La tatarabuela Felicia fue la mujer de mayor temple de la familia. Era muy inteligente y bella según los cuentos del tío Ramón Enrique y un retrato que cuelga en la sala. Un día, en medio de una de las tantas guerras y revoluciones que hubo en el país en los últimos años del siglo XIX, unos soldados pasaron por la casa de la familia y como los hombres no quisieron incorporarse a su ejército decidieron matarlos. Antes de hacerlo, los soldados les dijeron a las mujeres de la casa que podían irse con lo que llevaran encima, que con ellas no se meterían. Por idea de la tatarabuela Felicia cada mujer salió cargando a su marido, a su hermano, a su padre o a su hijo y entonces los soldados, se quitaron las gorras, se rascaron las cabezas y se fueron para siempre con las caras rojas y los corazones chiquiticos.
Un día en que no había clases me desperté muy temprano con la idea de hacer una tarea sobre la esclavitud y como la única persona despierta en la casa era la tía Estrella, le pregunté: -Tía, ¿Cuánto trabajo tenían los esclavos para hacer? La tía no dijo nada, pero sí me indicó que la siguiera, doblando y moviendo hacia ella su índice derecho. Desde entonces hasta varias horas más tarde, la tía preparó el desayuno y adelantó algunas cosas del almuerzo; hizo el pan del día; barrió y limpió la casa; regó las matas; le dio de comer a los animales; sirvió el desayuno; recogió y fregó los platos; arregló las camas de sus hijos y sobrinos; lavó la ropa que habíamos ensuciado el día anterior; preparó el almuerzo; planchó la ropa que descolgó de las cuerdas para dar cabida a la que había lavado un rato antes; pasó un plumero sobre los muebles; hizo una torta de chocolate para la merienda de esa tarde; sirvió el almuerzo; recogió nuevamente y fregó los platos otra vez. Cuando se disponía a coser la ropa del tío Ramón Enrique y estaba eligiendo los ingredientes para la cena, me eché a llorar y le dije que no quería que siguiera siendo nuestra esclava. En ese momento llegó el tío Ramón Enrique y, cuando supo la causa de mi llanto, se puso rojo como las cayenas del patio. Esa misma tarde nos repartimos las labores de la casa y aunque el tío Ramón Enrique, mi hermano Gustavo, mis primos y yo rompíamos platos, cocinábamos mal y hacíamos muchos desastres involuntarios, la tía Estrella nos dejaba hacer y decía: -Nadie nace sabiendo y nadie aprende sin equivocarse.
Reitero lo ya expresado en una oportunidad anterior. (http://fulvida.com/chicos/noajikids)
Es imprescindible desarrollar una sección interactiva dedicada a los chicos noájidas.
Para que aprendan, compartan, crezcan plenos de sentido y LUZ.
Estoy a la espera de vuestras ideas, propuestas, proyectos, etc.
Gracias.
Hace tiempo estoy con el deseo de tener una sección para los pequeños noájidas: NOAJIKIDS.
Le propuse la idea a algunas personas de FULVIDA, pero aún no hay nada, como pueden ver.
¿Quién de ustedes quiere hacerse cargo de esta fundamental sección del sitio?
Hay que saber dibujar con facilidad, tener ánimo juvenil y ganas de contactarse con nuestros pequeños, para que ellos también aprendan de su identidad mientras se divierten.