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El cabrito y la impotencia

JAG GADIA, es famosa la canción que cierra el Seder de Pésaj.
Según dicen los que saben, existen temas paralelos en muchas culturas, con similares personajes y acciones, un ejemplo de decenas: Estrella Morente – Tangos del Chavico – YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=De9sLhelFUI

Interpretaciones se le han dado varias, desde las más ingenuas hasta las más rebuscadas; bienvenidas sean todas las que aportan al conocimiento, la buena acción, el SHALOM, etc.
Aquí tienes una, quizás te interese darle un vistazo: http://serjudio.com/exclusivo/respuestas-a-preguntas/resp-3613-jad-gadia-algo-mas-que-un-canto-para-ninos

Hoy trataremos de ver cómo se relaciona con la impotencia, aquella que nos acompaña a cada instante de nuestras vidas y activa los instrumentos automatizados del EGO.
Es interesante, me parece, este ejercicio analítico para poder dar mayor luz a los mecanismos ocultos que nos condicionan, así como ir aprendiendo modelos y técnicas para accionar de acuerdo a la NESHAMÁ y no al EGO.

Para comenzar, una traducción de la canción:

  1. Un cabrito que compró mi padre por dos monedas.
  2. Entonces vino el gato y se comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  3. Entonces vino el perro que mordió el gato que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  4. Entonces vino el palo que golpeó el perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  5. Entonces vino el fuego que quemó el palo que golpeó al perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  6. Entonces vino el agua que apagó el fuego que quemó el palo que golpeó al perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  7. Entonces vino el buey que tomó el agua que apagó el fuego que golpeó al perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  8. Entonces vino el matarife que degolló al buey que se tomó el agua que apagó el fuego que golpeó al perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  9. Entonces vino el Ángel de la muerte que mató el matarife, que degolló al buey que se tomó el agua que apagó el fuego que golpeó al perro que mordió al gato, que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.
  10. Entonces vino El Santo Bendito Sea, y eliminó al Ángel de la muerte, que mató el matarife que degolló al buey que tomó el agua que apagó el fuego que quemó el palo que golpeó al perro que mordió el gato que comió el cabrito que mi padre compró por dos monedas.

El padre tiene un cierto poder, son dos monedas.
Con alcanzó para adquirir un cabrito.
Ejerció su dominio al transferir el dinero al vendedor para quedarse con el animalito.
¿Es un acto que brinda satisfacción?
Por lo general sí, ya que estamos haciendo uso positivo (si no hay compulsión) de ese poder que está a nuestro alcance.

Pero, es tan limitado el poder del hombre.
Se comienzan a suceder una serie de acontecimientos que ponen en evidencia la impotencia, varias de aquellas amarguras que nos pueden sobrevenir en cualquier momento, de forma previsible o inesperada.

El objeto poseído se pierde, desaparece, muere, es destruido, ya no está más bajo nuestro dominio.
No lo hemos vendido, ni trocado, ni prestado, ni regalado; sino algo ocurrió que lo arrebató.
La impotencia deslució aquel poder que creímos tener, que supimos disfrutar por un ratito.
El gato se come al cabrito, como símbolo de esto; de un elemento natural que ocurre y desnuda nuestra falta de poder.
Algo podría haber prevenido el padre, se pudiera haber hecho algo diferente, las precauciones parece que nunca sobran; pero, hagamos lo que hagamos, somos limitados, tarde o temprano esto salta a la vista.
Aquí ocurrió.
No quedó cabrito, ni monedas, ni felicidad, ni sentir poder; quedó el vacío, la pregunta, la culpa, el deseo, el llanto.

Pero luego, surge otra situación que dispara la impotencia, la agresión de la boca.
Puede ser una mordida física, como presumimos realiza el perro; o puede ser el insulto, la degradación, el hostigamiento, la burla, la mentira, la estafa, el grito violento. Todo aquello que la boca daña, en cuerpo y alma.
¡Cuánto sufrimiento nos sobreviene a causa de la violencia de la boca!
A veces es una pesadilla que parece no finalizar, a diferencia de la muerte con su punto final (al menos evidente en este mundo). Las vociferaciones lastiman y siguen haciéndolo incluso cuando ya ninguna boca se mueve, cuando el silencio es lo que queda.
Tremenda impotencia se siente, y se arremolina el desconcierto, el odio, el reproche, el sonrojarse y tantas otras respuestas que evidencian el daño que se ha ocasionado.

Y está la agresión física, la que lastima, la que hiere, la que destroza la carne y disloca los huesos.
Tal vez no ocasione la muerte, pero cómo estremece y ata a la víctima a la falta de poder. El estar expuesto a los golpes, el tratar –de alguna forma- de cubrirse o evitarlos. Mientras la paliza sigue cayendo y agobiando.

También existe la impotencia sentida a causa de las emociones, pensamientos, sentimientos fuertes, pasionales, arrebatadores, ígneos que están salidos de cauce.
Como un barullo interno que devora y consume.
Ideas alocadas que recorren los pasillos de la mente. Que llenan de miseria, que entorpecen, que quitan esperanzas reales, que apagan la llama de la alegría pero enciende y acrecienta la fogata de la ira, enojo, rumiar la venganza, rencor, celos, envidia, ese combustible tóxico que aviva el dolor e incinera la vida.
Aunque se trata de doblegar ese incendio, queda prendido el carbón escondido en el fondo del corazón listo para desparramar entre cenizas y fuego más miseria y violencia.

Está el verse hundido por problemas, que se convierten en tormentas, que se sienten como un océano salvaje buscando asfixiar a la persona.
No se descubren salidas, todo parece estar en contra. Nada funciona, cada vez se sumerge más y más en la desesperación de no encontrar soluciones o respuestas.
Podría ser un vaso de agua en el cual se está ahogando, da lo mismo, porque aunque fuera un mar inmenso la persona no ve, no espera, no cree que tendrá mejoría.

