En la lectura de la Torá que corresponde a la nación judía esta semana, el Eterno dice lo siguiente al respecto de los israelitas:
«Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura nuca.»
(Shemot / Éxodo 32:9)
¿Qué podemos aprender de esto?
¿Cuál es la enseñanza para el noájida?
Pues, que más grave que el hecho de haber pecado, es el endurecerse para no enmendar el efecto del error o del pecado.
El Eterno sabe que somos pecadores y falibles, Él nos ha creado así; por tanto, Él admite nuestros errores y limpia nuestras faltas cuando nos arrepentimos.
Tal como ha anunciado el profeta de la verdad:
«Los limpiaré de toda la maldad con que pecaron contra Mí; perdonaré todos sus pecados con que pecaron y se rebelaron contra Mí.»
(Irmiá / Jeremías 33:8)
Pero a Él NO agrada el que endurece su nuca, el que niega y reniega de sus acciones negativas, y por eso no se encamina por el buen camino.
A una persona «cabeza dura», que rehúsa el arrepentimiento y la enmienda, le sobrevienen terribles calamidad que ella misma se provoca.
Tal como dice el profeta de la verdad:
«Pero no quisieron escuchar. Más bien, se encogieron de hombros rebeldemente y taparon sus oídos para no oír.
Y endurecieron su corazón como un diamante para no oír la Torá ni las palabras que el Eterno de los Ejércitos enviaba por su espíritu, por medio de los antiguos profetas. Por tanto, se desencadenó la gran ira del Eterno de los Ejércitos.
Aconteció que como llamé y ellos no escucharon, así ellos llamaron y Yo no escuché, dice el Eterno de los Ejércitos.
Más bien, los esparcí con vendaval por todas las naciones que no conocían, y tras ellos la tierra fue desolada hasta no quedar quien fuese ni viniese. Así convirtieron la tierra de las delicias en desolación.’»
(Zejariá / Zacarías 7:11-14)
Grandes o pequeños pueden ser los errores y/o pecados que cometemos.
Somos personas, y como tales estamos atados a nuestras imperfecciones, bajos deseos, transgresiones. Como bien resumiera el inspirado sabio:
«Ciertamente no hay persona justa en la tierra que haga lo bueno y no peque.»
(Kohelet / Predicador 7:20)
Todo sentimos en nuestro interior esta verdad, todos, con más o menos claridad, llegamos a reconocer que carecemos de perfección para vivir exentos de pecados.
Ante esta realidad, se nos abren a nuestros pies cuatro caminos, cuatro maneras de vivir:
- Dedicados a pecar.
No hacen caso a las advertencias, ordenanzas y consejos de la Torá y los Sabios; pasan sus días dedicados a satisfacer sus anhelos y en la huida constante de sus verdaderos terrores.
Se saben desahuciados espiritualmente, y como tales ansían la muerte prematura que suponen les dará un poco de serenidad a sus atormentados corazones. Por eso pasan por la vida sin vivirla, son como muertos en vida (aunque quizás gocen de todo tipo de placer físico y material de manera intensa).
Es como si en lo más profundo de sus mentes se dijeran: «Si no hay remedio, soy pecador, ¿para qué esforzarme? Mejor me dejo hundir en la perdición, en el pecado, en la negación, ¿acaso tengo otra salida?«.
Este tipo de personas son los miserables, los que dedican su existencia a perjudicar al prójimo y a sí mismos. Son de dura nuca, obstinados en marchar detrás de lo negativo. - Sumidos en fantasías o con estrechez mental.
Estas personas creen hallar su «salvación» al seguir falsas deidades, al someterse a doctrinas de perdición en ropajes de santidad, al paralizar su pensamiento por convertirse en ovejas de líderes o ilusiones que prometen libertad y solamente entregan esclavitud.
En lo más íntimo de sus pensamientos, es como si dijeran: «Solo no puedo vencer mis terrores, mi pecados. Necesito de un poder superior que me haga más que vencedor. Quiero sentirme seguro, quiero sentirme pecador pero salvado«.
Y no se complican criticando estos pensamientos, ni su estilo de vida. No indagan, sino que se someten fanáticamente al «poder» que los encadena. No les importa si es lícito o no, si es verdaderamente salvador o no, lo único que les interesa es huir de sus terrores, y para lograrlo paradójicamente se adentran muy profundo en sus mismos terrores.
Estas personas son- los creyentes en las religiones del mundo (especialmente los que se hacen llamar «judíos» mesiánicos, netzaritas, etc.)1,
- los miembros de sectas fanáticas,
- los que se pierden detrás de adicciones (de pastores, slogans, drogas, alcohol, personas, apuestas, etc.),
- los que repiten constantemente consignas y versículos, incluso adecuados al contexto, pero que son usados como profunda anestesia para estar aislados del mundo y de su misión en Este Mundo,
- en definitiva, todos los que para no encarar la realidad viven de fantasía en fantasía (sea cual sea ésta).
Son muy obstinados, enceguecidos hasta grados imposibles de creer, y con gran dificultad reconocen que andan perplejos y descarriados, y que debieran cambiar su estilo de vida.
- Hundidos en la des-esperanza.
Se sienten malos, y lo más probable es que nunca hayan hecho algo grave. Consideran que su mejoramiento se obtendrá solamente a base de intensos castigos, sacrificios dolorosos, privaciones, estrictas limitaciones. La tristeza es su compañera de todas las horas, el desánimo es el estilo con el cual afrontan sus días.
