Año 1382 EC. , Toledo (Reino de Castilla). Un hombre camina con decisión desde la Sinagoga a la Corte, en la que es reconocido y respetado como un influyente consejero.
Admirado en su comunidad, tanto su vida como la de los suyos es próspera y llena de bendiciones. Disfruta de la compañía de sus pequeños y de la de su buena esposa, así como de una caritativa familia. No le falta que comer y es agradecido.
Año 1591 EC., a poca distancia del mismo lugar, un descendiente de aquel hombre camina vacilante, dolorido y atormentado. Apenas se mantiene en pie, es empujado y humillado públicamente en la mismísima catedral para que sirva de escarnio.
Está a punto de ser juzgado y condenado en un juicio “justo” oficiado por la “Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición.”
La confesión había sido previamente obtenida como legalmente correspondía. Es decir, que tras sufrir la asfixiante y dolorosa cuerda alrededor de su pecho en un pequeño asiento mientras prensaban sus pulmones para lograr que se delatara, tras tumbarlo en el “potro” asiendo su cabeza con una fría argolla y estirar sus miembros hasta dislocarlos; como decía antes, después de seguir el procedimiento habitual para estos reos, habían conseguido su declaración.
Ciertamente y sin ningún lugar a duda, había estado judaizando y desviando del “recto camino a los hombres de bien”.
Cuando la pira de leña comenzó a arder y el humo ascendía inundando sus pulmones robándole el poco aire que le quedaba, mientras una multitud enrabietada lo insultaba e increpaba, ese hombre asustado pensaba dentro de lo que su extremo padecimiento le dejaba, – “¿Cómo hemos llegado a esto?, ¿Cómo es esto posible?
Año 1917 EC., Berlín, Alemania. El viejo médico se dirige hacia Rykestrasse donde se ubica la sinagoga. A su salida y mientras se encamina a su domicilio, conversa con su joven hijo y le instruye en aspectos puntuales de su oficio.
Es un hombre dichoso en un hogar feliz.
El respetable doctor es muy querido por la gente del lugar. Se siente afortunado de poder ayudarlos y de sentir el agradecimiento de esas personas.
Sabe que hace lo que debe y lo realiza gustosamente…
Año 1944 EC., Auschwitz II (Birkenau). Un individuo delgado y escuálido, arrastra sus pies heridos y encallecidos siguiendo a la multitud de personas que como él, desnutridos, magullados y con sus cuerpos desnudos y endebles se dejan llevar por las indicaciones que una voz autoritaria de un soldado les dicta.
Recuerda las charlas con su padre, camino de casa, cuando era un niño radiante y lleno de mil ilusiones. Su rostro se ensombrece y su mente es asaltada por imágenes que le trasladan a la funesta noche de aquel 9 de noviembre de 1938. Aquellos hombres golpeando a su tío, destrozando el taller en el que tantas horas había trabajado. La noche en la que todo empezó; la Noche de los Cristales Rotos.
Cuando las puertas de la gigantesca sala de duchas se cerraron tras ellos, sabía que algo no iba bien. Al ver a las otras personas que le rodeaban caer al suelo retorciéndose de dolor y miedo a medida que eran envueltos por una tétrica niebla química, pensó…- “¿Cómo esta pasando esto?, ¿por qué?, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?
Estas son dos historias ficticias pero con grandes paralelismos a lo que millones de personas han sufrido a lo largo de la historia por el simple “delito” de ser judíos, de pensar diferente, o de ser críticos.
Podría seguir con la ficción y situarla en Roma, en la Rusia revolucionaria, en las Cruzadas, en Polonia, casi en cualquier país de Europa, incluso en Hebrón.
La lista es tristemente larga.
Año 2012 EC., cualquier lugar del mundo. Muchas personas creen que una conspiración sionista-norteamericana-occidental, quiere el control mundial y esclavizar al resto del “mundo libre” controlando a todos los países que en nombre de su legitima religión-ideas-ateismo-etc. (intereses) se le oponen.
Es un sentimiento, una contagiosa manera de ver el mundo, que cada día crece y se expande utilizando nuestros miedos más ancestrales y que disfrazándose de pensamiento crítico, no es sino un nuevo sectarismo.
Para ello no dudan en mezclar sionismo con Israel, con judío, con hebreo, con terrorismo y con muchas cosas más, porque la historia les ha demostrado, que no hace falta que sea verdad.
Solo necesitan repetirlo mucho y a mucha gente para que se convierta en su (de ellos) verdad. Una que sea fácilmente digerible, con culpables que disimulen su ineficacia y sus errores. Sobre todo que sea excluyente, que apele al sentimentalismo, ha de ser dogmática y que sirva bien a sus intereses (petróleo, energía, poder, expansión,…) pero sobre todo, tiene que haber un o unos culpables claramente definidos.
Debe de ocultar que en realidad en el mundo actúan muchos grupos de diversa ideología y religión por el control de los recursos naturales y ha de parecer que todo es ejecutado por esa “conspiración (da igual lo que pongamos siempre que añadamos sionista o judeo)”.
El título que he elegido para este texto no es casual. Es una palabra alemana que viene a designar el clima social y cultural de una época.
Ahora, estamos viviendo una, muchas han sido y otras serán.
La mayoría no somos judíos. Tampoco lo eran los causantes de los lamentables y verdaderos dramas antes recreados ni los de hoy en día. Es por eso que tenemos aún más responsabilidad en que ello no vuelva a ocurrir.
Año 2020 EC, o 2030 EC, o 2040 EC, ¿Qué vamos a dejar que pase?, ¿hasta donde llegaremos esta vez?
Dejo una cita para la reflexión:
“Los judíos fueron acusados por los nacionalistas de ser generadores del comunismo; por los comunistas de regir el capitalismo. Si viven en países no judíos, son acusados de dobles lealtades; si viven en el país judío, de ser racistas. Cuando gastan su dinero, se les reprocha ser ostentosos; cuando no lo gastan, ser avaros. Son tildados de cosmopolitas sin raíces o de chauvinistas empedernidos. Si se asimilan al medio, se les acusa de quintacolumnistas, si no, de recluirse en sí mismos.”
Gustavo Perednik, España descarrilada, 2005.
¿Hasta cuándo?