Y está el ahogarse en penurias, en culpas, en remordimientos, en angustias, en ansiedades, en miedos, en dudas que consumen las energías.
Se drenan las fuerzas, nada importa, todo abruma.
Es un cansancio, pero no del cuerpo, sino de los ánimos.
Se escapa la vibra, se oscurece, se apaga.
Como si por un agujero dentro del alma se perdiera las ganas de vivir. No hay problemas a la vista, sino adentro. No hay entuertos para resolver, ni damas que rescatar, ni montañas que conquistar; sino adentro. Y adentro está ese vacío que va llenando de vaciedad el resto.

Y ataca también la fría indiferencia, que es mortal.
El no encontrar con quien hablar, o peor, quien escucha y atiende.
No es solo el sufrimiento de la soledad, sino también a veces de estar solo rodado de gente.
Puede haber presencias, pero son como sombras sin figura ni consistencia.
La nada misma.
Se toca a las puertas, que quizás se abren, pero abiertas o no el resultado es idéntico: desinterés, desapego, desdén. Como un frío cuchillo que corta sin pasión, insensible. No hay deseos de maltratar, ni encono, ni alguna razón sino solamente la apatía.

Y la muerte, la máxima de las impotencias.

En todas y cada una de las manifestaciones de la impotencia, siempre se puede recurrir a Dios.
Él podrá rescatar, o no; enviar una inspiración salvadora, o no; hacer sentir Su Presencia, o no.
Como sea, Él es EL PODER.

Tú has tu parte y confía en que Él siempre hace la que Le corresponde.
Igualmente sucederán mil y unas circunstancias de impotencia a diario, pero tu reacción será diferente. El sentido que le brindes a la experiencia y cómo emerjas de ella, será tu segura ganancia.

Recibir y aceptar la Torá

Shavuot es la festividad también conocida como “Tiempo de la entrega de nuestra Torá”.
Lo interesante sería ser meritorios no solamente para que Dios nos la entregue a diario, sino para que también nosotros –judíos- la recibamos.
Según atestiguamos en la Tradición, las Lujot haBerit (Tablas de la Alianza) fueron destruidas porque el pueblo no estaba preparado para recibirlas.
Recién unos meses más tarde, en Kipur, por fin el pueblo recibió las Lujot haBerit, las segundas, las cuales permanecieron en su seno. Hoy siguen ahí, aunque materialmente no las tengamos por desconocer su paradero o no acceder aún a recuperarlas; pero, del corazón judío no se han movido estas tablas con su poderoso mensaje perpetuo.

De manera similar, la Torá fue entregada por el Eterno para Israel por intermedio del Maestro Moshé en un proceso que comenzó aquella jornada magnifica de Shavuot, cincuenta días después de la salida de Egipto. Allí se empezó la revelación del sagrado texto, que luego se continuó hasta finalizarse poco tiempo antes de que Moshé partiera de este mundo y los israelitas ingresaran a la Tierra de Promisión.
Los israelitas aceptaron vivir de acuerdo a su Ley, que se compone fundamentalmente por las normas orales, las otorgadas directamente por el Eterno a Moshé y luego (y fundamentalmente) las que las autoridades legales debidamente constituidas aprobaran.
Pero, la aceptación voluntaria e integra no fue cuestión inmediata ni automática, había que desaprender muchas cosas y aprender otras nuevas y completamente diferentes a lo habitual. Esto se concretó recién en la época del exilo Persa, cuando las hordas de Amán el perverso amenazaban con extinguir a la santa nación de Israel.

Reitero el concepto ya mencionado, ojalá pudiéramos recibir la Torá para vivirla a pleno cada día, y no solamente ser pasivos receptos de la Bondad Divina que de continuo nos la viene dando a los judíos.
Quizás este Shavuot puede marcar una diferencia positiva, ¿por qué no?

También es el deseo para nuestros hermanos los noájidas, los gentiles, quienes también tienen su propia Torá, la que está compuesta por los Siete Mandamientos Universales, que fueron dictados a Adam, luego repetidos y confirmados a Noaj para ser finalmente establecidos perpetuamente y sin dudas también en aquel Shavuot en el cual los judíos recibimos la Torá judía con el compromiso de los 613 mandamientos.

Shminí Atzeret 5775 y Bereshit

Texto originalmente escrito para publicar en SERJUDIO.com, sin embargo contiene valiosas enseñanzas apropiadas para la identidad espiritual noájica. ¿Te animas a comentar cuáles? Gracias.

  
Continúa la festividad de SUCOT hasta este miércoles a la noche, cuando comienza SHEMINÍ ATZERET (22 de Tishrei). Ésta es una festividad en sí misma, independiente de Sucot, aunque se la suele confundir como su día final. Sin embargo, cuenta con sus propias reglas, oraciones (petición de lluvia, Izcor, menciones específicas) y motivo de existencia. (En la Diáspora hay gente que  suele comer en la Sucá, aunque sin los rezos y otras costumbres  propios de los días anteriores).

En el versículo de la Torá que ordena su conmemoración (Vaikrá/Levítico 23:36), RASHI recuerda: “Dios dijo a Israel: ‘Los retengo para que permanezcan conmigo’. Como un rey que invita a sus hijos a festejar con él por un número determinado de días, y cuando llega el momento de separarse, él les dice: ‘Hijos míos, por favor, quédense conmigo solo un día más; me es difícil separarme de ustedes’.“

Es un día extra de regocijo, para abstenerse de labores y preocupaciones cotidianas, para celebrar en familia y con amigos, sintiendo la Presencia de Hashem en nuestras vidas.
Pero, ¿cuál es la esencia profunda para este júbilo?  Según nuestra Tradición, el séptimo y último día de Sucot, llamado HOSHANA RABÁ, es especialmente importante y grave. Te explico: ELUL es tiempo para prepararnos  para el juicio anual que Hashem hace sobre cada persona en ROSH HASHANÁ, en  IOM KIPUR se da el veredicto, tenemos SUCOT para apelar hasta su último día cuando se nos entrega el dictamen final. Estuvimos más de cincuenta días trabajando para hacer TESHUVÁ y comprometernos para mejorar en todos los aspectos, entonces, ¿cómo no habremos de festejar al día siguiente?

