En el calendario de la Santidad, en estos días estamos celebrando la festividad de Januca.
No les contaré aquí toda la historia, sino solamente un aspecto central, que apunta al valor del noájida en este mundo de sombras.
Debes saber que hace como 2200 años los helenistas habían ocupado la tierra de Santidad, y su emperador había ordenado que la nación santa no estudiara Torá, que no practicará la circuncisión a sus hijos, que no respetara los tiempos sagrados. Muchas y muy pesadas cadenas y prohibiciones el emperador impuso sobre los judíos y el judaísmo.
Y para nuestro dolor, muchos de nuestros hermanos prefirieron seguir detrás de la corriente, no oponerse, ser uno más de la masa, una oveja detrás de ese pastor atontado.
Así pues, la noche estaba tragándose la Luz de la Vida, de la Santidad.
Las ideas extrañas, los dogmas ajenos, las prácticas religiosas foráneas, todo lo que era oscuridad estaba de moda, apagando con su poderosa y voraz fuerza la luminosidad de la Vida.
Pero, un pequeñísimo grupo de fieles, una débil y reducida comunidad de personas comprometidas con la Verdad no se desanimaron. Ellos no dejaron caer sus brazos. No se convencieron de que su causa estaba perdida. ¡No comparaban números, ni fuerzas, sino a Quién estaban sirviendo!
Ellos sacaban un poder inmenso de su confianza pura en el Padre celestial.
Ellos se pusieron a trabajar, a pesar de los riesgos y peligros, sin dar excusas.
Ellos lucharon con integridad, sin justificarse detrás de su debilidad, de su poco número, de los inconvenientes, de la fea cara que le ponían los demás.
Ellos eran fuertes, a pesar de su escaso poder físico, puesto que el Eterno estaba con ellos.
Ellos lucharon, sufrieron, combatieron, cayeron pero se levantaron y al final triunfaron.
Ellos fueron los que trajeron una pequeña lamparita, de la cual se encendió otra y otra y otra, y pronto el mundo estaba poblado por su Luz, por sus ideales por su creencia.
Ellos son héroes, más que vencedores.
Ellos son recordados hoy en día, mientras los que eran inmensos enemigos yacen en el más horrendo olvido.
Ellos, nuestros héroes que no se escudaron en su debilidad, aún permanecen con vida, en anto la Luz que ellos ayudaron a encender sigue prendida.
Esta es la moraleja, mi querido hermano noájida.
Quizás te sientes solo. Quizás conoces a pocos noájidas que trabajen junto a ti. Quizás sientes la humillación o la persecución de los enemigos, de los misioneros de la oscuridad. Quizás creas que eres un incomprendido. Quizás piensas que no vale la pena levantarte y luchar para difundir el mensaje de Vida y Luz del noajísmo. Quizás te sientes desanimado. Quizás das mil excusas para eludir tu responsabilidad. Pero debes despertar, porque la Luz que has recibido está en tu interior, y con ella tienes el poder de despertar a otros y hacer que la Luz ilumine hasta el último rincón del mundo.
El imperio del mal es grande, pero está empezando a caer.
Se resquebraja lentamente, porque somos pocos los luchadores de la Luz. Pero no nos detenemos y confiamos en el Todopoderoso, que combate nuestras luchas, que son Sus luchas.
Levántate, despierta, ayuda a tu prójimo a incorporarse a las filas de la Luz.
No temas y sé valiente.
Ven, participa.
Fórmate a nuestro lado, aquí en FULVIDA, o en cualquier otro centro noájida verdadero, para que podamos ir encendiendo más y más antorchas de liberación.
La salvación está en tu interior, déjala manifestarse.
Confía en Dios y siembra.
Feliz fiesta de la Luces.
Un comentario sobre “Los pocos, vencedores”