Se sienten malos, pero no por eso se dedican a actuar con malicia, perciben que eso no es correcto.
Se sienten presos de su vida, pero no por eso huyen hacia la fantasía o el fanatismo, perciben que allí no hay libertad.
Sienten que hay una salida a sus pesares, pero también sienten que es muy terrible el precio que deben pagar por esta solución y por eso ni la intentan.
Así engañados por sus «sentires», pasan por la vida sin vivirla.
También son de «dura nuca», pues mantienen la rigidez de su existencia, tiesos y sin paz. - Viven en verdad.
Estas personas son las que claman desde sus entrañas:
«Señor, escucha mi voz; estén atentos Tus oídos a la voz de mi súplica.
Oh Eterno, si tienes presente los pecados, ¿quién podrá mantenerse en pie?
Pero en Ti hay perdón, para que Seas reverenciado.
Yo espero en el Eterno; mi alma espera. En Su palabra(Torá) he puesto mi esperanza.»
(Tehilim / Salmos 130:2-5)
Son personas que viven con verdad, justicia y bondad.
Saben que pecan y que se equivocan, pero no por eso se consideran «pecadores», ni se creen merecedores de castigos infernales. Saben que el Eterno es Juez y Padre, y que Él quiere el arrepentimiento del pecador, no su destrucción. Por eso se arrepienten sinceramente cuando corresponde, piden perdón al prójimo y al Eterno; no se sienten sucios ni avergonzados eternamente cuando deben reconocer sus faltas y pedir perdón.
Como enseñó el rabí Simja Zissel: «Cuando uno es flexible, tiene la capacidad para arrepentirse y enmendarse de sus errores, y cambiar para bien».
No fantasean con ideas falsas y nocivas tales como «la sangre de Jesús me limpia», ni tienen lemas tales como «haré el mal antes de que alguien me lo haga», ni constantemente penan sin hallar respuesta.
¡Muy por el contrario!
Son personas que saben sacar el buen jugo a cada momento: gozan en el momento del gozo, lloran en el momento del llanto, descansan en el tiempo del reposo, bregan en el tiempo del esfuerzo, etc.
No temen vivir, en cada instante tal como éste se presente, pues aman la vida.
No temen a vivir, y por eso son los verdaderos constructores del Shalom.
Para ir concluyendo por hoy, recordemos el proverbio del sabio:
«La persona que al ser reprendida endurece la nuca, de repente será quebrantada, y para ella no habrá remedio.»
(Mishlei / Proverbios 29:1)
Recuerda esta enseñanza mientras meditas en cual de las cuatro tipos maneras de vivir te encuentras tú habitualmente.
¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
1- Como mencioné en el comentario de la semana pasada, hay muchos malvados que se adueñan de las mentes y corazones de «fantaseadores», y les venden ilusiones de perfección, de amor, de identidad, de ligadura con Dios. En verdad estos malvados timadores solamente ansían poder y riquezas, y no tienen interés alguno en el bienestar de «sus ovejas». Son los «narcotraficantes de la fe». Tienen verdaderos imperios de producción, distribución y venta de sus poderosas drogas (dogmas, libros, cds, videos, amuletos, objetos rituales, etc.). Estas drogas son poderosas, pues atacan con violencia mentes, corazones, familias, etc. Y vienen en envoltorios de santidad, haciéndose pasar por méritos y bondad. De las drogas espirituales más nefastas que existen en la actualidad, podemos mencionar entre otras a los que dicen ser judíos pero no lo son y aman a Jesús (lo crean dios, Mesías, o rabino), que desde la base engañan a los que consumen sus ideas. Les mienten diciéndoles que ustedes son judíos (mesiánicos o con otras denominaciones falsas como ésta), les obligan a hacer actos reñidos con la Voluntad del Eterno pero ellos afirman que son enviados de Dios. Sus prédicas son drogas nefastas, que atacan y no brindan factor positivo. Por lo que les recomiendo, con todo mi cariño y aprecio, que si están infectadas sus vidas con estas «drogas de la fe», pidan asistencia a verdaderos maestros y rabinos, gente que en verdad está comprometida con la Torá y con el crecimiento integral de la persona.
Dejen de lado a esos «narcotraficantes de la fe» que ustedes llaman «pastor», «jajam», «pakid», «moré», «rabí», pero que en verdad no son más que avispados comerciantes de la «fe»; pues estas personas solamente aman sus bolsillos, sus carteras, y todo lo que ustedes les puedan dar para que ellos acrecienten su poder terrenal. Mientras tanto, ustedes están con sus almas debilitadas, con sus lazos familiares rotos, con sus vidas truncadas, y para peor con su relación con Dios manchada y corrompida.
No sean obstinados, no endurezcan su cerviz, si se dan cuenta de que están viviendo en la fantasía creada por un miserable, ¡están a tiempo de volver al buen camino! ¡Vuelvan al camino de la Luz!
Si solamente tienen una pequeña duda, aunque sea pequeñita, no dejen de indagar en la VERDADERA TORÁ, pues el feo producto de los «narcotraficantes de la fe» no resiste la mínima confrontación con la Luz de la Torá.
Anímense mis queridos, vengan al camino de la Luz. El Padre los espera de este lado… lejos de los pordioseros que corrompen la verdad.