Con el correr del tiempo, se hizo costumbre que en este día se termine y de inmediato reinicie el ciclo de lectura pública de Torá, por lo cual festejamos SIMJAT TORÁ. En Israel ambas fiestas son en el mismo día, en tanto que en la Diáspora en dos días consecutivos. Es la ocasión festiva en la cual se lee la última parashá de la Torá, VEZOT HABERAJÁ, para luego dar comienzo al nuevo ciclo al leer los párrafos iniciales de BERESHIT. Como demostrando que es un ciclo sin rupturas, una fuerte cadena que se continúa y preserva fielmente. No basta con que existan las fechas marcadas en el calendario, es indispensable que nosotros aprendamos acerca de ellas para poder vivirlas a pleno, instruirse y enseñar, con palabras y con el ejemplo. De esa manera nosotros cuidamos nuestra cultura, al mismo tiempo que ésta cuida de nuestra identidad. Al estilo de lo dicho por Ajad haAm, quien sin ser esmerado en cumplir los preceptos, igualmente no tuvo conflicto alguno para afirmar: “Más de lo que Israel cuidó al Shabat, el Shabat cuidó al pueblo de Israel”.

Encontramos en la SIDRÁ BERESHIT, lectura para este Shabbat, que hay un Creador de TODO, quien además está presente y atento a su creación. Creó, ordenó, evaluó, estableció leyes y permanece involucrado activamente con su obra. Es el mismo que nos rescató de Egipto y nos entregó la Torá, formando así la médula de nuestra identidad. En la medida de nuestras capacidades y posibilidades debemos proceder como Él y las festividades judías son especiales ocasiones para no olvidarlo y añadir luz a nuestra existencia.

Sucot integral

En nuestro anterior encuentro mencionamos que la festividad de SUCOT en la Tradición es la nombrada simplemente como “JAG”, FIESTA. Sin embargo, el Talmud encuentra que la celebración de la TORÁ más feliz es Iom Kipur. Ya explicamos el motivo para esto, te recuerdo: gracias a Kipur podemos estar en paz, al haber hecho TESHUVÁ, trabajado con esmero para reconciliarnos con Hashem, con el prójimo y con nosotros mismos. Durante esas 25 horas pudimos ser felices absteniéndonos de placeres físicos, cosa que no es lo normal ni requerido en el judaísmo. En la Tradición se ve positivamente el disfrutar de todo lo que tenemos permitido y a nuestro alcance; en tanto no se considera signo especialmente destacado abstenerse de lo placeres permitidos:

 

‘לא דייך מה שאסרה תורה, שאתה בא לאסור עליך דברים אחרים’ (ירושלמי נדרים פט).
‘עתיד אדם ליתן דין לפני המקום על כל מה שראו עיניו ולא רצה לאכול ממנו אף על פי שהיה מותר לו והיה יכול’. (ירושלמי קדושין פד)

Por ello, durante un solo día la Torá estableció que reduzcamos al mínimo nuestra satisfacción corporal, para intensificar el esfuerzo en otras áreas de nuestra vida. Pero solo ese día, el resto del año la norma es disfrutar con moderación y sanamente, uniendo de esa forma lo material con lo espiritual.

Ni bien finaliza Kipur, antes de sentarse a disfrutar del alimento, está pautado que se comience a construir la SUCÁ, porque entraremos a morar en ella cuatro días más tarde. Se une una mitzvá con otra, una fiesta con la siguiente, y el estado de ánimo serio pero feliz con el simplemente festivo que se avecina. Es Sucot el regocijo merecido por haber transitado apropiadamente los IAMIM NORAIM, aunque el broche de oro lo disfrutamos en SHEMINÍ ATZERET.
Durante la festividad (por espacio de una semana, tanto en Israel como en la diáspora), intentamos pasar el mayor tiempo posible en la Sucá, bendecimos los ARBAAT haMINIM, disfrutamos de días de licencia, tratamos de cumplir menos obligaciones rutinarias para aprovechar en cuestiones agradables y en lo posible sagradas, comemos en abundancia (¡es una fiesta judía!), entre otras actividades que marcan estos días como diferentes y especiales (santos, en el concepto judío del término).

Siguiendo el relato histórico de la Salida de Egipto, hubiera debido festejarse inmediatamente al finalizar PESAJ, puesto que recuerda que los israelitas moraron en SUCOT durante su trayecto hasta la tierra prometida, rodeados por la protección Divina. Pero la Torá ordena celebrarla seis meses más tarde, al comienzo de la estación fresca y lluviosa en la zona de Israel. Se han dado diversas explicaciones para esto, comparto contigo algunas:

  1. Para que cada festividad sea experimentada con el honor y sentido correspondientes y que ninguna opaque a la otra.
  2. Para que quede claro que se está una semana en la sucá para cumplir con un mandamiento de Hashem y no por gusto propio. Resulta que en Israel Pesaj cae siempre entrada la Primavera; en Sucot uno deja la comodidad del hogar para quedar a la semi-intemperie de la cabaña, cuando las condiciones climáticas no son las ideales.
  3. Porque Pesaj es una fiesta de carácter netamente judío, en tanto que Sucot cuenta con mensaje y sentido universal. En parte por esto es que se elevaban sacrificios en el Templo en representación de las naciones de la Tierra.
  4. Porque tiene sentido esencial de continuidad con los Iamin Noraim, ya que permite un trabajo de perfeccionamiento de la propia conducta a través del deleite de cuestiones materiales, complementando así las festividades que le precedieron en el mes de Tishrei.
  5. Este texto fue escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, pero considero que tiene interés y valor para el noájida. ¿Podrías decirme tú qué aprendes de él? Gracias.

Aprender a pedalear

El relato central de la parashá es el envío de los doce exploradores (los famosos “merraglim”) a recorrer la Tierra Prometida.
Luego de alrededor de dos años de travesías por los desiertos el pueblo hebreo se aproxima al destino final de su trayecto. Habían recibido la palabra del Eterno de que sería una tierra buena, provechosa, que los acogería con abundancia y bienestar. A un paso estaba su tierra nacional, con ventajas materiales (agrícolas, ambientales) similares a las que se conseguían en Egipto, pero con el beneficio de no continuar bajo la dominación de extraños, sino siendo autónomos y responsables por su felicidad. Sin dudas, también se toparían con desafíos y retos, que les posibilitaría a los judíos desarrollar sus capacidades y alcanzar a plenitud la libertad. Ese hogar nacional y su actitud en ella era la meta, el trofeo.

