su negativa postura.
Pero tienes que ser fuerte y no guardar rencor ni deseos de venganza.
Y debes perdonar al que sinceramente te pide perdón y cambia de actitud.
Cuando perdonas sinceramente a quien te ha dañado,
has ganado.
Dios decidió que tú debes amar al prójimo como a ti mismo;
pero, si guardas rencor y malos sentimientos en tu interior,
¿cuánto espacio dejas para el amor?
Seguramente tú recuerdas el precepto que ordena
amar al prójimo como a ti mismo;
pero, ¿tienes presente que el mandamiento anterior es:
«no guardes en tu corazón rencor hacia tu hermano»?
Esa persona es como tu amo,
aquel que domina tu vida.
¿No es más saludable si rompes las cadenas y te liberas?
Tú eres el amo,
tú tienes la clave para tu felicidad.
Perdona y vive…
Al perdonar a tu prójimo,
te reconcilias con tu propio pasado,
y dejas de pelear por modificar aquello que ya está petrificado.
El rico no es quien tiene mucho,
sino el que disfruta sinceramente de aquello que le ha tocado.
Puedes dejar crecer los yuyos en tu jardín,
a la espera de que el tiempo lo limpie
y que la naturaleza haga su trabajo de embellecerlo.
Pero la experiencia indica que tu jardín
se perderá debajo de sucias malezas y feos yuyos.
La respuesta más simple,
suele ser la más acertada.
Pero no olvides que simple
no significa superficial.