Los judíos celebramos en pocos instantes más la festividad que el Eterno nos ha dado para culminar los siete días de Sucot, festejaremos Shminí Atzeret.
Es una festividad muy peculiar, puesto que no se asocia con ningún hecho histórico en particular, ni evento nacional del pueblo judío.
Es sencillamente un regalo que el Padre celestial nos ha dado para que continuemos por un poquito más el deleite de las fechas sagradas que en seguidilla hemos conmemorado, y que ahora están llegando a su término por este año.
Es un regalo para disfrutar, pues el Padre celestial desea para nosotros lo bueno y lo mejor, jamás prepara lo negativo.
Es un regalo para que el número siete que representa el mundo material, de los días de Sucot, se completen con la perfección que representa el número ocho, el del mundo espiritual.
Como noájidas es éste también un tiempo de regocijo, para percibir la compleja belleza de la Creación, para aprender de cada elemento de la naturaleza la manera de crecer para aproximarse al Padre celestial.
Es tiempo también para abrir el corazón generoso y la mano bondadosa, para contribuir con tu comunidad noájida, para ayudar a tu hermano necesitado, para convidar al vecino a un café y de esa manera hacerse amigos.
Es tiempo de que conjugues en tu vida lo material con lo espiritual, de manera tal que sea como un solo ser.
Es tiempo, querido hermano noájida, de que te abras a tu prójimo con el mensaje de Luz, de Justicia, de Bondad, de Verdad que tienes, que recibes de la Torá del Eterno.
Visita a tu hermano, a tu amigo, a tu compañero y dale un abrazo físico y espiritual, demuéstrale que no está solo, que hay un sinfín de atentos noájidas para brindarle consuelo, un apoyo, unos pesos, una sonrisa o sencillamente la inestimable presencia de otro ser humano.
Invita a los próximos y apartados a comer, bendice tus alimentos agradeciendo a quien corresponde, enseña las virtudes que los noájidas tienen en su vida.
Ocúpate de conocer a tu prójimo, y de brindarle un poco de tu tiempo.
Permite que el día de regocijo llegue a más personas, empieza por los de tu casa, pero no dejes de lado a los que están en tu vecindad.
Así muchos más irán compartiendo el antiguo mensaje de Luz que predicamos y vivimos.
Un saludo fraterno, con mi deseo de que pases un excelente séptimo día, pleno de Luz y bendición.