 

Pareciera que esta invitación a tomar el manubrio de sus vidas y a pedalear con sus propias fuerzas para avanzar atemorizaba un poco, hacía brotar dudas, sospechaban que algo podría fallar, tal vez no tenían el suficiente poder, o las dificultades sobrepasarían lo soportable.
¿Quién sabe lo que trae cada cambio? ¿Tal vez algo peor a lo actual?
¿Qué es más fácil de imaginar: un desastre, la derrota, o que se alcanzará el éxito con relativa sencillez? Depende, ¿no?; solo recuerda, ellos habían sido extranjeros durante más de dos siglos y esclavos por casi uno, y el reciente par de años de libertad en los desiertos estuvieron protegidos y mantenidos por el Eterno, sin verdaderos retos a los cuales enfrentarse.
Tomemos en cuenta la tendencia a quedarse en la zona de confort, en lo que uno más o menos conoce, y que se acepta como escaso y no muy satisfactorio, pero al menos tiene sabor agridulce.
Según cuenta la parashá: “Y se decían unos a otros: -¡Nombremos un jefe y volvámonos a Egipto!” (Bemidbar / Números 14:4). ¡Cómo si allí fuera un paraíso y la vida les hubiera sonreído!

Ellos (así como todos) tenían que aprender a ser libres, y es precisamente éste el tema de fondo de nuestra parashá, aunque a simple vista no lo parezca. Nuestra Tradición nos ayuda a hacerlo. Por ejemplo, con los SHALOSH REGALIM, las tres festividades de la peregrinación:

  • Pesaj: libertad de la esclavitud material, en el sentido de haber roto las cadenas físicas y salido de la prisión. Es el inicio de un proceso. Enseña a que es necesario apartarse de lo que perjudica.

  • Shavuot: libertad cultural y espiritual, porque los judíos se comprometieron a cumplir un código de vida de origen divino, que los afirmaba en algo propio y no solamente alejarse de las costumbres y conductas habituales de los egipcios y de los esclavos. Por primera vez se apropiaban de algo que les pertenecía y les servía como espejo para conocer su identidad. Enseña a encontrar lo que es bueno y aprenderlo a fondo.

  • Sucot: libertad en todas las dimensiones, al tomar posesión de su tierra, habitarla, hacerse cargo de su propio destino sin depender de milagros o de las órdenes que provienen de otros y ajenos. Enseña a hacer el bien y a disfrutar de lo permitido.

Entrenarse para ser libre es una gran tarea y sabemos que se conquista un enorme premio. Es como aprender a andar en bicicleta.

En este aspecto, ¿cómo les fue a los hebreos en la parashá?

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Publicado originalmente en serjudio.com, compartido aquí por tener relevancia para la vida noájica.
¿Puedes decirnos cómo se aplica al noájida?

En marcha a la libertad

caminar

En días pasados culminó la festividad de Matzot, que también es conocida como  Pesaj, es posible que como Noájida ya estés familiarizado con ella, o le conocerás también de otras formas, por ejemplo algunos pueden traerla a la memoria como “la fiesta de la libertad”, y aunque como Noájidas  no hemos de celebrarla de la forma como  lo hace nuestro hermano judío, si podemos aprender mucho de ella.

 

Rescatando una posible idea de la misma, se me ocurre que una enseñanza de la fiesta se halla en esa “marcha”, (La marcha de un pueblo hacia su libertad),  y  ella no es el fin; en realidad es el comienzo.

 

 

Es precisamente esa   “Marcha” sin reparamientos por lo que fue y no pudo ser, y sin detenerse en las ilusorias esperanzas de lo que será.

 

Apremia el momento y ello significa permitirse experimentar el sentimiento de impotencia, admitir la necesidad de sentirse libre, reconocer que el poder de faraón también es limitado, descubrir eso que nos hace diferentes pero sobre todo valiosos, y olvidarse por un momento de esos “dulces” que ofrecidos desde el Ego nos seducen para mantener viva la impotencia.

 

Empieza esa marcha para reconocernos en nuestro real y justo valor, comprendiendo que lo incontrolable a nuestra condición humana lo sigue siendo, pero que siempre hay oportunidad para volver los ojos a las alturas, para reencontrarse con Aquel que nos conoce, que comprende nuestras aflicciones o limitaciones, que sabe mas que nadie la necesidad de libertad que experimentamos y sobre todo la que necesitamos.

 

Es Él quien puede controlar lo que nosotros no podemos, pero hay que confiar.  Leíste bien “confiar”, y ello no nos exime de dejar de hacer eso que nos corresponde, o de hacer nuestra parte, entonces estaremos listos para abordar el tren, o para verle pasar… es algo que no sabemos, pero mientras tanto ya estaremos experimentando la dulce libertad, aunque sigamos marchando.

 

Que sepamos continuar esa marcha camino a la verdadera libertad.

 

¡Un abrazo!

(Como respuesta a  este post que estaría bien recordar y que recomiendo su lectura :  http://fulvida.com/2014/04/19/en-el-andn-de-la-vida/#comment-60473)

¿Libertad?

Una alumna muy lúcida me realizó una pregunta brillante: “Si Pesaj es la fiesta de la libertad, ¿por qué se nos prohíbe comer jametz? Se supone que si somos libres podemos hacer lo que queramos.”.

Ante este planteo la respuesta tradicionalmente judía es: “somos libres cuando nuestra voluntad se sintoniza con la Voluntad de nuestro Creador. El cumplimiento de los mandamientos nos libera, a pesar de que nos limita en muchísimos aspectos. ¿Esto por qué es así? Porque somos responsables de nuestros actos y escogemos de manera consciente y voluntaria un camino en particular, en vez de dejarnos llevar por pasiones, modas, opiniones, cuestiones intrascendentes y del momento. Es decir, somos libres cuando estamos en paz con las leyes del Eterno y no hundidos en libertinaje. ¿Qué tan libre es una persona que está prisionero de sus deseos?”.

No sé si quedó satisfecha la joven alumna con esta respuesta, cosa que me parecería genial, así continúa investigando, analizando, creciendo.
¿A ti qué te parece esta manera de proponer la libertad?

