Una historia para reflexionar

El día de ayer hablaba con un muy buen amigo que es filántropo desde hace muchos años y de paso, sucesor de su padre en dar caridad. Es un gran hombre, todo un caballero a quien por esas cosas de la vida uno llega a conocer como pocos pero que se valora mucho, no por su peculio pues pese a ser enorme, he aprendido a valorar a la gente por sus cualidades que van más allá de sus cuentas bancarias y posesiones.

Sin embargo he notado un patrón sumamente interesante en estas personas. Pues él no es el primero y no será el último que conozca como una persona próspero no solo en el ámbito espiritual sino en el ámbito económico también.

Recuerdo que el año pasado este caballero me contaba una historia de su padre donde mencionaba que durante la represión de la Junta Militar en Chile, muchos chilenos talentosos tuvieron que salir huyendo hacia países vecinos, siendo uno de ellos Venezuela, patria originaria de este filántropo.

El padre de mi amigo tenía unos almacenes y un joven chileno recién graduado de la universidad y quizás como de unos treinta años llegó a la oficina del padre de nuestro amigo y le dijo: “¿Disculpe, usted es don Fulano? Me han dicho que usted es el dueño del almacén y quería solicitarle un favor. El hombre ocupado dejó de escribir, alzó su mirado y vio la cara desesperada del joven extranjero quien había llegado a Venezuela con una mano atrás y otra adelante y la ha dicho:

“Sí yo soy. ¿Cómo le puedo ayudar?”

El muchacho le ha contestado

“Don Fulano, yo soy Zutano, usted no me conoce a mí. He venido huyendo desde Chile por la persecución de la junta militar y he escuchado que usted es un hombre muy acaudalado, quisiera saber si sería posible que me diera trabajo”

El dueño del almacén le ha visto y le ha dicho:

“¿Y cuánto quieres que te pague?

“Yo puedo administrarle los almacenes por “X” monto”

El dueño del almacén le ha observado y le ha dicho

“Ese monto no te lo puedo pagar”

La cara del muchacho se le ha puesto al borde del llanto y le ha contado a Don Fulano que él es padre de familia y le ha hecho una nueva propuesta:

“Entonces trabajaré por la mitad de eso”

El empresario se ha sonreído y le ha dicho:

“Eres un joven recién llegado al país, con una mano atrás y otra adelante. Me vienes y me pides en un principio que te pague un salario como el de cualquier gerente graduado en Venezuela y con años de experiencia y luego me dices que eres padre de familia con obligaciones y ¿pretendes que te pague el monto que me estás pidiendo después de todas las rebajas?”

El muchacho al borde de llorar por la desesperación le ha dicho: “Usted no sabe mi situación precaria, le imploro que me dé trabajo por favor.

El dueño le ha sonreído y la ha dicho: “Está bien, te daré trabajo, pero no por el monto último que me pediste ni tampoco por el primero con un salario de gerente con experiencia”

“Por lo que sea, pero ocupo que mi hija y mi esposa coman”

Continuó el dueño: “Solo observa tu situación, tienes familia, eres extranjero y pretendes ganar como un gerente con experiencia con un salario promedio acorde. No te pagaré el monto que me pediste originalmente, te pagaré el doble y estarás a cargo de administrar todos mis almacenes.”

Continuaba diciéndome mi amigo el filántropo que desde ese día no hubo hombre más fiel en la compañía de su padre que aquel chileno quien llegó a Venezuela con una mano atrás y otra adelante y quien tuvo la suerte de topar con un hombre de la calidad humana del papá de mi querido amigo.

Como vemos ese es el objeto de la acumulación de riqueza material, el construir un mundo de paz y de armonía. El resto de las conclusiones se las dejo a ustedes, queridos amigos. Feliz Séptimo y Shabbat Shalom. 

4 comentarios sobre “Una historia para reflexionar”

Deja una respuesta