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Algo sobre mi… pasado.

Como supongo de la mayoría de Uds, también tuve mi pasado cristiano, con algunos agravantes como ir al colegio del Sagrado Corazón (del colgado). Como suele pasar con los niños, nunca las buenas ideas que surgen de éstos (aunque los mayores deberían escucharlos con más atención) son tenidas en cuenta… (Yo quería ir a jugar a la casa de mis compañeritos, no ir a catequesis ¡ufa!)

Nunca se debe culpar a los padres de lo que dicen o hacen, porque uno sabe que hacen lo mejor que pueden y saben con amor de padres. Así que por esa razón no culparé a mi madre por haberme llevado a catequesis, porque su educación le determinaba que yo «debía» tomar la comunión. Mi padre, del que hablaré en otra oportunidad, estaba al margen del asunto.

El cura de la iglesia, asustaba. Era alemán y tenía cara de loco. Más aún, en el sermón de la misa solía enojarse con la feligresía y corría por la nave central, vociferando en alemán… En fin. La cuestión es que mis problemas empezaron pronto. «Jexux murió en la cruz para salvarnos del pecado» – dijo el cura. No entendí y pregunté. Es que cuando se habla de un salvador la primera idea que viene a la mente es la del guardavidas. Si el guardavidas se ahoga queriendo rescatar al ahogado, eso no es un rescate ¡es un desastre! «¡No hay que entender, hay que creer!» – sentenció (por suerte, en castellano, sino tampoco lo habría entendido).

Tuve otros choques con el cura cuando quise que me explicara otros conceptos, mandamientos y misterios. Claro, yo no entendía nada, el cura se cabreaba cada vez que yo preguntaba y mis compañeros, muertos de risa de la situación. Así fue que cuando acabó el «curso», el cura le dió a mi madre la triste noticia que yo, ese año no tomaría la comunión porque «no estaba preparado». O sea, tuve que repetir la catequesis. Mi madre que casi me quería acogotar «¿cómo tus compañeritos toman la comunión y vos no? ¡a estudiar!». Más aún, la sugerencia del cura era que ir a un colegio religioso iba a ser muy positivo para mi «educación». En fin… otra vez catequesis. Esta vez, estudié de memoria todo, hasta la fecha de impresión del NT. Ahora sí que el cura saltaba en una pata: me había convertido en el cristiano perfecto… Patético.

Después vino la escuela secundaria… con más curas. Entendamos el cuadro de situación: colegio de curas y adolescentes con las hormonas despiertas y alteradas. Un caos. Los curas hablando de la visión cristiana de la vida y las relaciones y nosotros haciendo preguntas escabrosas (para los curas). Más aún, aprendés Historia y todo comienza a oler rancio y podrido. Te empezás a dar cuenta de algunas inconsistencias, dobles dircursos e hipocresías. Y no entendés. O peor, empezás a aborrecer estar ahí. En un momento, lo comprendés: estudio lo que me gusta (escuela técnica), pero el lugar apesta. Entonces tomás una decisión: me recibo y todos se van a LPMQLP (lugar poco recomendable para visitar, que encima está lleno de curas).

Y así fue. Hace 23 años metí en una bolsa a la Iglesia, los curas, las biblias, las mentiras, las hipocresías, etc., arrojé la bolsa lejos y me quedé con D»s que sé que es el único, real y verdadero de toda esta historieta.

PD: «Jexux murió en la cruz para salvarnos del pecado». Sigo sin entenderlo… y tampoco me importa.

Entre el peligro y la pérdida de tiempo

Hace poco conté como anécdota la vez que viajando en el tren se me sentó al lado una misionera. Morocha, delgadita y con una mirada tan dulce, que el corolario perfecto era una declaración de amor. Pero no, su misión era anunciarme que el colgado quería salvarme. Una desilusión. Resumiendo, se ofendió porque no quise aceptar a que el colgado entrara en mi vida, y se retiró por donde vino. Fin del asunto.

En una oportunidad, en la fila para un trámite (uno suele hablar con las gente para pasar el rato mientras espera su turno), después de un bache en la conversación, el chico que estaba detrás me pregunta si creía en el colgado. Como le dije que no, sacó un folleto de su carpeta y me insistió que concurriera a ese lugar para así que el colgado entrara en mi vida. Guardé el folleto, diciéndole que lo leería más tarde (en realidad, fue a parar al papelero. Estuve tentado a hacer un avioncito, me encanta hacer avioncitos de papel, pero no es bueno ensuciar la calle). Fin del asunto.

Estas dos personas tenían varias cosas en común: pocas palabras, de aspecto sencillo, introvertidos, con el mismo guión (la misma forma de expresarse, las mismas palabras – por supuesto, no le decían colgado). Aquí en Buenos Aires existe la figura del volantero, que es generalmente un(a) joven que reparte en mano volantes publicitarios en la calle. Esa era su misión.

En la universidad tuve un compañero que era Testigo de Jehová (TdJ). Debo decir que se comportaba raro y en razón de ello lo habían bautizado «el pastor». A diferencia de los casos anteriores, dejaba el tema religioso de lado. En una ocasión tuve que ir a su casa a estudiar y la verdad que el panorama era preocupante: cuadros y afiches en las paredes con citas del nuevo testamento, libros y biblias por doquier… En un momento, llega uno de sus hermanos, de traje y con maletín y se me ocurre decir «ahh, viene de trabajar» y la respuesta fue «no, de predicar» (¡ouch!). Toda la familia era muy religiosa y en parte aclaraba su comportamiento en la universidad. Hablando de ello, me explicó que él (como todos en la familia) salían a predicar, pero que él había desarrollado una estrategia, que consistía en analizar a la persona para ver si era permeable a la palabra y por ello en la universidad no hablaba del tema para que no se burlaran de él.

Después de preguntarle en que cree un TdJ, estuvimos hablando del tema. Es interesante ver cómo los preparan para responder (a lo que entiendo) son preguntas típicas, cuestionamientos básicos, desarrollando una estrategia de respuesta que conduce a planteos como «si el colgado, el mismísimo hijo de D»s murió por vos ¿cómo te vas a negar hacer XXX?». Claro ¿quien puede soportar semejante coacción? Parecería que uno tiene la obligación moral de cumplir… Y remata:

– Ahora me voy al templo ¿venís?
– No. Solo te pregunté en que creés.

Fin del asunto.

Este último caso es más complejo, peligroso, porque no es un «volantero» que solamente hace contacto para atraer un posible candidato, sino una mente fría con un claro propósito, que en todo momento está midiendo la reacción de su víctima.

Mi padre, tan pragmático como era, sostenía que detenerse a hablar con un misionero era, cuando menos, una pérdida de tiempo.