¿Se asemeja o distancia de la definición que nos trae el diccionario (lee aquí si gustas)?
¿Cuál es tu opinión?
¿En qué te basas para sustanciar tus ideas?

Por mi parte, busqué las palabras del gran maestro, el Rav Avraham Itzjac Kook, y hallé un interesante texto que podría sorprenderte, al mismo tiempo que confirmarte nuevamente las enseñanzas que compartimos de manera habitual acerca del EGO.

Parafraseo al maestro que explica (Ma’amerei HaRe’iyah, “Celebración del Espíritu”, pp. 141-143):

El tema central de la festividad de Pesaj, indudablemente, es la libertad. Pero debemos comprender de que se trata la libertad. ¿Refiere solamente al final de la esclavitud en Egipto? ¿Es una libertad política, un lujo que eludió al pueblo judío la mayor parte de sus casi 4000 años de existencia?

Verdad para nuestro Esencia Interior

La diferencia entre un esclavo y una persona libre no es meramente cuestión de posición social. Podemos encontrar un iluminado esclavo cuyo espíritu es libre, así como a un hombre libre que mentalmente es esclavo.

La verdadera libertad es aquella que eleva el espíritu del individuo –así como la de la nación como un todo- y le inspira a mantenerse leal a su esencia interior, con el atributo espiritual de la imagen Divina que está en su interior. Es esta cualidad la que nos permite sentir que nuestra vida tiene valor y sentido.

Una persona con la mentalidad de esclavo vive y abriga emociones que están enraizadas no en su propia esencial espiritual natural, sino en aquello que atrae y es bueno a los ojos de otros. Así, está dominado por otros, sea físicamente o por convenciones sociales.

Derrotados y en exilios, hemos sido oprimidos por cientos de años por amos crueles. Pero nuestro espíritu interior está imbuido por el espíritu de la libertad. Si no fuera por el maravilloso regalo de la Torá, concedido a nosotros (judíos) cuando salimos de Egipto para una eterna libertad, el exilio habría reducido nuestros espíritus al modo de pensamiento del esclavo. Pero, en la fiesta de la libertad, nosotros abiertamente demostramos que somos libres en nuestra verdadera esencia. Nuestros nobles anhelos por lo que es bueno y santo son un genuino reflejo de nuestra naturaleza esencial.

Hasta aquí el parafraseo del maestro.

¿Puedes advertir el mensaje?
¿Comprendes cómo queda definida la libertad?
¿Te das cuenta del rol del EGO, así como la función del Yo Vivido con sus máscaras y cáscaras?
¿Te queda claro el papel del Yo Auténtico y del Yo Esencial en el disfrute de la libertad?
¿Es posible ser libre cuando se deja de lado los mandamientos para vivir de acuerdo a los golpes de timón del EGO?
La religión, cualquiera de ellas, ¿permite encontrar el sendero de la libertad o es otra muralla que nos impide disfrutar de nuestra esencia espiritual?
¿Sabes cómo hacer para verte al espejo del espíritu y poder reconocer tu verdadera identidad, aquella que es la neshamá?

Me agradaría leer tus respuestas y quizás una síntesis que quisieras hacer de este importante tema.
Muchas gracias por hacerlo, o al menos por leer hasta aquí.

¡Vale la Pena!

 

Esta pequeña  historia suelo recordarla  y siempre que tengo  oportunidad la cuento,  pero hoy cobra un sentido diferente para acompañar las palabras de éste post.

“-Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo.

-Permiso denegado. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto. Replicó el general.

 Desobedeciendo la prohibición, el soldado salió y una hora más tarde regresó gravemente herido transportando el cadáver de su amigo. El oficial estaba furioso: -¡Le dije que había muerto! Dígame, ¿¡valía la pena ir allí para traer un cadáver!?

 Y el soldado moribundo respondió: -Claro que sí, señor. Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme «ESTABA SEGURO DE QUE VENDRÍAS».”   Autor: Anthony De Mello

Mientras redactaba las líneas que a continuación comparto,  por alguna razón recordé la historia anterior, espero puedas encontrar una relación entre ambas historias.


 

 (El texto que cito a continuación está basado en un diálogo real, paso hace casi dos años)  

Entonces él,  refiriéndose a ella me dijo:

– Eli, ¡No vale la pena!-

No supe exactamente lo que ocurrió en mí en ese instante, hallaba sabiduría en esas palabras, sin dudas era el producto de un análisis  que bien precisaba mi atención, sin embargo casi que instantánea e instintivamente respondí con una pregunta y  una afirmación a la vez.

-¿Será?…  Yo creo que sí.-

Hubo seguridad en mi respuesta, un total convencimiento y certeza que en realidad no sé de dónde provenía.

Pero él, moviendo su cabeza en señal de negativa, volvió a repetirme que no, acompañando esta vez su respuesta con algunas descripciones o ideas que bien la soportaba, lo recuerdo exactamente, siendo sinceros  esas palabras de mi querido amigo eran obvias para mí, ciertas y sensatas en ese momento, en realidad me percataba de la validez de ellas, claro… no está de más  aclarar aquí que ese  ¡No vale la pena!  era el resultado de un diálogo anterior, y que no hacía referencia al valor de las personas, pues mi amigo sin dudas sí que sabe valorarlas.  

Aun así mi nueva respuesta sonó un tanto esperanzada, con una aparente seguridad de que los seres humanos no somos estáticos, como con una extraña certeza de que tampoco son casuales los encuentros, y que siempre aprenderemos algo si elegimos hacerlo; pero ahora que lo veo nuevamente mis palabras sonaban tal vez a las de alguien  obnubilada totalmente por el ego que insistía en ver lo que quería y deseaba, aunque  en realidad no me era muy claro.

Quizás no pude haber mostrado en ese momento  un mayor estado de testarudez de mi parte con esas respuestas que ofrecería luego. Finalmente,  aquella tarde concluyo con esas palabras  nuestro diálogo en relación a esa persona.

Por un lado la expresión en el rostro de afecto de mi amigo, le hacían “parecer” satisfecho de alguna forma por mis respuestas,(eso fue lo que quise ver) su mirada y sonrisa me decían que ahí estaba yo pintada, su rostro me hacía comprender algo de eso que tal vez  apreciaba de mí,  quizás yo tenía una  esperanzadora mirada cargada de buenos deseos, sin reparamientos, y aunque a veces egoísta intentando siempre reconocer  lo bueno y rescatarlo,  …quizás;  

Por otro lado quedaría en el aire mi firme intención de mostrar que en realidad: sí valía la pena, como si fuese un reto personal,   en el que solo  precisaba  de tiempo.

Hoy  sale ese diálogo  nuevamente del baúl de mi memoria, ha pasado desde entonces  casi ya dos años,  y esas palabras recobran la validez del momento,  pero el tiempo  también ha dado cierto valor  a las mías, porque ya no hablo para defender u opinar  sobre  alguien, para justificar mi deseo primitivo manifiesto en las respuestas instantáneas, mis respuestas toman validez  en eso que me es propio y natural, y porque de alguna manera fue algo que  también pude trabajar en éste tiempo, lo hice y ahora lo siento así, el reto fue para mí,  y no hay dudas de que  ese : -¡No vale la pena!-  merece una nueva  respuesta:   

– Vaya que sí,   ¡sí que valió la pena para mí!-


¿Por qué comparto parte de éste pequeño episodio en mi vida hoy contigo?, bueno te brindo una idea, y espero sirva para que también puedes agregar tus opiniones o conclusiones.

No estamos exentos  de la influencia de nuestro Ego.

En algunos casos nuestras respuestas casi que instantáneas e  instintivas, parecerán la gran mayoría de las veces  lógicas, valientes, atrevidas, dotadas de amor por el otro,  incluso inspiradoras,  aunque en realidad la mayoría de las veces,  oculten objetivos primarios y propios del Ego.

Pero finalmente también podemos aprovechar los beneficios de tener a nuestro Ego, porque gracias a él (nuestro amigo – enemigo) estaremos frente a la oportunidad de  aprender y crecer, y esto sólo  lo haremos cuando podamos reconocerle, cuando trabajamos por  aprender en realidad algo de nosotros y elijamos responder sin su influencia,

Podemos hacerlo ese Faraón no tiene un poder más grande de aquel que le hemos otorgado, da un paso entonces para alcanzar tu libertad, que sea ese un reto personal  ¡aún es tiempo!

Y quizás sea una buena manera de acompañar a nuestros hermanos judíos en la celebración de la fiesta de la libertad que por estos días  se celebra.

¡Un abrazo y que elijamos construir shalom!

En el andén de la vida

Al aferrarte a culpas (reales o imaginarias) que siempre están en el pasado
o
a angustias (casi siempre imaginarias) del futuro,
desperdicias tus energías,
malgastas tu tiempo,
dejas de vivir el presente.

Caso 1.
El tren ya partió y no lo tomaste,
¿sirve de algo tu enojo y molestia?
¿Volverá atrás?
¿Estás disfrutando del andén en el cual te encuentras?
¿Estás elaborando alguna solución para tu insatisfacción?
Simplemente culpas, te enojas, te quejas, lloras, gritas, pataleas, te evades del presente para vivir una realidad alternativa y dolorosa.
El tren ya se fue y no lo tomaste… quizás para bien, quizás no… ¿lo puedes evaluar con el conocimiento que tienes aquí y ahora?
¿Valen de algo tus reacciones primitivas, propias del EGO?
¿Te ganas amigos y apoyo de esa manera?
¿Demuestras raciocinio o inteligencia?
¿Volverá el tren a buscarte?
¿Recuperarás el tiempo perdido?
¿Estás mejor al descargar tu impotencia así?
Te estás aferrando a dolores del pasado que en nada benefician tu existencia, por el contrario, te roban vitalidad, te desgastan, te nublan el entendimiento para elaborar soluciones creativas y provechosas.
Entonces, ¡tú escoge!

Caso 2.
El tren no ha partido, pero te angustia la idea de perderlo.
Preparas todo tu equipaje varios días antes.
Te aseguras que nada pueda perturbar tu encuentro con el tren, por lo cual despueblas tu agenda de toda actividad que pudiera retrasarte.
Respondes exasperado, estás como ausente, tu idea está solamente fija en un asunto: no perder el tren.
Mientras, las cosas pasan a tu alrededor, aquellas que son urgentes, pero también las importantes. Sin embargo, entre tus temblores y miedos nada te aportan, por el contrario se suman al equipaje pesado de cosas no resueltas, cuestiones pendientes, insatisfacciones que vas dejando en tu mochila cada vez más pesada.
Por ahí alcanzas a tomar el tren a tiempo, luego de horas y horas de espera en el andén. Horas que perdiste en nervios, observando el reloj a cada rato, preguntando en la ventilla quinientas veces si había algún inconveniente, molestando a diestra y siniestra para que todos tengan en claro cual es tu tren y cómo te preocupas para ser puntual. Estás encerrado en una idea fija, nada más ocupa tu atención, por lo que dejas de atender lo que es realmente necesario.
Sí, tal vez abordas a tiempo el tren, nunca lo podremos asegurar porque hay infinitud de elementos que no controlas ni puedes controlar, aunque te angusties mil veces más de lo que ya estás haciendo. Aunque llores, grites, patalees o inventes realidades alternativas con la pretensión de controlar lo incontrolable.
El tren no depende de ti, y quizás a pesar de tu inhumano esfuerzo finalmente se aleje abandonándote con millones de culpas en el andén.
Entonces, ¡tú escoge!

¿Qué nos enseña la festividad de Matzot, también conocida como Pesaj, para salir de nuestras celditas mentales?

¿Pregúntale a tu hijo?

"…שאל אביך ויגדך זקניך ויאמרו לך”
(Devarim/Deuteronomio 32:7)

Enseñamos muchas veces acerca del valor de la pregunta.
Enseñamos a preguntar, a no quedarnos con el preconcepto, con la idea repetida, con el lema, con seguir a la masa.
Enseñamos que la pregunta es una forma de ejercer la libertad y de hacernos libres de cadenas, en principio de las del EGO con sus agresiones y falsedades.
El esclavo no pregunta, repite, grita, llora, afirma, se queja, insulta, apresa, inmoviliza, memoriza, ritualiza, hiere y mata muriendo.

El EGO no quiere que formules preguntas verdaderas, sino que seas una persona oscura, ignorante, necia, que repite de memoria, que rechaza el pensamiento, que se resiste al cambio positivo, que huye de lo que le puede llevar a despertar si conciencia.
Entonces, las preguntas son sometidas a escarnio, a silencio, a excomunión, a burla, a ridículo, a cualquier forma de agresión para mantenerlas apartadas y enmudecidas.
Pero también, una estrategia muy astuta del EGO es incentivar a que sean dichas ciertas preguntas, que no son tales en realidad. Son afirmaciones entre símbolos de interrogación, o violencia encubierta, o más de lo mismo pero con apariencia de redención. Es que, con hábil maldad, no hay peor cárcel que aquella que simula ser libertad.

En la tradicional fiesta de la libertad, que es Pesaj en el pueblo judío, las preguntas tienen un rol central.
Como ya lo hemos explicado en numerosas ocasiones, es suficiente ahora solamente recordarlo.
En la típica celebración judía de la noche de Pesaj son leídos unos párrafos muy interesantes, que te transcribo a continuación:

Bendito es Dios, bendito es Él.  Bendito es quien entregó la Torá a Su pueblo Israel.  Bendito es Él.

Referente a cuatro hijos habló la Torá: uno sabio, uno malvado, uno simple y uno que no sabe preguntar.

El sabio ¿qué es lo que dice?: "¿Qué son estos testimonios y leyes y reglas que les ordenó Eterno, nuestro Dios, a ustedes?" (Devarim/Deuteronomio 6:20).  Entonces tú también le dirás las leyes de Pésaj: no se debe comer después del sacrificio de Pésaj ningún alimento.

El malvado ¿qué es lo que dice?: "¿Qué es todo este ritual para ustedes?" (Shemot/Éxodo 12:26). "Para ustedes" – y no para él.  Y por cuanto que se excluyó de la comunidad negó lo principal.  Entonces tú también muévele los dientes y dile: "Por esto, es que Dios hizo por mí, cuando salí de Egipto" (Shemot/Éxodo 13:8).  "Por mí" – y no por él.  Si hubiera estado allí no hubiese sido redimido.

El simple ¿qué es lo que dice?: "¿Qué es esto?" (Shemot/Éxodo 13:14).  Y tú le dirás: "Con mano fuerte nos sacó Dios de Egipto, de una casa de esclavitud" (Shemot/Éxodo 13:14).

Y al que no sabe preguntar, tú lo motivarás.  Como está escrito: "Y le relatarás a tu hijo en ese día diciendo: Por esto es que Dios hizo por mí, cuando salí de Egipto" (Shemot/Éxodo 13:8).

Referente a CUATRO hijos habló la Torá, no a tres, no a cinco, sino a cuatro.
El sabio, aquel que sabe porque ha leído y acumulado datos.
El malvado, que es una persona con ánimo rebelde, inquieto, que no desea mantenerse apegado a su tradición.
El simple, que le dicen y recibe con simpleza.
El que no sabe preguntar, que es un misterio realmente el porqué es así. ¿Es indiferente? ¿Pasivo? ¿Ausente? ¿Tonto? ¿Irracional? ¿Temeroso hasta de preguntar? ¿Aún pequeño? ¿Sometido? ¿Silenciado por sus padres? ¿Esclavo? ¿Negador? ¿Pasivo agresivo? ¿Afirmador de sus propios lemas? ¿Sufrió tanto que ya no tiene fuerzas para preguntar? Varias son las conjeturas, a veces mencionamos unas, otras veces otras, es que es un misterio para nosotros poder identificarlo cabalmente.

Quisiera ahora relacionar esto brevemente con un texto que escribimos un corto tiempo atrás, en el cual mencionamos cuatro conductas/actitudes de los padres que llevan a sus hijos a callar sus preguntas, a esconderlas, a olvidarlas y finalmente a no preguntar.
Se adiestra a borrar la capacidad de preguntar por medio de:

  1. Violencia, física, verbal, real, simbólica, concreta, amenazas, etc.
  2. Mentiras, engaños, falsedad, etc., que más pronto que tarde el niño percibe como tales y le hace perder la confianza en sus padres/adultos.
  3. Dando al niño información de contenido correcto pero inapropiada para su edad, comprensión, madurez, capacidad intelectual/emocional que lo lleva a sentirse tonto, incapaz, inadaptado, poco listo, abrumado, etc.
  4. Callando al niño al saturarlo con “entre-tenimientos”, diversión, actividades, de modo tal que no hay diálogo, ni interno ni con el otro.

Te recomiendo que leas el texto, si quieres comprender mejor estas cuatro modalidades, con mayores detalles y con ejemplos.

Según nos parece ver, estos cuatro se corresponden perfectamente con los cuatro hijos mencionados en la Torá y descritos en el ritual de la noche de Pesaj.
Es nuestra idea, nos sirve para pensar, para mejorar nuestra conducta, si te sirve a ti también, me alegro mucho.
Veámosla rápidamente.

El sabio, probablemente fuera el niño sometido a información desproporcionada para su momento. Los adultos le brindaban “la verdad” sin considerar cuanto podría él absorber, cuanto bien le haría, sin respetar sus tiempos y procesos. El problema no estaba en él, sino en lo que le ofrecían los adultos, que era como dura carne para un niño de pecho al cual solamente habría que alimentar con leche materna. ¿Cómo esperar que se nutra si no tiene aún la madurez y la capacidad apropiada? Así aprendió que los “grandes” eran inteligentes, solo ellos sabían, solo en ellos se podía confiar; pero él, él era un pobrecito, incapaz, un poco lento de comprensión, al cual le daban en bandeja regalos de sabiduría para los cuales no tenía aptitud ni talento.
Entonces se esmeró por hacer un buen papel ante los mayores. Era el alumno que traía siempre la tarea, sea acordaba de cada detalle, repasaba las lecciones para no perder ni una letra a la hora de recitarlas de memoria, revoloteaba en torno a sus maestros para halagarles, buscaba la perfección para “aparentar” esa inteligencia que sentía no tener pero que le era imprescindible para supuestamente obtener el cariño y respeto de los mayores. Por ello, cuando alguna vez las calificaciones en el colegio no eran perfectas, cuando alguien le señalaba algún error, estallaba en confusión, llantos, quejas, reclamos, odio… es que su vida depende de parecer perfecto, de parecer inteligente, de parecer amoroso, porque siente que si no lo es perderá rápidamente todo, especialmente a los adultos que tanto ama pero que le hacen sentir incorrecto si no llega a la perfección.
¿Entiendes el tremendo drama de este chico “perfecto”?
Se hunde en terrores de solo imaginar que no es tan inteligente, ni sobresaliente, ni brillante, ni ordenado, ni… el más mínimo desliz es la demostración suficiente de su incapacidad, de su estupidez, de que no vale nada, NADA. A ese punto llega el pobre, que no pregunta en realidad lo que desea para aprender, sino solamente para agradar al adulto.
En ello pasa su tiempo, en aparentar para agradar.
Sin dudas es “sabio”, porque se tragó libros y páginas de internet, pero no se siente sabio (a no ser que tenga problemas muy graves y el personaje se haya comido a la persona), sino que es un actor en la vida real. Pero no es sabio, ni feliz, ni tiene tranquilidad o armonía. Habría que ayudarlo a romper un poco los esquemas, a olvidar un rato, a ensuciarse con helado la falda, a correr bajo la lluvia, a dormirse y llegar tarde un día al colegio… algo para que disfrute el error que le dará libertad.
¿Quieres que tu hijo sea así?
¿Eres tú así?
Porque de los cuatro hijos en principio parecería ser el ideal, pero al poco de analizarlo desde esta perspectiva (no desde otra, de ésta), no es tan favorable lo que percibimos.

El rebelde ha sido el hijo sometido a algún tipo de violencia para negarle la posibilidad de preguntar. En su momento quiso preguntar, pero lo callaron, por las buenas o por las malas. Con amenazas, golpes, castigos, intimidación, falta de paciencia, “shhhh, quiero ver el partido/informativo en la tele”, “los chicos no hablan cuando los grandes conversan”, “esas cosas no se dicen”, y asuntos por el estilo. En su momento no tuvo más remedio que callarse o ser apaleado de alguna que otra forma. Por ahí aprendió bien la mala lección y se guardó sus palabras y dudas, hasta olvidar como era eso de preguntar. O por ahí cuando creció y tuvo un poco más de fuerza física, y sus mayores ya no le podían atemorizar tanto, entonces su deseo de preguntar estaba atrofiado, mal formado, desencaminado. Dispara preguntas pero no para obtener claridad, sino como instrumento de manipulación/agresión. No quiere saber, no le interesa sacarse dudas o llegar a cierta comprensión, sino tan solo atacar entre signos de interrogación.
Podemos tener cierta consideración por esta conducta al saber de su (tal vez) sufrido pasado, pobre niño que fue víctima de otro tipo de abuso, sin embargo, esa consideración no es en modo alguno permiso para que sea violento, irrespetuoso, sádico, malvado. El límite debe ser claro y tolerar la maldad no es contribuir con su mejoramiento o libertad, ni con el establecimiento del shalom en el mundo.

El simple, pensamos que es el niño que era engañado por sus padres. Le hacían creer en magia y superstición, en poderes y encantamientos, en cualquier cosa que viniera a gusto y favor de los padres. Probablemente se dio cuenta, conscientemente o no, de que le estaban timando sus propios padres, abuelos, clérigos, maestros, con todas las fantasías, mitos, cuentos huecos pero consagrados como santos, y para no sentirse terrible (disonancia cognitiva) pasó él también a formar parte del rebaño de los que dejan de preguntar para aprender y se convierte en los que repiten rituales y lemas para no sufrir. Pregunta a sus mayores para que le digan qué hacer, cómo actuar, qué pensar, qué odiar, a quién amar, qué rezar, qué quiere, quién es. Pregunta para NO saber, pues si sabe sufre. Es simple, porque si se complica en el camino de la libertad siente que estropeara esa precaria estabilidad en la que se encuentra. Es una ovejita más, propicia para cualquier pastor ignorante y ladrón que le quiera manipular. Es un religioso más, de cualquier religión, que hasta cuando quiere ser libre decide someterse a la vieja y conocida mentira.

El que no sabe preguntar, que como dijimos es para nosotros un misterio cómo definirlo, encaja en aquel niño que fue puesto en el limbo por sus padres. La tele fue su amiga y maestra, o las redes sociales, o las consolas de juegos, o los amigotes de la calle, o vaya uno saber quien. Pero encajonado para que no moleste, obturado, enmudecido, empaquetado, que no dé señales de vida y entonces todo está bien. Entonces, no pregunta y es un misterio para nosotros… A mí me da pena y al mismo tiempo mucho temor, ¿qué estará pensando, sintiendo, queriendo hacer?

Bien, hemos cotejado los cuatro hijos con las cuatro modalidades de cancelar en ellos la pregunta verdadera.
Además de estar lejos de su Yo Auténtico, obstaculizados en aprender a través de preguntar, actuando papeles que les esclavizan, difícilmente siendo creativos y originales, ¿podrán ser felices?

Ahora, ¿qué puedes tú hacer con esta información?
¿Te sirve para perfeccionar tu vida como constructor de shalom?
¿Podrás vivir mejor ahora?
¿Serás más constante y real en tu bondad y justicia?
¿Ayudarás a crecer y a creer y a crear a tus hijos?

Me encarará leer tus comentarios aquí debajo.
Gracias por acompañarme hasta aquí y por lo que contribuirás.

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Algunos textos para continuar aprendiendo:

http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/la-pregunta

http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/fiesta-de-las-preguntas

http://serjudio.com/personas/etica/el-que-no-sabe-preguntar

http://serjudio.com/personas/etica/pesaj-la-libertad-al-alcance-de-tu-boca

http://serjudio.com/personas/etica/preguntas

Especialmente: http://fulvida.com/id-noajica/familia/el-nio-que-preguntaba-demasiado